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Las cosas que odio de ti

Les preguntamos a ellas qué es lo que más les molesta de ellos y viceversa. Aquí te mostramos las principales características que un género no soporta del otro.

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24 de Julio de 2009 | 09:29 |
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Que los hombres son de Marte y que las mujeres son de Venus. Aunque compartan los mismos derechos, hombres y mujeres no son iguales en su personalidad.

Cualidades y defectos sobresalen más en un género que en otro y, si bien, no todos los hombres y no todas las mujeres son iguales, quisimos saber cuáles son las características más molestas de los dos sexos.

Para eso les preguntamos a ellos y a ellas, ¿qué es lo que más te molesta de él/ella?

Ellos opinan:

Que sea posesiva: En el ranking número uno se situó la mujer controladora, celosa, quien exige de su pareja el famoso “marcado de tarjeta”. De lo contrario, ella misma se encargará, celular en mano, de saber dónde está, con quién está, para qué está ahí y de quién es esa risita que se escucha a lo lejos por el teléfono.

Que haga pasar vergüenzas: Un punto que se repitió mucho en la opinión de los hombres, fueron los diferentes hechos en que una mujer los podía avergonzar. Una borrachera en el matrimonio de una prima, ese comentario de más en el almuerzo con los papás, o las críticas a los aspectos de la vida más íntima de pareja, que como chiste lanza entre el grupo de amigos de él, son los peores escenarios para un hombre. Se exige ubicación.

Que sea extremadamente cómoda: La crítica masculina se hace más fuerte cuando se alega la costumbre femenina de no abandonar su confortable hogar si no es en cuatro ruedas que la esperan en la puerta. Peor aún es cuando su comodidad se traduce en el conformismo profesional, entiéndase esto como no trabajar en nada y dedicarse exclusivamente al gimnasio u otra actividad sin remuneración.

Que sea manipuladora: En términos generales, el público varonil reveló su furia hacia lo que consideró una de las peores características que podría tener una mujer, ser maestra del chantaje emocional. Si bien este don o defecto, según se mire, puede estar presente en ambos sexos, sólo los hombres destacaron este punto, al recordar cómo sus debilidades fueron utilizadas para el beneficio de su pareja. Demás está decir que el tema sexual fue uno de los puntos débiles mencionados.

La ausencia de actitud: La falta de iniciativa, decir “no” cuando se quiere decir “sí” y viceversa, contestar a todo con un “no sé”, fue un tema muy criticado por ellos. Mujeres decididas, con opinión, que lleguen y marquen presencia es lo que prefieren.

Que en vez de preguntar, ordenen: En nombre del orgullo masculino, los encuestados aseguraron tener bien clara la diferencia entre el mandato “vamos a comer” y la propuesta “¿vamos a comer?”, y se mostraron molestos hacia las mujeres que optan más por la orden que por la pregunta.

La inseguridad de su aspecto físico: Las frases como “estoy gorda”, “no me cabe nada”, “me quiero operar la nariz”, “me veo horrible”, parece que es mejor comentarlas con las amigas no más. Para los encuestados, resulta desmotivante lidiar con estos tópicos femeninos, sobre todo cuando para ellos, su pareja es perfecta tal como está.

La peor tortura, el mall: Horas de vitrineo buscando botas rojas con taco chino y los tensos minutos afuera del probador, una y otra vez, para dar el veredicto de los pitillos, es visto por el género varonil como un castigo. Mejor ir con la mamá o una amiga y el problema está resuelto.


Ellas opinan:

Los extremos, del cauto económico al loco derrochador: Aquí se comprueba una máxima femenina que algunos hombres se han negado a comprender; a las mujeres no les gusta pagar a medias, al menos, en las primeras citas. Generalmente, el innovador que insiste en el pago “a la romana” terminará siendo el centro de una conversación entre amigas, donde se subraye la timidez de su bolsillo. Si bien parece una idea arcaica, hay cosas que parecen no cambiar con los años. Por otro lado, se agradece cuando la pareja no regala su dinero. Hombre precavido vale por dos, dicen.

Que su líbido parezca un fantasma que sólo a veces aparece: Una crítica común hizo mención a la, en ocasiones, poca fogosidad masculina. Si bien no se da siempre, es molesto para ellas que sin previo aviso el macho recio se transforme en un hielo. En este caso, se pide constancia libidinosa.

Que tenga sus aspiraciones en el suelo: Aquel que tenga como único leit motiv del día sentarse frente al televisor, al más puro estilo Al Bundy, mata, con cada zapping, la admiración que su pareja quiere tener de él. Las metas concretas y el interés por surgir y avanzar personal y profesionalmente, llegan a ser un afrodisíaco para algunas mujeres.

Que no sean caballeros ni detallistas: Ellas aprecian a un hombre atento y, sobre todo, que no menosprecie ni olvide los detalles. Avanzar en una relación y ver cómo la pareja extingue estos asuntos con el pasar del tiempo, resulta una cruel desilusión.

Que sean recelosos con su vida: El alegato femenino también recordó cuando los amigos y partidos de fútbol o tenis, ya sean practicados por sus parejas o sólo televisados, se transforman en un tema intocable, jamás reprochable ni transable.

Que se preocupen de su apariencia más que ellas: Hombres hay para todos los gustos, es cierto, pero en general hubo entre las encuestadas un rechazo rotundo ante la creciente metrosexualidad de algunas parejas. El hombre fitness, que come una ensalada mientras ella pide pollo con papas fritas, parece no ser muy apreciado entre ellas.

Los que incluyen en la relación a su santa madre: La pasión de una mujer arranca como en una maratón cuando es testigo de la sobreprotección de su suegra por su pareja y, más aún, cuando ve que él disfruta de ser aún el flamante hijito de su mamá.

Malos hábitos en la digestión: Un tema poco glamoroso, pero, por lo mismo, molesto cuando se repite continuamente, sin respeto por la pareja, quien generalmente es también el otro comensal o la compañera de habitación. Disimular a veces las exclamaciones involuntarias del cuerpo no es coartar la libertad, es educación.
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