En Chile, la participación femenina en el mundo del trabajo es de 40%, una de las más bajas de América Latina. Uno de los factores que explicaría esta exigua presencia femenina es la dificultad para conciliar los roles familiares y de trabajadora.
Un nuevo estudio realizado por psicólogos de la Universidad Católica -y financiado por la Dirección de Investigación de ese plantel (DIPUC)- revela que el conflicto que viven las madres trabajadoras está trayendo consecuencias para su salud física y mental.
"A mayor percepción de conflicto trabajo-familia de parte de las mujeres, se da también una mayor autopercepción de síntomas angustiosos y depresivos", describe el psicólogo laboral Eduardo Barros, quien encabeza la investigación.
Además, se encontró una relación directa entre la percepción del dilema familiar-laboral con la presencia de diversas dolencias físicas, como dolores de cabeza y musculares, y problemas gástricos, entre otras, y más consultas médicas.
Los resultados son llamativos sobre todo porque se escogió una muestra de mujeres con un buen nivel socioeconómico y educacional -todas tenían estudios superiores- y que contaban con ayuda doméstica en sus hogares: el 90% tenía al menos una nana.
El estudio se realizó en una muestra de 206 madres -con hijos menores de 12 años- que trabajaban contratadas por alguna empresa, cumpliendo un horario. Sus ingresos familiares fluctuaban entre los $400.000 y más de $2.000.000 mensuales; el 73% ganaba más de $1.500.000 al mes.
A pesar de contar con ayuda doméstica, el 45,6% de estas mujeres reportó un alto nivel de conflicto a la hora de conciliar los distintos roles. Y el 30,9% mostró un bajo nivel de conflicto.
El psicólogo Eduardo Barros -quien realizó el estudio junto a la psicóloga María Cecilia Barros- explica que para medir la percepción de "conflicto trabajo-familia" se usaron cuestionarios ya aplicados con éxito en estudios internacionales en esta materia. Además, se utilizaron instrumentos para medir la percepción de la propia salud física y mental.
Al asociar las distintas variables, se encontró una correlación entre la percepción del mencionado conflicto y los síntomas de problemas de salud física y mental.
Además, se aplicó un indicador indirecto de salud mental: el índice de cuán satisfecha se siente la persona con su vida. Y el nivel de insatisfacción apareció asociado con la mayor percepción de conflicto.
| Tituladas |
| El 77,7% de las mujeres que participaron en el estudio cuenta al menos con educación universitaria completa. El 28%, con estudios de posgrado. |
La insatisfacción apareció también en la evaluación que hacen las mujeres de su propio desempeño laboral: las que experimentan más conflicto entre sus roles sienten que su trabajo es menos satisfactorio y que su desempeño está siendo menos bueno que en etapas anteriores.
Una variable que incidió en los resultados fue la de la extensión de la jornada laboral. El 70% de la muestra cumplía jornada completa en su trabajo; y el 30%, jornadas parciales. Este último grupo mostró un menor nivel de conflicto que quienes cumplían jornada completa.
Eduardo Barros explica que, para conformar la muestra, no fue fácil encontrar a mujeres profesionales que tuvieran jornada parcial. "Este tipo de trabajo es bastante escaso, lo que es lamentable porque, claramente, reporta beneficios a las mujeres que lo tienen".
Agrega que la forma en que se presentan las ofertas laborales para las mujeres no está reforzando que ellas ingresen a este mercado. "No les es fácil tomar la decisión de trabajar porque están percibiendo no sólo que podría afectar a sus familias sino también a su salud". Según Barros, los resultados son preocupantes, ya que las consecuencias negativas que este conflicto trae para la salud de las mujeres pueden llevar, en el largo plazo, a un mayor ausentismo laboral femenino.
Desafío social
El estudio advierte entre sus conclusiones que la muestra escogida podría representar a un grupo que cuenta con más recursos para contrarrestar las consecuencias negativas de este conflicto. Por ello, agrega, éste podría mostrar efectos aún más negativos en los sectores socioeconómicamente menos favorecidos.
Eduardo Barros agrega que las consecuencias adversas de este problema podrían llegar a afectar no sólo a las personas sino también a las empresas, por el ausentismo laboral femenino, y a la larga, a la sociedad en su conjunto:
"Las mujeres que viven esta situación pueden llegar a desarrollar dolencias más serias en el largo plazo", advierte. Y agrega que estos resultados invitan a favorecer las condiciones para que las mujeres puedan compatibilizar estos roles, sobre todo en el ámbito de la flexibilidad de los horarios.
Menos saludables
El estudio mostró que las mujeres que tienen un mayor nivel de conflicto trabajo-familia presentan conductas menos saludables que el resto de las participantes de la encuesta.
Por ejemplo, tienden a alimentarse peor (consumen más comida rápida); tienen una percepción negativa sobre su peso (se sienten con sobrepeso), y toman más café en el trabajo.
Además, fuman más y realizan menos actividades recreativas; perciben que duermen menos y con un sueño menos reparador.