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“Mucha gente se queda sólo con el lado más glamoroso del vino”

La periodista especializada en vinos, creadora de la guía “Mujer y vino”, asegura que muchos se mueven por prejuicios o snobismo en este mundo; agrega que la mujer busca precio y le importa mucho la relación vino-comida.

26 de Febrero de 2009 | 09:06 |
Se ríe sola al reconocer que, quizás, su closet sea un poco más glamoroso que el de otras periodistas, porque el rubro en que se desempeña –el vino- le impone asistir a muchos eventos nocturnos. Pero, aún así, debe ser menos glamoroso que el de una compañera suya de la universidad, Soledad Onetto, quien será la próxima animadora del Festival de Viña del Mar.

La Sole, en todo caso, fue quien animó la presentación de su última guía “Mujer y Vino 2009” que edita desde hace cuatro años -la idea la trajo en la maleta después de un viaje por la campiña francesa- con el objetivo de fomentar el conocimiento y gusto de las chilenas por este brebaje seductor.

Para darle cuerpo, la periodista Ana María Barahona (32) reúne a un grupo de mujeres vinculadas a la industria y durante días se dedican a catar, pero -también- a copuchar.

Recuerda con entusiasmo su paso por la UC, como una de las últimas generaciones que tuvieron la oportunidad de estudiar en el Campus Oriente. Ahí se convenció de que su futuro estaba en la prensa escrita y en especial, en la sección de política o economía.

Sin embargo, terminó haciendo la práctica en el área de espectáculo de prensa de TVN porque el proceso de postulación fue tan largo y detallado que haber quedado seleccionada la hizo valorar esa oportunidad. Como es una convencida de que la vida tiene ciclos, al igual que el vino, Anita asegura que su paso por televisión le sirvió, entre otros, para encontrar marido, porque terminó casada con un colega y hoy tiene un hijo de 2 años.

Absolutamente ajena al mundo del vino – “imagínate, salí de colegio de monjas y no tomaba nada”-, cuenta que al terminar la práctica la llamaron de la revista “Vendimia” y comenzó a fascinarse con ese mundo.

Su ignorancia le permitió innovar; ya que no podía hacer crítica, hacía notas más duras sobre el balance de las viñas y otros. Una cosa llevó a la otra y terminó cambiándose a Chilevinos.

Hoy está viviendo un proceso ambiguo: por un lado, está entusiasmada por el desafío que implica asumir de editora de vinos en la revista La CAV y por otro, de duelo porque deja atrás 8 años de su vida y trayectoria.

“Para mí el vino son ‘los momentos’, lo que surge en torno a una mesa, una conversación con una copa de vino, que es especial. El vino, a diferencia de otros licores, te da una sensación muy especial”, comenta.

-¿No te dio temor iniciarte en un mundo donde no sabías nada y es de especialistas?
“Sí, fue re duro. Al principio pensaba que si era necesario me podía cambiar, pero de a poco fui creando mis armas en el tema porque soy matea y me fui especializando. Igual pasó un buen rato antes de atreverme a criticar y ponerle un puntaje a un vino, tenía que tener las herramientas”.

-¿Qué es un tiempo?
“Diría que un par de años. Por eso, no podía sacar una guía el 2001 y sí hacerlo varios años después con el apoyo de la industria.
“Soy bien agradecida del vino, nos hemos retroalimentado mutuamente. Yo le he entregado parte de mis años como periodista y él, me permitió conocerlo”.

-Un descubrimiento.
“Sí, yo creo en el periodismo que cumple un rol social y lo he ido encontrando en el vino; se trata de una de las industrias más importantes que tiene Chile y haciendo buen periodismo ayudo a que la gente consuma más y mejor vino. Con la guía hay una labor social súper potente; no la hago para endiosarme, sino que para que la gente pueda encontrar ahí lo que desea saber, aunque mucha gente se queda sólo con el lado más glamoroso del vino”.

-Pero eso parece inevitable.
“O sea, el vino tiene mucho de eso. Mi marido, que es reportero de televisión, se ríe porque tengo que ir a muchas comidas, lanzamientos y fiestas. Todavía me acuerdo de que la primera vez que fui a la feria de vinos más importante del mundo, en Burdeos, a dos semanas de casarme y fue una locura. En esa oportunidad el chateaux Mouton Rothschild celebraba 150 años de vida e hizo una gran fiesta de gala y para que te des cuenta de la magnitud, tuvieron que mandar a hacer la carpa a Bélgica porque en Francia no había ningún proveedor que pudiera cumplir con las condiciones necesarias”.

Su cara se ilumina recordando el evento y lo describe sin saltarse detalles: la baronesa Philippe de Rothschild, que es un personaje en el mundo del vino porque antes de hacerse cargo de la empresa era actriz, bailó y cantó para los asistentes. Pero más impactante fue que en un momento comentara que un amigo suyo quería acompañarla y sorpresivamente apareció Plácido Domingo mientras lanzaban fuegos artificiales en medio de los viñedos.

“Sí, hay cosas como rimbombantes, es verdad que mucho tiene que ver con alta gastronomía, pero me quedo con lo valioso de todo el trabajo de las personas que hay detrás. Yo trato de rescatar eso, más que la cosa glamorosa”, dice.

-¿Esa imagen es la que todavía mantiene al vino instalado en una cosa media elitista? El mejor vino en botella para la elite y el de cartón o damajuana para los otros.
“Creo que eso es un tema de prejuicios. El mismo Mercurio ha publicado estudios sobre la canasta familiar donde en La Florida se gasta más dinero en vinos caros que en Las Condes en vino porque es un segmento que quiere demostrar más”.

-O sea, el vino es aspiracional.
“Totalmente. A mí me pasa mucho que cuando voy a una casa a comer llevo vino para compartir, pero lo guardan porque dan por entendido que es bueno o más caro y ponen en la mesa uno más barato. Eso me impresiona, hay un cuento raro en eso.
“La gente dice que consume ciertas marcas a pesar de que uno sabe que eso no es posible. ¿Quién de verdad compra vinos de 10 lucas para comer durante la semana? Nadie, pero cuando le preguntan a los ejecutivos qué toman dicen que es Montes y te aseguro que no es así”.

Esto de lo que se toma y compra, Anita lo maneja al dedillo. Menciona estudios que sí señalan que las mujeres gastan menos en vino, porque compran en supermercados y baratos, mientras que los hombres, por una cuestión de estatus, lo hace en tiendas especializadas y más caro. “Se entretiene con la cosa bonita de la tienda y con la posibilidad de pavonearse”.

-Hasta para esto la mujer resulta práctica.
“Totalmente. Busca calidad con precio, pero primero que nada precio. Y por eso en la guía ponemos el plato de comida que debiera acompañar a todos los vinos ganadores en sus categorías. Las mujeres piensa en vino con comida, en cambio, los hombres se toman una copita porque sí.
“Toda la onda gourmet, gastronomía nacional y vino es por donde va el encanto con la mujer… la guía busca solucionarle la vida a la mujer. Además, de educar, la idea es que haya una visión menos snob con el vino…”

-¿Y los chilenos se dejan guiar por una mujer?
“No, es genial. Cuando voy a un restorán con mi marido y aunque yo pida la carta de vinos, se la entregan a él y se lo dan a probar también”.

-Hay un cuento machista potente, desde el primer eslabón de la cadena de producción donde hay pocas enólogas.
“Sí, pero ha habido un cambio importante. De cuando partí hace 8 años a ahora, el cambio es notable. Piensa que en la guía del año pasado hubo 60 catadoras y este año, porque reduje el número, fueron 44 y podrían haber sido más. Eso nunca hubiera pasado hace 10 años.
“Antes, enólogas era la Cecilia Torres de Santa Rita, que es como emblemática, pero hoy son muchas más, claro que ejecutivas hay pocas”.

-¿Qué explica que todavía no sean las suficientes?
“Creo que el trabajo de enóloga es muy duro; piensa que durante la vendimia, que es la época de verano, se tienen que quedar en la bodega hasta las 11 de la noche. Al final les pasa lo que a todas las mujeres, tienen que sopesar entre su trabajo y su familia”.

-¿Tiene algo que ver el hecho de que las mujeres pueden hacer un vino diferente que los hombres? De hecho, por algo, haces una guía para mujeres.
“En términos generales, las mujeres involucran todo su espectro en el tema. He probado vinos con hombres y con mujeres y cuando lo hacemos sólo nosotras, terminamos tardísimo porque nos ponemos a hablar de la vida, en cambio, ellos se concentran en el vino.
“En cuanto a hacer vinos, hay ejemplos donde el vino es recio, masculino y el enólogo es mujer; no es para nada algo suavecito. Las mujeres tienen una sensibilidad distintas y sí creo que las mujeres enólogas tratan de ponerle menos barrica a los vinos, más amables o suaves”.

-¿Entonces si hay vinos para gustos de mujeres y gustos de hombres?
“Sí, pero eso también es prejuicio o mito. A mí me carga el Late Harvest, no lo tomo, me niego a tomar vino dulce, porque creo que en general andan pésimo, en cambio, mi marido le encanta el Chardonnay. Ahora, es cierto que un hombre mira con recelo una botella de Rosé.
“Siendo hombre o mujer, si tienes un buen vino al frente, lo vas a disfrutar igual”.
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