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“Fue súper enriquecedor saber que puedes hacer las cosas bien estando lejos de tus niños”

05 de Septiembre de 2008 | 16:48 |
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Tomó sus precauciones. Se fue a Beijing y en Santiago, junto a su marido, quedaron sus dos hijos de 4 años y medio (en el colegio) y de dos y medio (en el jardín), que recibieron, cada semana, un paquete con los juguetes que la mamá 'les enviaba' desde China.

Fue la forma que encontró Soledad Bacarreza para mitigar la ausencia.

A una semana de haber regresado, asegura que la experiencia de cubrir los Juegos Olímpicos fue “súper enriquecedora”. “Fue positiva por donde se le mire y lo pasé mucho mejor de lo que pensé que lo iba a pasar”, cuenta.

-¿Cómo fue eso?
“Por el tema de la separación y el desapego de los niños; lo maneje muy bien”.

-¿Se logra manejar?
“Sí, se logra manejar cuando tienes la cabeza ocupada todo el día, porque no me fui de vacaciones un mes, me fui a hacer una trabajo súper intenso”.

-Más intenso de lo que muchos se imaginan, con jornadas de 20 horas.
“Sí, claro, y todos los días, durante un mes, sin fines de semanas donde podríamos haber dormido. No….
“La cabeza ocupada todo el día ayuda mucho; el trabajo es la mejor terapia”.

-¿Pero, acaso no es cierto que las mamás nunca se desconectan?
“No, llamaba todo los días, tres veces, hablaba con ellos por Skype, los miraba, ellos me veían en la tele y en mi computador habían millones de fotos de ellos. Nunca me desconecté, no fue que en un mes no pensé en los niños porque eso no se puede, no existe, pero sí existe la certeza de que tengo un marido que estaba súper preocupado, que ellos estaban bien, de que los estaba tranquilizando.
“Estaba haciendo un trabajo que no sé si se volverá a repetir, nadie te asegura que en 4 años más voy a estar en Londres. Así como fuimos a Australia a los JJ.OO. del 2000, pero no fuimos a Atenas del 2004. Es una oportunidad que había que saber aprovechar y uno tiene que hacer un esfuerzo por pasarlo bien, también, dentro del cansancio, pocas horas de sueño y el estrés que significa”.

Soledad Bacarreza, en un huso horario cambiado totalmente, permaneció horas enteras, seguidas transmitiendo las largas jornadas de los juegos. Sin posibilidades de salir del set de estudio, incluso se cambiaba de ropa en el mismo lugar para poder seguir, además, grabando los especiales que pronto saldrán al aire.

-Estaban todos agotados y tenían que estar cuerdos, al aire. ¡Qué estrés!
“Sí fue un estrés que se manifestó en otros síntomas. Nunca me sentí agobiada de cansada, excepto una vez, en que le dije a mi jefe que me iba a acostar más temprano – a las 11 y no a las 3 de la mañana- para poder transmitir el último fin de semana. Le dije si no descanso ahora, parece que no llego y me encontró toda la razón. Me sirvieron esas tres horas más de sueño… Uno tiene que estar consciente de donde estar; estaba en China, en unos JJ.OO., con millones de posibilidades que no están muy a la mano. Si uno hace un esfuerzo por pasarlo bien, uno lo logra; cuando estaba muy cansada, salía, escuchaba tres o cuatro canciones en el Ipod y volvía y, de verdad lo pasé, muy bien.
"Además, los niños no se enfermaron, no ocurrió ningún accidente, afortunadamente. Todo bien”.

-¿Eso fue una sorpresa para ti?
“Sí, porque tres días antes de irme me pasó de todo. Me dolía la garganta, me dio fiebre, tuve que hacer un tratamiento de conducto en un diete. Todas esas bajas de defensa fue estrés, por depre de irme, y no me quería ir, me dolía la guata, me dio colón irritable, andaba coja de una rodilla y allá, nada. Me subí arriba del avión e iba lanzada con honda; cuando ya estás arriba de la pelota no te bajas… no me bajé hasta que llegué de vuelta. Fue súper enriquecedor saber que puedes hacer las cosas bien estando lejos de tus niños”.

-¿Algún mal recuerdo?
“No, de hecho me lo han preguntado harto. Nooo, no, de verdad fueron mis mejores JJ.OO.. Además, había estudiado tanto, iba súper preparada a lo que iba, no me faltó ningún dato, no andaba buscando información, imprimiendo cosas que tenía que haber visto en Santiago; lo tenía todo listo. Esa seguridad también reduce la angustia y el estrés. Fue súper bonito”.

-Dices ‘lo maneje’, pero ¿crees que hubo un costo familiar?
“No (lo dice segura)”.

-Eso es bastante liberador para como somos las madres chilenas.
“Bueno, fue un mes, no un año, donde los niños no alcanzan a tener el sentimiento de pérdida de la mamá. Estaba en el computador, estaba muy presente. Sí tuvo un costo para mi marido por el tema de la dedicación, creo que para él fue, incluso, más duro que para mí, porque él se tuvo que hacer cargo de todo, de ir a buscar y dejar, de comprar, además de su trabajo, que es súper intenso. Tuvo que hacerse cargo de niños, casa, nana…”

-¿A lo mejor resulta un gran aprendizaje?
“No sé, pero desde que llegué hemos estado súper bien, mejor que antes”.

-Te entiende más.
“Sí, creo que los costos fueron positivos, no negativos. Creo que él se cansó, harto, pero si das vuelta la pelota, estuvo cerca de sus hijos, los conoció más… no puedo hablar por él; yo estaba llena de estímulos, vayamos al Nido, al Cubo, a la muralla china”.

-Pura adrenalina.
“Sí, bueno, ahora estoy reventada. Estoy durmiendo muy mal por el cambio de horario, porque es más feroz la vuelta que la ida. Al llegar uno se pone a trabajar, no más”.

-¿Lo volverías a hacer?
“De todas maneras, por supuesto que sí (con una sonrisa en la cara), uno no puede aburrirse, más cuando ves todos los detalles”.

-¿Reconfortante en el abrazo cuando llegaste?
“Ayyy, me puse a llorar a gritos en el aeropuerto, ahí me vino el bajón, pero fue una experiencia muy gratificante y renovadora en cuanto al autoconocimiento, soy más fuerte de lo que creía”.

Y antes de que se le pregunte afirma: “No tengo sentimiento de culpa; culpa tendría si hubiera hecho mal, porque si uno se pone a echar de menos para no sentir culpa de que no estás echando de menos, creo que uno hace las cosas a medias. O haces la pega bien y echas de menos cuando corresponde o no haces nada bien. Descubrí que puedo delegar cosas de mis niños y que, aunque las mamás en muchas cosas somos imprescindibles, el papá también puede hacer las cosas mucho mejor que uno y eso es reconfortante, para él, para mí y mis hijos. Eso da seguridad”.


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