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“Tenemos que querernos o si no, nos vamos a podrir”

El director de “Los debutantes” entrega algunas pistas para sentirse feliz, como él, a días de estrenar “199 recetas para ser feliz”.

26 de Noviembre de 2008 | 09:18 |
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Andrés Waissbluth está con esos nervios del artista próximo a salir a escena. En su oficina, en la Escuela de Cine del Instituto Arcos, no tiembla ni transpira, pero sí se lo ve concentrado en su “día D”, este 25 de septiembre, cuando saldrá en la pantalla grande su segundo film: “199 recetas para ser feliz”.

El cineasta es una especie en extinción. A los 35 años y a pesar de los nervios de preestreno, asegura ser un hombre feliz, aunque no deja de comentar que decir eso en Chile parece un pecado.

“Salió uno de estos ranking de felicidad mundiales, donde siempre nos va pésimo y aparecemos como un país muy infeliz… Siempre se habla de que somos chaqueteros y también siempre estamos mirando lo que tiene el vecino y no nos conformamos con nosotros. Siempre decimos: Chile me carga, Santiago me carga. Somos súper inconformistas, súper poco cariñosos con nosotros y con nuestra identidad y con nuestro país”.

Es por esto que “199 recetas para ser feliz” aparece como un prometedor reflejo de la inconformidad chilena, junto con los augurios de esperanza que Waissbluth, el hombre feliz, intenta traspasar a través del personaje de Tomás (Pablo Macaya), quien “lo tiene todo: un departamento la raja, una pega súper buena, vive en Barcelona. Él fue un cabro que salió de Corral y logró entrar a la Católica. Estudió periodismo. Todo fue pura aspiración, puro ascender, ascender y ascender, hasta que al final sólo le queda una sensación de vacío que no entiende. Ése es el tema nuestro. Nos va súper bien, pero nos sentimos vacíos y no nos queremos ni nos gustamos. Los chilenos tenemos que querernos o si no, nos vamos a podrir. Vamos a ser profundamente infelices”.

-Pareciera que no tenemos motivos para ser tan infelices. ¿Por qué somos así?
“Se debe a muchas cosas. Por un lado, nuestra historia reciente es una de conflictos, que genera desconexión con tu país, que no te hace sentir orgulloso de muchas cosas. Además está el modelo de desarrollo de los últimos 40 años, en la dictadura y la Concertación. Es uno que busca éxito material, del individualismo, del exitismo y un montón de ismos bastante negativos. Pero claro, nuestros indicadores de desarrollo suben, pero nuestro ranking de felicidad disminuye. ¿Tiene sentido esto? Creo que hay otras razones también, como el clima. Somos un país frío, no como los del Caribe, que si están tristes salen a la playa y al diablo con los problemas. Son millones de cosas. Esto no es casualidad”.

-¿Influye que muchos digan que nos falta identidad?
“¡Eso es una locura! Eso habla de nuestros problemas… Tenemos una identidad súper clara y súper marcada, súper reconocible. Si estás en otro país te das cuenta inmediatamente que hay alguien chileno, ni siquiera escuchándolo hablar, sólo viéndolo. Tenemos una forma de hablar súper especial. Tenemos un humor único, bien ácido, que a mí me encanta, pero que es bastante incomprendido afuera. Como que nos consideran crueles o rudos o pesados. Pero todos esos son factores de identidad. Entonces, no podemos decir que no tenemos identidad. Tenemos una, pero no nos gusta como somos y queremos ser como los gringos, como los argentinos, no sé… Y ese es el grave problema y, en el fondo, es el gran tema de la película. De enamorarte de tu vida, de tu proyecto. ¿Qué lo tienes todo y no eres feliz? ¡Córtalo poh!”.

-Parece un problema sin solución.
“Yo creo que sí la tiene. Las películas, por ejemplo, son una solución. Moldean la identidad de un país. También el deporte y un montón de cosas... No quiero decir que yo soy importante, pero el 2003, tanto ‘Los debutantes’ como ‘Sexo con amor’ fueron súper importantes en sexualizar el país y liderar un mini destape chileno. Ocurrió y tal vez sin esas películas no habríamos tenido un 2003 tan sexualizado. Ese es el trabajo del arte, mirarse al espejo y reformatearse frente a él”.

-¿Entonces, con “199 recetas” estás dando tu aporte a la causa de devolvernos la felicidad?
“Yo creo que sí. La película habla de enamorarse de reenamorarse de uno mismo. El personaje de Pablo (Macaya) está viviendo la crisis de los ’30. Esa crisis es que a los 20, te planteas un sueño, te imaginas a ti mismo, entre comillas, cuando grande. Estás en la universidad y tienes un proyecto y de repente llegas a los 30 y aparecen dos opciones: o te das cuenta de que nada de lo que soñaste ocurrió y es una gran decepción o todo lo que soñaste ocurrió e igual es una decepción (se ríe). Te queda una sensación de vacío, de pequeños logros que al final no tienen tanta importancia”.

-Logros impuestos de afuera, como estudiar algo que te dé plata, casarse bien, ser siempre el mejor…
“Absolutamente. Ése es el problema del personaje de Pablo. En Corral él hizo todo lo que tenía que hacer, pero en algún momento llega hasta la crisis de los ‘30 y dice: bueno, ¿quién soy yo? ¿Yo quería todo esto?”.

-¿Cuántos años tienes?
“Treinta y cinco y pasé por mi crisis de los ‘30 también”.

-¿Bien superada?
“Sí, me siento bastante feliz y conforme con mi carrera. Tengo 35 años y he hecho 2 películas… Eso ya es un gran logro. Tengo una familia, 2 hijos que son mi luz, mis ojos y, la verdad, por ahí sí que podría venir la infelicidad, si algo les pasara”.
“Uno pasa por momentos de angustia, de dolor, pero la felicidad requiere de la infelicidad. Además, yo creo que sufrir es rico. Lo puse en una receta en la página web. Uno nunca está más vivo que cuando uno sufre”.

-¿Esa es tu receta personal?
“No existe una receta para ser feliz. La vida no tiene una receta. Existen muchas. Ciento noventa y nueve, por lo menos, o tal vez ninguna”.

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