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“La cocina no es símbolo de discriminación (de la mujer)”

La religiosa, famosa por sus libros y programas de cocina, asegura que la mujer es el centro de la familia y la comida un medio para generar diálogo y evangelizar. Se declara enemiga de la comida recalentada.

02 de Marzo de 2009 | 15:18 |
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Todo en su vida se da por designios del Señor, dirá ella. Sin tenerlo siquiera considerado, tuvo la oportunidad de tener su propio programa de televisión, “Dulces tentaciones”, gracias a que una ex alumna la postuló como una chef que revolucionaría la pantalla.

Tras grabar el piloto y salir al aire en mayo de 2002, recordó que requería el permiso de las autoridades eclesiásticas y la divina providencia quiso que se lo dieran.

Así las cosas, la hermana Bernarda condujo uno de los espacios más populares del canal Gourmet que la hicieron conocida y querida en toda América durante tres años. Hoy, ya retirada de esas pistas, sigue recorriendo la región para promocionar su último libro de recetas de un total de cinco (más una agenda)

A estas alturas de la vida, con 80 años, le faltan las fuerzas, pero no la alegría con la que habla de su vocación, la vida religiosa, y de su pasión, la cocina. Por eso, se ríe cuando recuerda que “Dulces tentaciones” le permitió estar dos veces en el programa de Mirta Legrand y entrar el estudio como si fuera una gran estrella del espectáculo. “El Señor se preocupa del camino”, asegura.

Miembro de la Congregación de las Hermanas de la Santa Cruz dictaba clases de cocina a mujeres cuando fue descubierta. El paso siguiente fue grabar, en maratónicas sesiones semanales, 49 programas anuales; para ello, el equipo de televisión se trasladaba a su casa de retiro, ubicada al sur del Gran Buenos Aires, en Quilmes, con cámaras, focos y todos los productos necesarios para cada receta.

Dueña de una memoria privilegiada, confiesa que se acuerda de cada una de las preparaciones que conoce y dicta, sin mediar pausa, los ingredientes que se necesitan para hacer una torta económica que requiere de un solo huevo.

Nacida en la Pampa, María Florentina Seitz, se crió en Córdoba y tuvo la oportunidad de vivir un año en Alemania, país del que provenían sus abuelos, quienes en 1900 se instalaron en Entre Ríos. Eso explica, en parte, que uno de sus fuertes sea la repostería alemana y suiza.

A Chile viaja regularmente porque su congregación tiene una casa provincial en Temuco, pero muchas veces la invitan a dictar cursos de cocina en escuelas de gastronomía.

-¿Es muy raro estar en la Feria del Libro autografiando libros?
“No, ya me acostumbré porque pienso que es un nuevo apostolado para el mundo de hoy. Si Dios le da a uno un talento, tiene que transmitirlo a los otros; todo lo que recibimos es un don gratuito de Dios para darlo al mundo. A través del libro, de la cocina, llego a los hogares, a la ama de casa”.

-¿De verdad, con la cocina se puede evangelizar?
“Claro que sí, perfectamente, porque uno demuestra todo el amor que se siente al esposo, a los hijos, a todos los que se sientan a la mesa. Si se ponen frente al televisor nadie habla, nadie se comunica, pero si se sientan a la mesa a comer, todos participan y cuentan sus alegrías y penas; la comida es capaz de abrir un nuevo diálogo en la familia”.

-¿Qué le parece que haya un movimiento mundial, feminista, que intenta sacar a la mujer de la cocina?
“Cocinar no es un rol antiguo, al contrario, es moderno porque a través de la cocina se expresa el cariño. Además, la mujer de hoy, aunque tenga que trabajar, cocina, entonces es fundamental la organización y en eso yo la ayudo. Puede preparar con anticipación y guardar en el freezer para dejarse tiempo para otras cosas.
“La mujer es el centro de la familia, que une y no desune. La cocina no es símbolo de discriminación”.

La hermana Bernarda asegura que con el programa de televisión pudo llegar a muchos hogares y ayudar a que las dueñas de casa tomaran conciencia de su valor.

-Hoy es casi un privilegio estar en la cocina, hay poco tiempo.
“Sí, por eso se debe tratar de hacer cosas cortas y gustosas”.

-¿En tiempo de crisis, su mensaje de no botar nada, tiene mayor valor?
“Sí. Está pasando y lo veo entre mis alumnas. A ellas les enseño a hacer una torta con un huevo…”

-¿Se puede?
“Claro, y se puede hacer un strudel con medio huevo y sólo 150 grs. de harina. Muchos no lo pueden creer”.

-¿¡Y cómo se divide un huevo!?
“Se bate y luego, se reparte”.

-¿Qué es mejor lo rebuscado o lo simple? Porque hoy, en gastronomía, se habla de preparar cosas sofisticadas.
“Lo mejor es lo simple. Cuando uno ve a chefs, en televisión, haciendo cosas rebuscadas uno se pregunta quién va a ser capaz de hacer eso. Nadie; todos buscan lo simple y bien preparado”.

-¿Hay algún secreto que nunca falla en la cocina?
“El amor; yo voy a la cocina y hago las cosas con cariño. Aunque tenga poco le pongo todo el entusiasmo, sabor, y además, lo presentó bien adornado”.

-Sí, pero aunque haya mucho amor, a algunos se les bajan los soufflés…
“Eso tiene que ver con la falta de organización…(se ríe).

-Usted dice que la mujer que tiene poco tiempo debe congelar, pero muchos critican la comida recalentada.
“No, no, no hay que recalentar. Hay que cocinar y congelar lo que sobra; con eso se debe inventar algo nuevo”.

Si bien en su familia, su madre y abuela preparaban recetas, alemanas y de las otras, aprendió a cocinar en el convento donde tienen una escuela de arte culinario y en donde se prepara a novias en sus trabajos hogareños. “Había un espíritu dentro de mí y de la familia; éramos muy laboriosos”, cuenta.

-Después de tantos años cocinando, ¿qué es lo que más le gusta comer?
“Me gusta lo salado más que lo dulce. Los saladitos, un buen asado…”

-Ahí le sale lo argentino…
“Sí, (se ríe), un buen choripán me encanta”.

-¿La gula es pecado?
“Depende, uno puede ser golosa, pero buena. Cuando hay dos cosas, tomo una sola y ofrezco la otra en sacrificio”.
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