En Dinamarca, cuando un niño nace, la biblioteca pública envía a los padres el carnet de socio del pequeño y un paquete de libros ad hoc que, luego podrán ser cambiados por otros.
Y en Chile, en algunas escuelas del país donde funcionan los programas de la
Fundación La Fuente, cuando la bibliotecaria sale a hacer un trámite y cierra el lugar, los pequeños van hasta la dirección a hacer una manifestación de protesta.
La lectura en este país se ha vuelto un tema prioritario desde que muchos estudios confirmaran que somos analfabetos funcionales, o sea, sabemos leer pero comprendemos muy poco. En palabras simples, muchos no pueden seguir las instrucciones de un tarro de leche.
Iniciativas como “el maletín literario”, implementado por primera vez en 2008, aún no logran el respaldo entre los especialistas y las campañas lanzadas como “Yo leo” no parecieran suficientes para revertir esta grave situación.
La directora ejecutiva de la Fundación La Fuente, Verónica Abud, ha asumido este tema como algo personal (eso le valió ganar el premio Emprendedor Social 2008). Desde que dejó de hacer clases se ligó a proyectos de fomento de la lectura y, en 2000, creó la corporación que hoy suma 52 bibliotecas escolares abiertas, una red de
bibliotecasvivas en todos los malls Plaza del país y una treintena de bibliomóviles.
Para ella, leer es un tema de justicia social, porque usando una herramienta gratuita se puede acceder a una cantidad infinita de información. “La lectura es el instrumento básico para educarse, pero además es un acto de crecimiento personal que conecta con un mundo ilimitado; es un arte para alimentar el espíritu”, dice.
-¿Las falencias del ser humano, de ser persona, se pueden explicar también en falta de lectura?
“Absolutamente, pero eso es filosófico, cuando el tema es bien práctico, porque tiene que ver con pobreza, democratización, con oportunidades. Como sociedad, no podemos privarle, por justicia, a las personas de menos recursos, una herramienta que es de un potencial infinito en todas las áreas de la vida ya sea de educación, entretención, conocimiento, creatividad.
“Leyendo se pueden vivir situaciones que producen placer, temor o alegría y eso ayuda a formar el mundo interior. Este trasfondo filosófico tiene que ser aterrizado en algo concreto: tenemos que mejorar el acceso al libro”.
Verónica Abud reconoce que la falta de lectura que expresan los chilenos, en todos sus niveles sociales, explican porqué somos un país todavía subdesarrollado. “Nuestras clases dirigentes, política o económica, no leen y no se han hecho cargo del tema; no se ha tomado la decisión de ser un país lector”, afirma y cuenta que mientras en otras naciones, como España, ningún político se pierde las inauguraciones de bibliotecas, en Chile penan las ánimas en las ceremonias.
Y ahonda: tampoco basta con tener un libro –cuestión que postula el programa del maletín literario-; hay que fomentar la lectura y para ello se requiere de un mediador. “De qué estamos hablando cuando los castigos en los colegios son mandar al niño a la biblioteca”, critica.
-¿Qué se puede hacer para revertir esto?
“Hay que promover en los niños la lectura por placer. La escolarización de la lectura, aprender a leer por una cuestión funcional, es fatal.
“Y esto tiene que hacerse desde el jardín infantil hasta 4to. básico, de ahí toda la inversión que se hace rinde menos”.
-O sea, ¿levantas un reclamo contra la política que buscó tener alfabetos, pero no lectores?
“Exactamente, estoy en contra de esa lectura que sirve para decodificar, de ahí nuestra cantidad de analfabetos funcionales.
“Hoy están todos preocupados de Internet y contar con banda ancha, pero de qué sirve, si los niños no saben leer, no saben sacar de ahí la información que necesitan; sólo un buen lector aprovecha Internet y las nuevas tecnologías”.
-¿Cómo se transmite la importancia de leer a un niño?
“Hay que crear a los lectores del mañana, lo que implica instalar bibliotecas públicas que funcionen con estándares totalmente distintos a los conocidos. Esto requiere una colección de más de 2 mil libros en cada una, crear un espacio de diseño, agradable y colorido; y se tiene que aplicar el sistema de la libre elección, o sea, el niño tiene que tomar el libro que le llamó la atención y después, él se dará cuenta si era o no adecuado a su edad.
“Jamás decirles
ése no, porque no sabes leer. Tiene que ser siempre un acto voluntario. En el colegio debe ser sin pruebas, se lee por placer, no por nota y no te puedes imaginar la cantidad de profesores que dicen
han leído 20 libros, nos hemos perdido 20 notas”.
En este punto, Verónica se detiene y hace una serie de observaciones que parecieran obvias, pero son fundamentales: hay que tener una buena administración porque los libros no se pueden perder; la bibliotecaria debe estar capacitada y los profesores deben ser activos. “¿Cómo quieren que los profesores medien si ellos no leen, no leen por placer?”, cuestiona.
La Fuente tiene parámetros para medir sus éxitos; en los colegios donde han intervenido ha bajado el número de horas que los niños le dedican a la televisión y han conseguido que suban los puntajes en la prueba de lenguaje Simce.
Esto es posible porque se quedan en cada colegio dos años guiando el proceso y convenciendo a los profesores de que es el camino correcto. “Hay que seducir al profesor, ellos no creen en la lectura por placer que es la única que te lleva a ser un buen lector; a ellos no les gusta leer, entonces no son capaces de fomentar ello; de hecho, hemos llegado a un punto en que tratamos de saltarnos al profesor, que él no medie y sea todo lo más libre posible”, agrega.
“El listado de los libros no ha cambiado en años porque los profesores no quieren hacer una prueba nueva; se da el absurdo de que todos los niños leen el mismo libro y les preguntan detalles para pillarlos. Esta es una cuestión loca, el sistema educacional no ha entendido nada”, clama.
-¿Qué nos pasó a los chilenos?
“Había una cultura de lectura; de hecho tú llegabas a un hotel y había almohadones, anda ahora a encontrar uno.
“La gente no lee porque no tiene tiempo, el acto de leer requiere de cierta tranquilidad, retirarse del mundo; pero en esta sociedad loca, donde todos andan corriendo y expuesto a los medios, es difícil.
“También creo que se perdió un poco el nivel de calidad de nuestra educación. Antes, aunque era injusto, la calidad era mejor, pero para un segmento de la población. La educación para todos en los 60 significó masificar, usar los establecimientos en tres turnos, sacar profesores a la rápida, lo que implicó perder. Era una decisión social, porque había que ampliar la educación, pero la educación pública era muy buena y hoy no. No discuto la decisión, fue tomada en justicia, pero bajó el nivel.
“Hemos creado dos generaciones que se educaron, pero eso no hizo la diferencia para que fueran mejores personas y ello repite el círculo de la pobreza”.
-Eres opositora a la iniciativa del maletín literario. Sin embargo, algunos plantean que no es lo mismo tener un baúl de juguetes en la plaza que una muñeca en la casa.
“No estoy de acuerdo; con ello sólo justificas que no se hayan hecho bibliotecas, que éstas se estén cayendo a pedazos. Sin duda que un libro en la casa es importante, pero por qué el Estado va a decidir lo que lees, eso es un acto totalitario. Además, imagínate que escogieron a Kafka y probablemente ese libro le llegó a una persona que no sabe leer. Y con la típica gestión deficiente hay miles de maletines que no se han podido entregar porque no se encuentra al remitente. Dan ganas de llorar”.
“La lectura es la única que desarrolla las habilidades fundamentales que necesitarán nuestros niños para vivir en el nuevo mundo”, advierte.