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“Mi marido me ha demostrado que sí daría la vida por mí”

17 de Septiembre de 2008 | 11:38 |
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“Estoy en un período en que decidí parar un poco”. Esa es la reflexión que hace hoy Patricia Soto luego de todos sus logros deportivos. Tanto viaje como guía fuera de Santiago la había desvinculado de sus afectos. “Echaba de menos a la familia”, agrega.

“Uno, a veces, sale a buscar cosas en otros lugares y después de recorrer muchas partes se da cuenta que lo que anda buscando está en su casa”, dice y se ríe con timidez.

Para Patricia Soto esta etapa no es fácil, en todo caso. Con ya 38 años y el reloj biológico corriendo, se plantea seriamente qué va a hacer: si seguirá su pasión deportiva u optará por convertirse en madre, cuestión en la que su marido tiene mucho que decir.

-¿Qué pasó?
“Después de viajar tanto me di cuenta que echo de menos estar con mi familia y por eso, me he dedicado a hacer cosas normales de cualquier mujer… como trabajo rodeada de hombres, eso, echaba de menos ser mujer”.

-¿Y cuáles serían esas cosas?
“Por ejemplo, no sé, irme de Shopping, hacerme un masaje, ir a hacerme una limpieza de cutis porque tengo problemas con el acné y mi piel sufre mucho con el aire en altura. Sentarme con mis amigas a conversar, hablar del día, de la vida.
“De hecho, este mismo estilo de vida me ha hecho valorar mucho más todo esto; yo llego a mi casa a darme un baño de tina con burbujas; voy a una tienda a comprar cosas naturales. Tan simple con sentir los olores, porque arriba no se siente nada, ni los buenos ni los malos; sentir una rosa, del shampoo, la crema, no sabes cuanto lo disfruto”.

-Hace poco dijiste que en tus últimos años habías pasado más tiempo en una carpa, que en tu cama convencional. ¿Has añorado un hogar?
“Bueno, en estos últimos años he hecho poca vida social, porque cuando llegaba lo único que quería era estar en mi casa, entre mis sábanas, leer mis revistas. Cocinar o no, levantarme tarde, a las 10 de la mañana. Este año he disfrutado”.

Casada con el montañista Rodrigo Fica, a quien conoció en la universidad practicando andinismo, su vida de nómade ha sido más fácil porque él la ha acompañado en varias de sus excursiones. Eso ha sido una ventaja, aunque en otras oportunidades pasan algunos períodos separados. Ella cree que, aún así, pasan más tiempo juntos que muchas parejas que se ven todos los días.

“Yo he estado en situaciones en que mi marido me ha demostrado que sí daría la vida por mí”, dice para explicitar la relación que tienen. “Todas las máscaras que uno pudiera tener se cayeron hace rato”, agrega.

-¿Ayuda tener la misma pasión? ¿Eso los emparejó?
“No, creo que este es un tema delicado y depende de las personas, no creo en una receta. En el caso nuestro, tener la misma pasión sí nos ha ayudado y no me imagino que Rodrigo pudiera estar con otra persona que no le guste esto, que lo comprenda. La gente de montaña es súper solitaria, la mayoría está separado o han optado por no tener una pareja estable porque cuando están en la casa empiezan a sentir el bichito por subir la montaña. Son mujeres y hombres muy especiales.
“Ahora, también conozco parejas que compiten, lo que no es sano; en nuestro caso ha sido complementario”.

-¿Y cómo ha sido con ustedes?
“Bien, porque hay que tener mucha confianza; si se trabaja separado…”

-Los equipos son mixtos y las carpas también…
“Exacto. Si eres celosa, que necesita estar todos los días con tu marido para contarle tus cosas, eso no va a funcionar. Si eres muy aprensiva, también es posible que se sufra, entonces hay que buscar a alguien que te comprenda”.

-¿Aún no quieres tener hijos? ¿Sientes que es mucha la responsabilidad?
“Estoy en eso, tomando la decisión si tengo o no hijos. Estoy llegando al límite del reloj biológico y no es un tema fácil. Una parte de mí sí quiere, pero otra, no. Estamos hablando con mi marido, porque eso significa un cambio de vida”.

-¿No crees en eso de que ahora se comparten los roles?
“No es tan así, además, uno como mujer, sin que nadie se lo pida, se pone restricciones. Yo no podría irme de excursión tres meses dejando a mi guagua de 6 meses en la casa, aunque encuentre injusto, a veces, que se le cargue la mano a la mujer”.

-¿Sientes que te faltaría algo si no fueras madre?
“Esa es la pregunta que estoy tratando de responder, porque tengo susto también de tener hijos simplemente por la presión o por miedo a estar sola. Hay un porcentaje de mujeres que tiene hijos para no estar solas y eso es equivocado. Quisiera tenerlos porque quiero compartir una vida con él con todos los costos y ganancias.
“Yo trabajo con niños y tenerlos es demasiado importante. Creo que subir el Everest es más fácil que tener hijos, admiro a los padres”.

-¿Tienes conciencia de que tu carrera de montañista se limitaría?
“Sí, tendría que dejarla…”

-¿Por los riesgos que implica?
“Más porque los niños, cuando son pequeños necesitan a los padres, ahí es cuando se construye la base de una pirámide, porque cuando llegan a los 12 años no están ni ahí con sus papás. Son 10 años mínimo en que hay que estar ahí; puede que siga haciendo montaña y los lleve a ellos, pero…”

-Probablemente no te expongas a riesgos.
“Noooo, no creo que podría. He visto en amigas con hijos que cuando van a subir un cerro y ven una pasada complicada o riesgo de avalancha, no siguen. Saben que alguien depende de ellas”.

-¿Te perdiste muchas cosas?
“Sí, muchas, pero no me arrepiento para nada. Estaba haciendo otras cosas y las hice bien, pero igual muchas veces eché de menos mi familia. Por lo mismo fue una motivación; si estaba sacrificando a mis seres queridos, que fuera por algo que valga la pena y de eso me preocupé.
“Fui, lo hice, cumplí, pero ahora volvamos a esta área, no puedo dejarla más tiempo botada”.

Patricia Soto declara que nunca ha sido fanática de la cocina, en cambio, lo es más del aseo y el silencio. Confiesa también que cuando está en la montaña echa de menos la tele, leer los diarios, un libro, ver una película. Aún así, dice que ya tiene planes: va a volver a tejer, quiere tomar un curso de baile.

“Algunos llevan libros, pero para mí es un trabajo y no puedo encerrarme en una carpa a leer. Estoy preocupada de que la carpa no se suelte con la tormenta, compartir con las otras personas que a lo mejor no vas a ver nunca más en tu vida; son grandes conversaciones”, dice.

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