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Desmitificando el Kamasutra

Una nueva y hermosa edición de lujo nos permite rescatar el sentido profundo del libro: el arte de amar. Por eso lo rescatamos en su sentido más profundo. Mira nuestro fotorama con algunas de las imágenes de este clásico texto.

30 de Octubre de 2009 | 10:15 |
“Entre todos los amantes que posean las cualidades que la doncella busca, solo uno será elegido y disfrutará de una auténtica posición de superioridad respecto a ella, porque será su esposo elegido por amor”.

Bastante alejados de las posturas que han mantenido la fama del Kamasutra intacta hasta estos días, textos como éste llenan sus páginas, convirtiéndose más en un manual para encontrar el amor, que en la clásica guía de posiciones sexuales.

“El Kamasutra no es un manual de sexo ni, como suele creerse, una obra sacra o religiosa. Tampoco es un texto tántrico”, afirma Alka Pande, conservadora de arte de la Visual Arts Gallery del India Habitat Centre.

Pande, autora del libro “El arte del Kamasutra, la búsqueda del amor” (Editorial Océano), realizó su propia relectura de las palabras del creador de este libro hindú, Malanaga Vatyayana, para “destapar las diversas capas que ocultaban el verdadero quid de la cuestión”, trabajo que terminó publicado en una edición de lujo del antiguo texto.

“Para mi sorpresa, descubrí un tesoro de fórmulas y aforismos amorosos, de cantos a la vida y de intercambio de placer entre hombres y mujeres. El sexo no sólo equivalía a procrear, sino también a satisfacción física, a pasarlo bien y a compartir la apasionante dicha conyugal”, explica.

Tal es el énfasis en la unión de la pareja, que el texto prácticamente marca una pauta a seguir para quien busca compañero/a, para conquistar y mantener el amor, con consejos incluso inocentes, a veces, que recuerdan los antiguos cortejos que los libros y las películas enseñan.

De partida, a ellos les señala que “una mujer enamorada demuestra su deseo de las siguientes formas: a veces se rasca la oreja, o bosteza y estira los brazos. Ríe y habla con sus amigas para llamar la atención de su amante”, al tiempo que advierte que no deben casarse con “las encorvadas, las patizambas y las promiscuas”, ni con “una joven que durante el noviazgo se quede dormida, llore o salga de casa, o que (obviamente) esté prometida en matrimonio con otro hombre”.

Curiosamente, también se excluyen a las calvas, a las evidentemente masculinas y a las que hayan sido bautizadas “con el nombre de una constelación, un árbol o un río”, ya que se consideran “igualmente despreciables”.

A su vez, a “las doncellas” -a las que no se les deja de pedir en ciertos párrafos que conserven su “dignidad”- se les recomienda escoger a un hombre que ella crea que “la obedecerá y le dará placer”. Pero si ha debido casarse por dinero, ella “nunca se dejará cortejar por él, ni siquiera si está dotado de buenas cualidades, obedece sus designios, y es activo, fuerte, sano y deleitoso por complacerla. Un hombre obediente pero dueño de sí mismo, aunque sea pobre y poco agraciado, será mejor que uno que deba compartirse con otras mujeres, aunque sea guapo y atractivo”.

El cortejo

Una vez encontrada una mujer de interés, este clásico de las librerías aconseja “hacerle regalos, desde perfumes y sedas hasta joyas carísimas, o contarle historias o hacer trucos de magia en su presencia”, que si bien parece algo desfasado, no todo lo dicho está tan alejado de la galantería actual.

Por su parte, ella debiera limitarse a responder los cortejos con una sonrisa, una inclinación de cabeza o “sutiles murmullos”. Y sólo cuando note la constancia de él, le develará sus sentimientos “y le pedirá que se unan mediante la celebración de un ‘matrimonio por amor’”, siempre y cuando cumpla, ojalá, con los requisitos que el texto señala: que él tenga buenas cualidades, le dé apoyo y la llene de “todo tipo de atenciones (y haga) lo que ella desee”.

¿La esposa perfecta?

Consciente que el asunto de pareja no acaba con un “y vivieron felices para siempre”, la obra hindú dedica un libro completo a describir a la “esposa perfecta”, una acorde con los tiempos en que fue escrito el texto y que hoy podría parecer absolutamente fuera de lugar.

No comer cuando él está adolorido o enfermo y no vestir adornos, más que las prendas que él le ha regalado “para impresionarlo”, se une a la descripción de la “mujer ideal”, como “una compañera sentimental que comparte las mismas responsabilidades y que es una aliada en lo bueno y en lo malo”.

Y mientras a ella les pide que no aleguen, porque –como dice- “nada disgusta tanto a un hombre como este tipo de comportamiento”- a ellos les indica que deben “iniciar el contacto físico de una forma sumamente cuidadosa y apasionada con la intención de ganarse el corazón de la mujer antes que su cuerpo”.
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