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Reinvención post veintitantos

Una guionista estadounidense narra en sus memorias la búsqueda del amor y la superación personal, pasados los treinta años, dejando claro que nunca es demasiado tarde para crecer.

21 de Septiembre de 2009 | 11:55 |
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“Siempre he sido muy dada a definirme por los hombres con los que estaba. Era mucho más fácil que tener que pensar en quién era yo sin ellos”, escribe Amy Cohen.

La guionista y productora de series estadounidenses como “Spin City”, lanzó sus memorias en las que narra su búsqueda del amor y el crecimiento, y que llamó “La revolución de las treintañeras” (Umbriel).

El texto no escatima en números de fracasos amorosos, citas horrorosas, a veces humillantes, episodios de ansiedad y depresión, pero tampoco en procesos de reinvención personal.

Con una madre fuerte y generosa, que no duda en dar una de las dos respuestas que tiene cada vez que su hija se deshace en llanto por los quiebres amorosos -“ya volverá” o “estás mejor sin él- Amy se da cuenta que lleva desde su adolescencia preguntándose quién es.

Había tratado de encontrar la respuesta en los estilos de moda del momento, saliendo con sus novios o -creyéndose algo más independiente- enmascarándose con una profesión para tener otra cosa que decir de ella misma.

Llegados los 27 años ya le entra el bichito de buscar marido. Alrededor, sus colegas parecen estar establecidos en puestos laborales exitosos, mientras ella aún busca tener suerte con sus proyectos, así que un marido comienza a vislumbrarse como la única opción de no parecer tan patéticamente fracasada.

Aunque tarda, un hombre aparece cuando la opción del matrimonio parecía la única salida posible.

Su identidad parecía completa, hasta que en el lapso de un año pierde a su madre por el cáncer, es despedida de su trabajo y su novio la deja por la presión que significaba el inminente compromiso nupcial. A los 35 años Amy se encuentra sola y sin tener idea de quién es ni qué quiere.

Junto a sus propias inseguridades, las presiones sociales y familiares por casarse y tener hijos, los fracasos parecen acumularse en su puerta, mientras se imagina en la vejez con el único desenlace posible en su vida, sola, vistiendo a sus gatos de marinero.

Pero “nunca es demasiado tarde para ser lo que podrías haber sido”, dice la autora citando a George Eliot, y, de manera chistosa, narrará todo el sufrimiento y los tropiezos que le costó superar sus temores, el miedo al abandono y, sobre todo, a ella misma.
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