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"Las mujeres hemos creado un mundo hostil para los hombres"

Los hombres están heridos. Las responsables son las mujeres y su empoderamiento. Así lo plantea Kathleen Parker, columnista estadounidense, en su libro "Save the males". "Hicimos a los hombres nuestros enemigos. Un nuevo feminismo tiene que cortar esa hostilidad, y reconocer que ellos son agentes complementarios. Nuestra cultura celebra al hombre sensible, pero eso está borrando los géneros".

30 de Octubre de 2008 | 16:53 |
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Ella quiere entrar en el cerebro femenino. Abrir el concepto de "mujer empoderada" o "mujer autónoma" para bajarle los decibeles. Quiere darle una respuesta, y una pronta solución, a la permanente queja de que "ya no se pueden encontrar hombres que valgan la pena en este mundo".

Es Kathleen Parker (55 años, casada, escritora), la segunda columnista más publicada en Estados Unidos -más de 400 diarios norteamericanos han tenido sus escritos en sus páginas-, y que acaba de sacar un libro cuya teoría está sacando chispas: "Save the males: Why men matter why women should care".

Ahí plantea que los hombres necesitan ser rescatados con urgencia de un feminismo mal entendido, que ellos ya no soportan más el ninguneo permanente, y que son las mujeres las llamadas a asumir esa misión. El sexo fuerte está en peligro, dice Kathleen. Y ella anuncia el fallecimiento cultural de los hombres, si las féminas no hacen algo al respecto.

Kathleen, como cuenta en el libro, fue criada por su padre, el abogado J. Hal Pomnor. Su mamá murió cuando tenía 3 años. Y el señor Pomnor se transformó en padre soltero a los 31. Kathleen y su hermano sólo conocieron la mano masculina para las tareas, las comidas, los retos, las reglas. En entrevista exclusiva con Revista Ya, ella recuerda, desde su casa de más de dos siglos de antigüedad ubicada en Carolina del Sur, cómo la marcó su padre y cómo su experiencia le ayudó a escribir este libro. Una especie de homenaje a su tarea formadora. Después del colegio, se iba a la oficina de su padre a hacer las tareas.

Esperaba que terminara la jornada de trabajo en la biblioteca de su despacho. Y juntos se iban a casa donde él le cocinaba un nutritivo y delicioso plato, mientras hablaban de lo mejor y lo peor que había tenido el día de cada uno.

Kathleen tuvo una vivencia positiva con su padre, y lo mismo ocurrió con su hermano, tres años mayor, que fue a la guerra de Vietnam. Después, cuando se casó y ya había pasado por la Florida State University, donde sacó su maestría en español -habla un castellano perfecto, pero prefiere que la conversación sea en inglés- tuvo que criar a tres hijos hombres. Los últimos 20 años, se los pasó escribiendo columnas sobre hombres, mujeres, feminismo, y se hartó de la guerra de los sexos. De este ambiente hostil en el que debía sobrevivir. Tenía una oportunidad de cambiar las cosas.

¿Qué hizo? Escribió un libro en 18 meses, basado en una sólida investigación, con cientos de entrevistas a hombres de diferentes razas y posiciones sociales, donde pudo constatar que el mosaico cultural de Estados Unidos ha menoscabado la masculinidad y la razón de ser de los hombres.

Las mujeres, de oprimidas a opresoras

Kathleen plantea en su libro un puñado de síntomas que han hecho de la vida de los hombres un infierno. Sindica a las escuelas como culpables de la infelicidad masculina. Ya no hay más David Crockett en la lectura obligatoria de los niños.

No hay libros de aventuras, ni de superhéroes, ni de cuentos de horror. La decisión se tomó hace 20 años porque las niñas estaban sufriendo una crisis de autoestima al no verse reflejadas en la literatura que estudiaban. "Como resultado de ese diagnóstico, creamos un mundo poco amistoso para los niños", dice Kathleen. Es decir, para darle más cabida a las niñas, reafirmar su autoestima y brindarles "igualdad" en las escuelas de Estados Unidos, los textos obligatorios de la secundaria, ahora, abordan temas relacionados con desórdenes alimentarios o depresión. ¿Resultado? Los niños hombres dejaron de leer. Se pusieron flojos y desmotivados. Y más. Existe una brecha en logros educacionales entre niños y niñas: para el año 2012 el 60 por ciento de los grados de bachiller estarán en manos femeninas. Los hombres se quedarán atrás.

En su libro, Kathleen Parker dice que una de las grandes responsables de esta crisis de la masculinidad en Estados Unidos es la escuela. Así lo explica en el capítulo titulado "Mujeres buenas, hombres malos". "La crisis de las niñas empezó en 1989, cuando la profesora de Harvard, Carol Gilligan, reclamó que una de sus investigaciones mostraba que las niñas estaban sufriendo por culpa de una educación patriarcal que favorecía a los niños y silenciaba a las niñas.

Expertos en equidad sexual juntaron sus cabezas y empezaron a buscar formas para crear mejores personas. Para hacer a las niñas tan asertivas como los niños, diseñarían un sistema de educación más amistoso para ellas". La consecuencia de esa política fue que sólo el 25 por ciento de los profesores que trabajan en los 3 millones de escuelas públicas de Estados Unidos son hombres. "Mirando a la típica sala de clases americana por estos días, hay una gran probabilidad de que los niños se aburran'.

También la TV y las sitcom son responsables de esta tendencia. Las series cómicas de la TV más recientes retratan a los hombres como idiotas, débiles, tontos e irresponsables. "Y las mujeres que muestran son todas inteligentes, competentes y atractivas. No tengo problemas con eso porque es cierto en mi caso", dice Kathleen riendo, "pero siempre se muestra a los hombres como incompetentes, que no pueden hacer nada bien, no tienen moral. Darles duro a los hombres está aceptado. Puedes decir cualquier cosa negativa de ellos y lo aceptan.

Se dice con soltura que son culpables de todo lo malo que pasa en el mundo. Si eso es aceptado por ellos, también es aceptado por los niños, y las niñitas en este país son inducidas a ser así y a participar en este ataque".

¿Un ejemplo? "David y Goliat" es una marca de poleras. Sacaron al mercado una camiseta con la siguiente leyenda: "Boys are stupid throw rocks at them", es decir, "Los niños son estúpidos, tírales piedras". El aviso alertó a las organizaciones pro hombre y desató la polémica. Las poleras se vendían como pan caliente, acompañadas de un libro alusivo, siendo el deleite de las niñitas.

En su libro, Kathleen dice que los niños pequeños todavía no están siendo espantados por esa clase de cosas. Pero sabe que jamás permitiría que sus niños usaran poleras con leyendas de ese tipo porque sería muy hostil para las niñas. "Estoy preocupada sobre el tipo de niñitas que estamos criando en el mundo: si ellas crecen, adoran ese tipo de ideas y apoyan hacer sentir mal a los niños y decir cosas feas de ellos, será tremendo. El oprimido de antes (la mujer) se ha convertido en el opresor".

El basureo masculino corre por varios carriles. Los diferentes colleges y campus estadounidenses, según Parker, no son la excepción. Al salir de clases, los panfletos, seminarios y murales que advierten sobre el peligro de ser violada no son pocos. Alertan con cifras tales como que una de cada cuatro estudiantes ha sido violada. "Si esas estadísticas fueran reales, nadie iría a la universidad. Se sacan de estudios donde las preguntas son tan sosas como ¿has tenido sexo después de beber? Bueno, sí. ¡Pero eso no te hace un violador!", enfatiza Kathleen.

Explica que en Estados Unidos se ha estigmatizado al género masculino con la premisa de que "todo hombre es un potencial violador". "No se puede generalizar. Es decir, antes las cosas tampoco estaban bien porque las mujeres no tenían juicios justos y casi que si las violaban era por culpa de ellas. Pero tampoco hay que irse al extremo de decir que cualquier hombre si toma un poco de alcohol es un violador".

Y otro escenario de discriminación masculina se ha dado en las cortes de familia. Frente a un litigio por la tutela de los hijos, las cortes norteamericanas dan la custodia en amplia mayoría a las madres. Afortunadamente, eso está cambiando un poco. "Yo entiendo que las mamás se queden con el niño. Pero las cortes anulan la figura paterna, la transforman en una mercancía para transar y al final del día la corte estima que es suficiente para la formación de un niño, que vea a su padre 50 días al año".

En buenas cuentas, la denuncia de Kathleen es que cuando una pareja se separa, las cortes tratan de manera desigual al hombre. "El papá tiene que ser considerado y a menudo no lo es. Ese aspecto se está mejorando por estos días en relación a como era, pero todavía entras a un lío de custodia y ves que los niños simplemente pierden a su padre".

Qué opciones hay para cambiar

Kathleen cree que todavía estamos a tiempo de revertir esta situación. "El problema de fondo acá es que si tienes a hombres disminuidos, que no se creen el cuento y que más encima están rindiendo mucho menos en las escuelas: ¿a quiénes van a tener como marido las siguientes generaciones?", reflexiona.

Y da un ejemplo concreto de la pérdida de identidad masculina: la aparición del "Girly man", ese hombre sensible, que se echa crema en los párpados, cocina, plancha y se hace visos. Pues bien. Kathleen propone que antes de que nos terminemos de acostumbrar a ellos, y a modo de solución, hay que decirles adiós. "Nuestra cultura celebra eso, que los hombres usen cremas, cuiden su físico y sean capaces de identificar un Manolo Blanik. Pero lo que logramos con eso es que ellos sean más como mujeres y que las mujeres sean más como hombres.

Estamos tratando de borrar los géneros y eso ha sido celebrado. Lo que yo digo es: dejemos a los niños que se comporten como hombres y tratemos de que no sean niñitas. Mi papá cocinaba en nuestra casa y sus uñas estaban sucias. Cuando la revista Fortune sacó en portada a este "marido trofeo" encarnado en un hombre usando delantal de cocina e irradiando virtudes por cada poro, sentí que habíamos ido muy lejos en la misión de domesticar a los hombres".

Otro concepto acuñado por Kathleen para recuperar y sanar a los hombres es el "Play nice". Ella explica: "El feminismo ha sido importante para mí desde siempre. Pero los chicos escuchan día y noche que son malos. Tuvimos que entender que las niñas necesitaban tener autoestimas más altas para desenvolverse en la escuela y en la sociedad, pero pretendemos creer que los niños no. Los profesores tienen que disminuir el mimo excesivo a las niñitas y la sociedad necesita balancear mejor las necesidades de los niños respecto de las de las niñas".

Dice que todo se trata de no ser mala con los niños y no ser injusta con los hombres. "Pareciera que las mujeres se estuvieran vengando de tantos años de poder masculino, en el sentido de retribuir justicia, como si dijeran 'ahora es tu turno de sufrir'. Pero yo creo que las mujeres son mejor que eso y que al ser madres no podemos dejarnos llevar por ese tipo de torturas".

"Rise de bar" es el otro tip que propone. Tiene que ver con las expectativas que las mujeres tienen en los hombres. Con esa tendencia de esperar lo peor de ellos. Kathleen dice que hay que poner la vara más alta y que las mujeres sean inaccesibles en términos sexuales, que respeten su cuerpo para recibir de vuelta lo mismo. "Los hombres no quieren presentarle a su madre a la chica que más cerveza tomó o a la que se ha acostado con toda la ciudad".

En cuarto lugar, Kathleen dice que hay que asumir una actitud "Pro dad", es decir, devolverle al padre el sitial que corresponde. "Deberíamos honrar el rol de los padres tanto como el de las madres", comenta. "Lo que pasa es que hoy en día tenemos muchos más padres marginados de las familias". Las razones son variadas: desde los bancos de esperma on line hasta la postergación de la maternidad en beneficio de una carrera, que ha arrojado como resultado madres solteras y solas a los 40 años.

Por último, Kathleen se atreve a reinterpretar el feminismo y le está dando forma a través de los años. Lo está llevando bien: propone una tregua. "Creo que lo que el feminismo tiene que hacer es ampliar el campo de juego para las mujeres.

De esa forma ellas pueden perseguir carreras si quieren hacerlo, podrían estar protegidas por la ley en diversos ámbitos, etc. Deben seguir luchando por igualdad de condiciones. El problema es que en el proceso hicimos a los hombres nuestros enemigos. Entonces creo que un nuevo feminismo simplemente tiene que cortar esa hostilidad y reconocer que los hombres son agentes complementarios y no son competidores en el mundo doméstico. Ellos son compañeros de vida. Es tiempo de que el feminismo acoja a los hombres y reconozca que deben ser tratados con respeto, que note las diferencias de un sexo y otro y las celebre. No hay que hacer que nadie se sienta culpable. Por ejemplo, hemos arrancado esa idea de que los hombres tienen que ser protectores y proveedores, pero de hecho ése es el rol que la naturaleza les asignó a los hombres, eso es lo que ellos quieren hacer si es que nosotras los dejáramos.

Hay que volver a eso para que se sientan como hombres. Odio decirlo, pero a mi marido le encanta cuando estoy enferma porque lo necesito, ¿sabes? Los hombres quieren ser necesitados".
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