Sin darse cuenta, las personas pueden ser las propias saboteadoras de su felicidad. Algunos “enganches” en sus sentimientos y la inconciencia de ellos, a veces traen mil trabas que terminan por romper a una pareja.
08 de Julio de 2009 | 11:40 |
“Quiero que mi hombre me haga hacer cosas por él. Estaría dispuesta a hacer lo que él me pida. Necesito sentirme necesitada. De esta forma, si me hago imprescindible para él, ¡nunca me dejará!”
Las posibilidades de sentir identificación con esta frase, en mayor o menor medida, son grandes. De aquí a que se diga esto tan abiertamente, es casi imposible. Y esto, la psicóloga Pamela Cohen lo sabe.
Acaba de llegar de Nueva York, donde presentó su libro “Enganches y nudos en la relación” (Cuatro Vientos), en la BookExpo America. Allí enseña los juegos psicológicos en los que nadie gana y que tienen como pautas la manipulación, la dependencia, el egoísmo, la competencia de superioridad entre los pares, incluyendo la pareja, y la poca sinceridad con uno mismo y con el prójimo.
“Estas son formas equívocas de conectarse con el otro, que no pasan por el amor, pero que se confunden muchas veces con eso. Tienen más que ver con obsesión, con quedarse muy pegado con alguien en el mal sentido. No dejar al otro libre, mantener relaciones triangulares, tóxicas”, explica.
Varios ejemplos se pueden encontrar en los pequeños textos que componen el libro de Cohen, y que retrata las diversas situaciones insanas que se pueden dar en las relaciones de un ser humano con su entorno.
“Tú me gustas porque me permites ver lo estupendo y fantástico que soy; yo sólo lo intuyo y me encanta verme cuando tú me ves, porque así puedo mirarme todo el día en ti y ver cuán maravilloso soy”, dice en el libro.
“Eso es parte de la personalidad narcisista de gente que necesita ser adulada y que la pareja refleje cuán maravillosos pueden ser ellos mismos. Pero si no están mostrándoles todo el rato lo que quieren, pierden interés y se buscan a otra persona”, explica la autora a PuntoMujer.
Otra frase dice: “Yo hago exactamente lo que tú esperas que yo haga. (...) Soy muy obediente. Sin ti no sabría qué hacer, porque no tengo idea de lo que a mí me gusta. Por eso nunca me dejes”, y así refleja la dependencia extrema en una relación.
“En este caso, hay una persona que se hace cargo, que le gusta sentirse querida y necesitada, mientras su pareja siente que tiene la vida arreglada con su relación. Esto funcionará mientras se dé eso, pero si uno de los dos llega a crecer, ahí queda la embarrada y la pareja se acaba”, cuenta la psicóloga.
Es imposible mantener relaciones en el tiempo con sentimientos como estos, según cuenta la psicóloga, quien afirma que se trata de situaciones muy adictivas, por ser adrenalínicas e intensas, pero que dejan a todos los participantes de estos juegos psicológicos como perdedores.
“Muchos que vienen a mi consulta -cuando ya no están jugando y aprenden a llevarse en forma sana- me dicen ‘estoy aburrido’. Por eso se debe entender qué son los juegos psicológicos y hacia dónde nos llevan; definir bien qué es amor y qué adicción. La idea es que uno sí pueda vivir sin la pareja, estar solo, hacer cosas en forma independiente y amar a otra persona como un entero; aquí no hay medias naranjas”.
““Tú eres el culpable de que me sienta mal; en tus manos está mi capacidad de sentirme bien”, es otra de las reflexiones que Cohen lanza en su texto. En este caso, comenta que la dependencia, incluso, puede llevarse al campo sexual y al alcance de un orgasmo.
“Hay mujeres que piensan que sólo un hombre las hace sentir de una manera, y si él se va, nunca más volverá a sentir algo así. Eso es una confusión tremenda, pero típica. Yo les digo a esas mujeres que no, que la capacidad de sentir es de ellas. Él no se ha llevado nada, ellas se quedan con la capacidad de sentir y eso se puede repetir con muchos otros hombres”, dice Cohen.
Nudos y trancas descansan en el inconsciente y se manifiestan como juegos psicológicos que sólo traen derrota. “Muchas personas creen que esto es natural, y no se detienen a pensar que su situación puede ser tan terrible como suenan las frases del libro”, dice la psicóloga, quien agrega: “Pero cuando empiezan a perder a las parejas, a los hijos, o sufren de conflictos graves entre su entorno, suelen pedir ayuda. Y es entonces cuando se dan cuenta del enganche”.