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“Los subsidios impiden los emprendimientos”

Esta economista asegura que las mujeres aún tienen muchas barreras por derribar: buscar socios que no sean familiares, ver su empresa como algo ajeno a su persona, e innovar. Agrega que el reemprendimiento en Chile sigue muy castigado y hasta en eso las mujeres son culposas.

19 de Marzo de 2009 | 09:48 |
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En su caso la posta se dio al revés. Su hija, Vesna Mandakovic, primera directora del Centro de Estudios Empresariales de la Mujer debió dejar su cargo para hacer su doctorado y ella la reemplazó. Probablemente, cuando vuelva, podrá terminar, también, su tesis doctoral que arrastra hace algunos años.

Y es que la vida de la ingeniera comercial Olga Pizarro ha sido y es un torbellino. Capitalina, después de casarse, partió a Concepción donde terminó sus estudios universitarios y crió y educó a sus cuatro hijos por lo que se siente profundamente penquista. Entre sus labores en la Universidad del Desarrollo, el CEEM y seminarios varios, viaja constantemente por el país, razón por la cual su marido ejerce, oficialmente, de apoderado de su hijo menor, de 17 años, que está a un año de salir del colegio.

Vive en Viña del Mar, pero en Santiago se queda en el departamento que tiene armado con una de sus hijas estudiante y aunque le gustaría ser más abuela de su única nieta, hija de Vesna, finalmente recurren a la bisabuela de la pequeña para que la cuide cuando se requiere.

Y precisamente de su madre –hoy de 80 años- heredó gran parte de su hiperactividad. Asegura que no tiene recuerdos de haber estado, alguna vez, en su casa sin hacer nada. Su padre murió a los 54 años y eso obligó a su madre viuda a hacerse cargo de la empresa que tenía, lo que, de paso, la convirtió en la primera contratista mujer de Chilectra.

Olga Pizarro, en todo caso, se las trae. Titulada en la Universidad de Concepción, con un magíster en la Adolfo Ibáñez, puso en práctica, con su marido, todas las reglas básicas que debe aplicar una mujer que desea conciliar familia y trabajo. Vivieron siempre al frente del colegio de los niños y compartían todas las responsabilidades.

“Creo que las mujeres se tienen que desarrollar. Mis grandes apoyos han sido el ímpetu de mi mamá, que me dijo siempre se valora más a la mujer que trabaja fuera de la casa y mi marido, que perdió a su padre muy pequeño y vio como su madre asumió todo”, explica y a reglón seguido, agrega que “las mujeres se tienen que quitar de encima las culpas”.

En la temática de la mujer se introdujo hace algunos años cuando la UDD comenzó una relación con Babson College. Se muestra orgullosa de la universidad en la que trabaja porque cuando fue seleccionada como académica (la primera a jornada completa), el grupo que la evaluó –entre ellos Ernesto Silva, Federico Valdés, Joaquín Lavín, Cristián Larroulet- la contrató pese a que, al comenzar la entrevista, ella les comunicó que hacía sólo escasos minutos se había hecho un test de embarazo y le había salido positivo.

Desde que se creó el CEEM, se han realizado una serie de estudios para clarificar la realidad de la mujer emprendedora, determinándose que 2 de cada 3 mujeres emprenden porque ven una oportunidad, más que por necesidad. Por lo menos en Chile, donde también se ha reconocido que el emprendimiento fue motivado por la idea de darle trabajo al marido cesante.

-Curiosas las razones para emprender.
“Sí, puesto así, darle trabajo al marido suena muy protector, pero hay un caso que grafica bien esto: en China la tasa de emprendimiento de las mujeres ha crecido mucho, pero la razón es que como los maridos ya quebraron, ellas deben asumir dar la cara. Y esto pasa en Chile, quebrar en Chile no se perdona, el reemprendimiento es todo un tema.
“Obviamente, muchas mujeres se transforman en jefas de hogar ya sea porque están solas o porque el marido no tiene trabajo y la mujer se lo da”.

-Se lo da y también a toda la familia.
“La pega de la mujer es familiar, ella es mucho más involucradora que el hombre”.

-¿Y eso por qué?
“Porque generalmente donde emprende es en la casa. Las grandes emprendedoras partieron ahí, mira Nutrabien e Isabella Jaras”.

-¿El que sea negocio familiar se explica en la naturaleza de la mujer? Tratar de ayudar a sus cercanos, aunque estos no sean los más eficientes.
“Eso pasa en todas las empresas familiares. La mujer tiende a extender la mano, es más solidaria y además, tiene un problema de desconfianza. Si a una le proponen ser socia de alguien, ese alguien tiene que ser un conocido, por eso buscan los socios entre la familia y amistades. No buscan socios inversionistas”.

-¿Y eso no le juega en contra?
“Sí, creo que las que han hecho grandes negocios son las que han sabido superar eso, han logrado pensar en la empresa. Siempre les digo a mis alumnas, cuando han entregado un mal trabajo, que tienen que hacerlo como lo hacen los hombres que se separan del trabajo y ven lo qué le pasa, en cambio, las mujeres lo personalizan”.

-¿Es decir, la mujer tiene que luchar contra su naturaleza?
“Sí, porque sino, no te metas a emprender. Hay que aprender a separar las cosas del ámbito personal del profesional. El sentido de la culpabilidad está muy arraigado en las mujeres, tenemos que hacernos cargo de todo y dejar a todos felices, y el mundo ideal se logra hasta por ahí.
“Si se toma conciencia de que uno se puede equivocar, que no todo sale bien, al igual que en tu hogar, puedes avanzar. Cuando los hijos fallan, no necesariamente se debe a que la madre es responsable, pueden haber muchas variables”.

Olga Pizarro señala que en el caso chileno, las mujeres que emprenden son de los sectores de menores recursos y lo hacen en su casa porque no tienen redes de apoyo para dejar a los hijos, que es un tema fundamental para dar el paso. Además, lo hacen por obtener un segundo ingreso familiar (y buscan la oportunidad) que es lo que les permite la movilidad social.

-¿La maternidad explica que en Chile el emprendimiento sea tan tardío? Se parte a los 39 años y el promedio de edad de las emprendedoras es 44.
“Chile tiene uno de los promedios más alto del mundo y se explica porque a esa edad ya han tenido los hijos y son más grandes, más criados. La que parte antes, lo hizo porque estaba apremiada por la necesidad.
“Si un hombre decide tomarse un sabático y deja que la mujer trabaje, más de alguien pensara que algo malo hizo, lo echaron y no lo quiere decir o, simplemente, es un mantenido. Si, en cambio, la mujer opta por quedarse en la casa, todos dicen que es una buena madre. Y las que trabajan no son malas madres”.

Lo anterior da cuenta de que existe un lenguaje social que expresa una cultura súper conservadora, explica Olga, quien, de paso, afirma que ser conservadores se expresa también en el hecho de que las hijas se van casadas de la casa y los hijos, pasado los 30, y siguen trayendo la ropa para que se la laven.

“Están bien subsidiados; te siguen manteniendo y, en definitiva, los subsidios impiden los emprendimientos”, afirma.

-¿Los subsidios de todo tipo? ¿El del marido a la señora y el del Estado a los más necesitados?
“Sí, incluidos los apoyos sociales. La región de Concepción tiene muchos soportes sociales y hay menos emprendimiento que en el resto del país”.

-O sea, se comprueba que la necesidad hace la oportunidad.
“Claro. No hay inmigrante que le vaya mal. Puede llegar con una mano por delante y otra por detrás, pero tiene que comer y no tiene ayuda. Si nosotros subsidiamos a todos, incluidos nuestros hijos, vamos a tener menos emprendimiento”.

-¿Eso explica que tengamos tasas de emprendimiento similares a las de los países desarrollados, como de Estados Unidos, que es del 10%?
“Sí, pero lo que pasa es que nosotros no somos desarrollados”.

-Las cifras señalan que las mujeres que emprenden son un 10%, pero las que llegan a empresarias establecidas son un 5,5%. ¿Se muere la mitad en el camino?
“Sí, pero hay que considerar que los primeros emprendimiento duran unos 5 años y por eso, se habla del reemprendimiento; es decir, el emprendedor tiene capacidad para generar nuevos negocios. Pero si quiebras, las probabilidades de que te presten dinero de nuevo son menores y por eso, tienen menos probabilidades de salir adelante.
“También influye el ciclo de vida, porque se emprende muy tarde, entonces tampoco se reintenta por segunda vez y quién te da crédito a edad avanzada”.

-Casi todas las mujeres que emprenden lo hacen en sectores donde ya hay competencia y pocas innovan o excursionan?
“A nivel país no hay alta innovación. Quienes lo hacen van de la mano de educación, tecnología, lo que significa, además, ser partner de una persona que viene de otra área. Si una tiene habilidades para un negocio, hay que buscar la contraparte y las mujeres tienden a funcionar en clanes”.

-A lo que se suma que somos menos arriesgadas.
“Tomamos riesgos súper limitados. No arriesgamos la casa –además, no está a nombre tuyo-, y hay que dejar garantías que al final puede dar un socio. Y ahí viene el problema.
“Por eso, funcionan mejor las Pymes con capital semillas que prestan sin aval, lo hacen por el proyecto, pero por pocas cantidades.
“Esto hace que las mujeres tengan que aumentar las redes”.

-¿Y cuánto pesan otros factores, como que el emprendimiento tenga un valor social? A las mujeres les importa más el proceso que el signo peso.
“Sí, nos importan un montón de cosas como ser felices, sentirse realizadas, que no afecte a la familia, etc. Hay un grupo de empresarias en Antofagasta que acaban de crear un programa de madrinazgo; puede ser que ello signifique una pérdida de tiempo para sus negocios, pero ellas se sienten con una necesidad de retribuir a los demás”.

-Muchas cortapisas.
“Pueden ser cortapisas en el futuro mediato. Cuesta que las mujeres piensen en tener más, más y más, de medirse con los demás”.

-¿Quién se para más rápido después de un fracaso?
“Diría que la capacidad de resiliencia la tienen, en general, los emprendedores, pero las mujeres se sienten en la obligación de pararse. Se lo imponen, porque son culposas. Si fracasa un hombre, no tienen rollo con el pasado; la mujer, en cambio, trata de pagar el fracaso, o sea, devolver lo que le prestaron y perdió; hasta para reemprender somos culposas”.

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