Aunque muchas veces es un evento muy planificado y esperado no sólo por la pareja, sino que también por la familia que los rodea, el nacimiento de un hijo implica una serie de cambios en el funcionamiento de una casa y en la rutina de cada uno de sus miembros, que deben ser enfrentados con claridad.
Lo que sucede es que son tantas las atenciones que se deben dar a los pequeños que casi no queda tiempo para los padres. Aunque caricaturesco, el caso de Gabrielle Solís, la “Desperate Housewife” acostumbrada a los lujos y la buena vida que tuvo que dejar su perfecta figura luego de tener a sus dos hijas, suena familiar para muchas mujeres.
Para Constanza, luego de haber triunfado en lo profesional y tener un matrimonio perfecto con su pololo de toda la vida, el paso lógico era tener un hijo. “Siempre lo esperé, desde que era chica que soñaba con ser mamá y no quería dejar pasar mucho tiempo”, explica.
Pero una vez que Agustina nació las cosas cambiaron. “No dormía, ya no podía salir y las conversaciones se transformaron en susurros. Al principio me daba lo mismo, pero al pasar el tiempo y aumentar el cansancio ya entré en la desesperación”.
Y es que la llegada de un bebé no es sólo un pequeño miembro más de la casa, sino que, como dice la psicóloga especialista en parejas,
Pamela Cohen, “se trata del nacimiento de una nueva familia”, y es así como debe ser entendido.
Por su parte, la psicóloga magíster en terapia familiar y de pareja,
Katusa Nishihara , plantea que la llegada de los hijos constituye una de las primeras
crisis normativas del ciclo de vida de una familia o pareja.
A su parecer, como toda crisis, ésta “implica la adaptación de una etapa previa que fue la constitución de la pareja sin hijo, a la constitución de un sistema más amplio”. Agrega que los problemas comunes de este periodo son que las nuevas tareas “merman el tiempo individual, agregando mayor cansancio, lo que limita en cantidad y calidad el tiempo de pareja”.
No obstante, como dice la profesional, a pesar de que estos problemas pueden ser muy comunes, “hay muchas variaciones que dependen de factores específicos de la pareja, como el grado de afiatamiento mutuo, la madurez personal, la etapa de la vida y de la relación en la que llega el hijo”.
Siempre hay formas de mejorar
Si bien es cierto que existe un distanciamiento de la pareja en pos de dar énfasis al rol de madre o padre, lo importante es que se entienda que “en la medida en que la pareja no logre restablecer un cierto equilibrio, la brecha se va acentuando cada vez más”, dice la profesional.
Incluso agrega que “muchas parejas que llevan ya años de relación y consultan por otros motivos, haciendo un recuento de su historia llegan a la conclusión de que los problemas comenzaron más o menos desde esta etapa de la llegada del primer hijo”.
Sin embargo, aclara que los hijos no constituyen un problema en sí, pero que “se requiere que las parejas se adapten a estos cambios y logren encontrar puentes o espacios comunes, de lo contrario, se van transformando en criadores de hijos y van perdiendo la calidad de ser pareja”.
Para Constanza las cosas cada vez fueron peores. Si bien estaba fascinada con esta nueva faceta de madre, era demasiado aprehensiva y no podía dejar de estar encima de su guagua. “No dormía por las noches y cada ruidito me ponía en alerta. Al final creo que todos lo pasamos pésimo, mi marido, yo y también la guagua”.
Según Nishihara, es importante y fundamental que las parejas mantengan siempre los espacios de encuentro. Muchas veces, con la llegada de los hijos, las parejas tienden a pensar “ya llegará el momento de poder conversar”, pero el ritmo de la vida no da pausas, por lo que es necesario que “busquen activamente los espacios de comunicación, porque, de otra forma, esa desconexión temporal empieza a vivirse como un status quo”.
Puntualiza la especialista que lo más importante en estas situaciones es “rescatar el agrado de estar juntos, la sensación de equipo, el humor; que lo poco que se haga juntos, aunque sean sólo las comidas del día, disfrutarlo. Ver al otro, mostrarse y hacer contacto”.
Consejos de un experto
La psicóloga Pamela Cohen señala que para redefinir los nuevos roles que aparecen en la pareja existen ciertas pautas que no deben ignorarse para que el proceso sea más fácil y agradable.
En primer lugar, la psicóloga recomienda
permitirse pensamientos negativos, es decir “hacer un espacio en la pareja para expresar lo que cada uno siente y que, muchas veces, no se atreve a expresar”.
Mirar hacia atrás en nuestra propia infancia puede ser muy útil, ya que “recordamos cómo lo hicieron nuestros padres y esa experiencia nos puede servir para ver qué modelos queremos perpetuar y cuáles queremos evitar”. Agrega Cohen que la pareja debe conversar y decidir juntos qué tipo de familia quieren ser.
Además, señala que es muy importante
ser padres juntos, es decir, que se debe integrar al marido en todo lo que tenga que ver con la guagua, con su desarrollo y su cuidado. Conversar mucho antes del parto para que ambos estén preparados para los cambios que se vienen.
Por último, la psicóloga dice que es importante que
hacer un esfuerzo para mantener vivo el romance, es decir, crear redes de apoyo que puedan cuidar al bebé para que los padres puedan salir.
Esto tiene que ver con hacerle un espacio al amor y
disponerse mentalmente para hacerle un espacio al plano amoroso. En este sentido agrega que “muchas veces no les dan ganas de estar en el plano erótico, pero lo que se debe hacer es juntos crearse expectativas dejándose llevar. Generalmente esto lleva a sentir ganas, porque, como dicen, el hambre viene comiendo”.