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Con o sin aliento

El aporte del oxígeno es fundamental para la realización de los ejercicios. Pero no sólo hablamos de alto rendimiento, sino de toda nuestra actividad diaria.

18 de Noviembre de 2008 | 09:23 |
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Necesitamos oxígeno para sostener el movimiento. En ejercicios de "largo aliento", la prueba es el aumento de nuestra frecuencia respiratoria. Respiramos más veces por minuto para conducir más aire atmosférico y, por ende, oxígeno hasta nuestros músculos, para satisfacer las necesidades energéticas que plantea el movimiento. Y lo sentimos jadeando...

Sin oxígeno, la capacidad energética de un hombre queda reducida al uso de sus escasas reservas de combustible celular (ATP o CP) y a la combustión de glucosa ácido láctico. Este último proceso es diecinueve veces más ineficiente en relación al mismo evento en presencia de oxígeno.

Usamos ATP puro en esfuerzos poderosos de menos de cuatro segundos, como el envión del levantamiento de pesas, el "latigazo" muscular de un salto alto, un lanzamiento de jabalina, un "palo" de golf o un saque de tenis.

Esfuerzos del mismo tipo pero un poco más largos (menos de diez segundos) consumen ATP y otro combustible fosforado, la fosfocreatina, o CP; esto da un poder sostenido en acciones, como por ejemplo piques cortos o cambios de ritmo e intensidad en una rutina de gimnasia.

En esfuerzos de Resistencia Anaeróbica (1,5 min.), carreras pedestres de 200 a 400 metros, o acuáticas de 100 m., además de las reservas de combustibles fosforados, se consume glucosa sin oxígeno (glicólisis anaerobia).

Esfuerzos más largos, desde una carrera de 400 metros planos, demandan una cantidad de energía tal, que requieren la ulterior transformación del ácido láctico hasta dióxido de carbono (CO2) y agua, para generar mucho más ATP y satisfacer así las necesidades impuestas. Para esto es imprescindible el oxígeno, y por eso las pruebas de resistencia en el tiempo se dicen de Resistencia Aeróbica, o esfuerzos de largo aliento, como nadar, trotar o andar en bicicleta.

Si el suministro humano de oxígeno fuese solamente a través de la difusión por la piel, nos sería imposible, incluso sin movimientos voluntarios, satisfacer nuestras necesidades básicas de energía. Y qué decir de los tres a cuatro litros de intercambio gaseoso necesarios para correr a un paso de tres minutos por kilómetro en un maratón.

Necesitamos extraer oxígeno atmosférico y deshacernos del dióxido de carbono y del agua generada por las reacciones bioquímicas -es decir, nuestro metabolismo- para vivir y generar y transducir energía en movimiento. Este intercambio gaseoso se realiza en nuestro sistema ventilatorio, y que permite a través de órganos de gran superficie, nuestros pulmones, airear la sangre.

El tejido alveolar tiene el mayor suministro de sangre de todos los órganos del cuerpo. En reposo, aproximadamente un cuarto de litro de oxígeno deja los alvéolos y entra a la sangre, y un quinto de litro de dióxido de carbono difunde en la dirección opuesta.

Trescientos millones de alvéolos pulmonares, pequeños saquitos donde termina el "árbol pulmonar", dan la superficie de separación e intercambio entre la sangre y los gases atmosféricos que llegan y salen en cada inspiración y expiración al espacio alveolar. Si bien es cierto que los pulmones pesan alrededor de un kilo, su superficie extendida cubre un área de 50 a 100 metros cuadrados.

Así, la superficie de intercambio pulmonar es 20 a 50 veces mayor que la de nuestra piel, y podría cubrir más de la mitad de una cancha de tenis.