En medio de la coda final,
Luis Ortigoza -entonces Primer Bailarín del Ballet de Santiago, hoy Primer Bailarín Estrella- giraba y giraba en el escenario de la VII Versión del Festival Internacional de Danza de Miami.
Es septiembre del año 2002, y el recuerdo del 11-S aún estaba latente en un público que, con temor, observó cómo la luz del teatro se apagaba. Unos segundos de tensión en la oscuridad terminaron en ovación, cuando, al volver la claridad al lugar, Ortigoza continuaba girando con su técnica perfecta, como si nada hubiese pasado.
“El teatro se vino abajo, fue una ovación increíble. Yo había sentido que la luz se empezaba a ir y seguí… Lo que pasa es que es un poco difícil seguir girando con la luz apagada”, cuenta el bailarín en uno de los salones del Teatro Municipal de Santiago, el que ha sido el escenario y hogar artístico del este bonaerense, desde hace exactamente 20 años, cuando llegó tras la oferta de contrato que los chilenos le hicieron, mientras estudiaba ballet clásico en la Escuela del Teatro Colón.
Los 35 años de oficio, de sus 38 de vida, hacen que hoy Luis sea uno de los únicos tres Primeros Bailarines Estrella de Sudamérica, título que recibió el año pasado junto con su compañera en el Ballet de Santiago, Marcela Goicoechea, y que la uruguaya Sara Nieto ostenta desde 1986.
El reconocimiento internacional de Ortigoza le ha traído varias propuestas de las mejores compañías de ballet para integrar sus filas, pero el argentino permanece firme a las puertas de calle Moneda, por más que tenga una que otra crítica hacia del público chileno, y que durante su larga estada en el escenario santiaguino haya debido pasar un tiempo sin director del cuerpo de baile, o que cuando debutó como coreógrafo el año pasado, con “La Bayadera”, el gran estreno haya tenido que ser suspendido debido a las huelgas en el Municipal, que para ese tiempo ya eran más que habituales.
- ¿Por qué insistes en quedarte?
“Creo que aquí hay una cosa personal que pesa mucho. Para mí, establecerme en algún lugar es súper importante; tener mi espacio, mi metro cuadrado, lo necesito en lo personal para poder estar bien en lo profesional. El hecho de irme a otra compañía, establecerme en otro lado, es algo que me costaría profesionalmente, por todo lo que significa esta compañía para mí y también por tener que comenzar todo de nuevo. Eso yo creo que me ha frenado un poco”.
-¿Y qué significa esta compañía para ti, tomando en cuenta algunos ratos malos que has pasado estando en ella, como la suspensión de tu estreno como coreógrafo?
“Lo que pasa es que yo desde hace muchos años que estoy acá, desde hace 20, y hay un trato casi doméstico con el resto de mis compañeros, porque nos conocemos muchísimo y hemos pasado por muchas cosas súper lindas y súper feas… Somos como un grupo que rema para el mismo lado y queremos que las cosas salgan bien. El año pasado, cuando fue el problema sindical, fue sin duda para mí una bomba, pero yo traté de separar y de entender cuál era la postura del resto de mis compañeros”.
-¿Qué no era nada personal?
“Claro, contra mí o contra ‘La Bayadere’. Eso lo tengo súper claro. Son cosas que, qué se yo, se cruzan y bueno, que están y hay que aprender a convivir con eso”.
-Con 20 años en Chile, ¿no te sientes un poquito chileno ya?
“Hay costumbres y cosas que las tengo arraigadas de acá, como de usos y costumbres, la forma de vivir cotidianamente… Por su puesto que extraño y que me encanta Buenos Aires. Es una ciudad que adoro, porque cada vez que voy es increíble en cuanto a lo cultural, la gente, los espectáculos, todo. A mí me fascina, pero es muy difícil vivir allá por el ritmo de trabajo y el estrés de la gente. Hay cosas que uno extraña y que en mi caso van a ser así siempre, pero no estoy todo el día con la añoranza, sino no podría vivir aquí”.
-¿Hay algo que te choque de nuestra cultura?
“Sí. Chile es un país del que se habla mucho afuera, del que se habla bien, del que se habla de un progreso económico, que se diferencia del resto de América Latina, justamente por todas estas cosas. Pero no entiendo cómo todo este crecimiento no va de la mano con un crecimiento cultural. Me refiero a hacer más teatros, pero teatros en serio, a mostrarle a la gente lo que pasa hoy en día en otras partes del mundo. Creo que un país que no tiene cultura es como uno que no tiene educación. Y otra cosa que todavía no logro acostumbrarme, y me pregunto qué es lo que pasa, es el público que a veces viene a ver las funciones al Municipal, que no aplaude. Se quedan así y después, por ejemplo, me dicen
‘ay, el espectáculo fue increíble, fue maravilloso, pero uno como bailarín tiene la percepción de que no les gustó, porque al público le cuesta manifestarse. Y no pasa en el interior de Chile, porque he hecho giras en el interior y el público es tremendamente distinto”.
-¿Dices que el santiaguino es egoísta con el aplauso?
“Sí, un poco. A mí me ha pasado de estar viendo una función aquí en el Municipal y aplaudir y gritar ‘bravo’ y una señora adelante se dio vuelta y me dijo
‘shshshsh, esto no es un estadio de fútbol”.
-¿Podrías ser diferentes formas de apreciar el espectáculo?
“Sí, puede ser. No sé… Yo soy demasiado apasionado para mis cosas y si me gusta algo lo manifiesto así, en forma muy grande. Pero, en general, me lo han comentado también bailarines que han venido a bailar acá. Como que el público es difícil, en ese sentido”.
-¿Qué te pasa con esto, cuando estás en el escenario y sientes poca retribución del público?
“Bueno, ahora como que ya estoy un poco acostumbrado, aunque no me gusta decirlo así, porque espero que cambie, pero es un poco previsible… Uno baila para el público, para que la gente lo pase bien, para que disfrute lo que está viendo; que venga al teatro y se evada de todos sus problemas y de todas las cosas que pasan afuera, y que con el espectáculo, que dura dos, horas puedan salir de eso y ver un mundo irreal arriba del escenario. Entonces, como bailarín, uno espera que se lo retribuyan de alguna forma y esa forma es el aplauso. No quiere decir que tengan que aplaudir absolutamente todo si no les gusta”.
-Esta es una carrera corta, has dicho, que cuando acaba descubres que lo único que te quedan son cosas como los aplausos y los reconocimientos a tu esfuerzo y trayectoria. En los 35 años que llevas en esto, ¿hay algún recuerdo que guardes con especial cariño?
“Me acuerdo una vez que estábamos en una gala en Cuba, en La Habana (Festival de La Habana 2000), con un público tremendamente difícil, porque sabe muchísimo… Yo bailaba con una bailarina española (María Giménez) y fue una función increíble para mí. Una de mis mejores funciones de “Diana y Acteón”. El teatro se vino abajo y gritaban mi nombre. Después decían que mi participación había marcado el festival. También el haber bailado en el (Teatro) Bolshoi fue muy significativo por toda la historia y tradición que tiene”.
-¿Ahí fue donde tuviste que salir 3 veces a recibir los aplausos?
“Sí, lo que pasó es que en esa gala nos pidieron a cada pareja que bailábamos, terminar el pas de deux y que no hiciéramos saludos, porque se extendía mucho. Así que al final de toda la gala se hacía algo especial y todos saludábamos. Y cuando nosotros (Marcela Goicoechea y él) hicimos el pas de deux de ‘Carmen’, el público reaccionó de una forma increíble. No lo podíamos creer… Nos hicieron salir a saludar porque el público no dejaba de aplaudir y no podían seguir con la función. Tuvimos que salir a saludar un montón de veces. Fue también una cosa como ¿estoy despierto?”
-Ovaciones afuera y acá te retan si gritas “bravo”. Y aún así no te quieres ir…
“Es que no es fácil. Un bailarín tiene que estar en una compañía, tener esa casa artística y salir y viajar, sí, pero perteneciendo a un lugar. Por una cosa de estilo, de formación... Saber que te van a dar tu clase diaria, que van a corregirte si es necesario, etcétera. Para mí, eso es fundamental”.
-Dicen que vas a ser el sucesor de Marcia Haydée y, protocolarmente, has dicho que no es tu objetivo, pero que no te cierras a la posibilidad. ¿Sigues con el mismo discurso?
“Sí. En toda mi carrera nunca me puse objetivos tan firmes ni tan determinados. O sea, siempre fui dejando que las cosas pasaran, teniendo la posibilidad de tomar oportunidades y de dejarlas. Pero nunca me impuse: tengo que bailar en el Bolshoi. O tengo que bailar tal ballet. Porque está bien que uno se esfuerce y tenga cierta ambición, querer progresar, pero tampoco se puede apostar a tanto, porque si las cosas no resultan, la frustración sería muchísima. No podés apostar todo a una sola cosa. Y en este caso es exactamente lo mismo. No lo niego, se habló, se especula, qué sé yo. Personalmente, espero que Marcia siga varios años más como directora, porque la gestión que está haciendo con la compañía es increíble”.
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