A los 17 años, terminando el colegio, Gonzalo Yáñez le pidió a su papá que le dejara tomarse un año libre para probar suerte. Había formado un grupo de música con unos compañeros y, tras grabar unos demos, parecía que podían hacer algo más serio del oficio musical.
Tras el beneplácito paterno, No me Acuerdo salió al mercado con “Nada que perder”, donde “Lentamente” sonó y resonó en las radios nacionales, llamando la atención el acento charrúa de su vocalista en una banda nacional.
Pero el joven grupo duró hasta el 2003 cuando Yáñez comenzó su aventura solista, previa transición como guitarrista invitado de Los Prisioneros, y hoy, con su tercer disco lanzado (Gonzalo Yáñez, 2005; De ida y Vuelta, 2006 y Dispara, 2008) está a un paso de internacionalizar su carrera, con un álbum que ya sonó en Estados Unidos y que se apronta a aparecer en México, país al que el músico partirá apenas escuche el “vamos”.
“En principio me voy sólo unos meses. Yo ya tuve la suerte de irme muy chico de gira con Los Prisioneros, como 5 meses. Tenía 19 años. Ahora creo que voy a trabajar más, porque es mi propio proyecto; soy mi cara y soy mi música; estoy desnudo frente a la situación de irme a México”, cuenta con un acento con mucho uruguayo y unos toques de chileno.
-¿Qué te pasó cuando salió el disco en Estados Unidos? No es algo menor.
“Es una locura. Yo decía
ojalá que alguien le dé bola al disco. Es que nunca sabés. Yo creo a ciegas en mi música y lo voy a hacer siempre, pero cuando vi los resultados, no lo podía creer. Salió ‘Dispara’ como primer single, y estuvo los primeros 2 meses como número 4, hasta llegó al número 2 en Itunes, y en las radios latinas estuvo 2 meses arriba de los Cadillacs de Manu Chao, de Beto Cueva, fue impresionante. Ya antes de todo eso, me empezaron a llamar los diarios de Boston, de Nueva York, la Billboard, a mí casa diciéndome
qué buen disco, Gonzalo. Vos sos un cantautor pop, pero que juega con la milonga, con el tango, con el bolero..., y lo más favorable para mí fue que ellos no tenían ninguna referencia mía más que mi música. No había nada que interfiriera en sus opiniones”.
-¿Has sentido que aquí tienen muchos prejuicios de ti?
“Es que siempre van a haber prejuicios en el lugar del que uno es. Yo tuve un grupo (No me Acuerdo) que a nivel de imagen fue bastante fuerte para algunas personas; fue bastante audaz de parte nuestra, porque o lo odiabas o te gustaba, no había intermedio. Pero por algo lo terminé. Me pareció que era una etapa de mi vida, de cuando yo era chico y tenía 16 años. Pero en Estados Unidos no tienen idea, no hay ninguna clase de prejuicios que altere lo que los tipos escuchan. Así que creo que es sano y alentador ver que esa lucha permanente por la que uno está va bien encausada, que quizás te tropezás, pero a nivel macro se está bien.
“Yo trato de no hacerme expectativas de las cosas, así que cuando pasa algo como esto es genial. Lo jodido es cuando están las expectativas y no las superás. Ahí te querés matar”.
-¿Pero a ti te ha ido mal?
“La verdad es que tengo que decir que mi situación se ha convertido en privilegiada. Yo tuve la suerte de a los 17 años tirar un disco a la calle y que eso me permitiera poder tomar la opción de dedicarme a la música y después de poder seguir con otras cosas, como producir discos. Hoy en día, doy una mirada de mis opciones de trabajo y la verdad es que son muchas. Tengo casi todos los discos más sonados y más vendidos de proyectos pop (La Feña, Amango, Kel, entre otros)”.
-Parece el trabajo ideal. ¿Tiene sus contras?
“Te lleva a tener conflictos con las parejas, es difícil. Vivo permanentemente en una situación compleja en ese sentido; me cuesta ordenarme con las relaciones, por cosas de horarios. Me gusta mucho estar pensando en canciones, así que cuando voy a comer con la novia, me pongo a pensar todo el rato en eso y se hace algo insoportable”.
-¿Eres trabajólico?
“Sí, pero igual soy más agradable que el tipo que está con el celular, supongo. Pero sí, yo trato de guardarme las cosas que me interesan para abastecerme de inspiración, porque vivo de componer canciones. Este año habré hecho 150 canciones para miles de proyectos y es difícil.
“En un momento estaba produciendo 4 discos juntos, una locura. No lo haría de nuevo. Quedó bien, pero el oficio del loco que escribe canciones es raro. Yo siempre he creído que es fundamental la inspiración, y he aprendido que eso se encuentra trabajando. No es que vos vas caminando por la calle y ¡oh! No, tenés que estar dándole y ahí pasa. Lo mío es una búsqueda, de decir
voy a hacer una canción que quiero escuchar ahora y que no tengo en mi Ipod. Quiero escuchar una canción que no existe y entonces la trato de hacer. Me gusta mucho ese rollo de por qué a la gente les gusta tanto una canción y un estadio se llena con toda la gente cantándola”.
-En una de tus canciones, “Encadenado”, dices: “No me hace falta nada, viví como siempre he querido vivir. ¿Es así? ¿Has hecho todo lo que has querido?
“¿La verdad? No es ser conformista, pero a mí mi vida me gusta mucho. No es llegar a mi casa y sentarme a tomar un wisky viendo la tele. Para mí es poder juntarme con mis amigos, que son mi banda, a tocar en cualquier lugar, ya sea en un boliche al que van 200 personas o un lugar repleto. Disfruto mucho del tiempo con las personas, poder conversar, poder dedicarme a la música, poder viajar tocándola y que la gente me escuche. Disfruto que me vaya bien. Compongo canciones para otra gente y eso también me gusta muchísimo, porque me permite desarrollar un lado tapado de mí, hablar de cosas que yo no hablaría, pero que al ponerme en la piel de otra persona las digo. Tenés que escuchar los demos que hago para ‘La Feña’, que los canto yo, son ridículos: (canta) ‘Soy una chica...”
-¿Pero te falta algo por hacer?
“Ay, obvio que sí. Plantar un árbol... Creo que lo hice una vez cuando chico. Pero claro, me faltan mil cosas. Es que es raro decir qué me falta; me gustaría tocar a un nivel que me permita hacer una gira por toda Latinoamérica, pero tengo la suerte que a los 17 años pude encontrar una cuestión que en mi vida es lo que más me gusta hacer y es a lo que me dedico y me va bien, entre comillas. Es que si aspiro a tener una mansión en Beverly Hills, claro que me falta, pero no aspiro a eso... Ahora, como me voy a México me vine a vivir a la casa de mi madre. Yo vivía en Ñuñoa, en un apartamento con dos amigos que llegaban de repente. Yo también llegaba de repente y estaba feliz de la vida. No me hago expectativas, voy de a poquito para que me salgan las cosas bien y a medida que van pasando se van complementando a mi felicidad, que claro, es muy subjetiva. A veces estoy recontento y otras me quiero reventar la cabeza. Me bajoneo como todo el mundo”.
-¿Y cómo son esos bajoneos?
“Yo paso por lapsos -que son crisis para alguna gente, pero para mí no- de estar encerrado sin salir 10 días y sin contestar el teléfono. Me pasa, pero son momentos de renacer, de dejarse morir, convertirse en la porquería más absoluta para renacer. Acá me pasó hace como un mes. Allá me pasaba siempre... Pero en general, soy feliz”.
-Otra frase: “No me juzguen por ser irresponsable. Soy como una variable en esta ecuación”.
“La variable me pareció divertida. Lo de irresponsable es porque lo soy. En las cosas importantes, si vos me querés contar algún problema, podés contar conmigo, pero si me decís: ‘Eh, Gonzalo, nos juntamos dentro de una hora’, voy a llegar 4 horas después”.
-O sea que si aquí alguien no te trae...
“Es difícil. Para una novia, por ejemplo, es imposible, no llego y después me quieren matar. Yo soy mucho más riguroso en la música, en que las cosas salgan como quiero”.
Continúa leyendo:
Donde la vida estricta pasa a segundo plano