“Admitámoslo, en cualquier caso, las mujeres tienden a comprometerse mucho más que los hombres”, y no lo dice una mujer despechada de fracasados romances del pasado que la dejaron con el vestido blanco arrugado en la cartera.
George Weinberg, psicoterapeuta estadounidense, es el autor de esta frase que escribe sin anestesia previa en su libro “¿Por qué los hombres no se comprometen?”, de Editorial Urano.
Aunque la gran pregunta del texto se trata de un asunto complejo, que involucra prejuicios culturales en la crianza masculina, -que vincula el ser un hombre fuerte con la inexpresividad de los sentimientos-, entre otros factores, Weinberg resume la razón por la que muchos hombres escapan de las relaciones amorosas en cuatro necesidades básicas de ellos: sentirse especiales, que no se les abrume con exigencias, lealtad hacia su persona y una pareja que esté emocionalmente cerca de ellos.
“Casi todos (mis pacientes) me dicen que soñaban estar con una mujer que no sólo les resultase atractiva, sino que fuese verdaderamente afectuosa, leal y espiritual con ellos, en lo bueno y en lo malo”, dice el psiquiatra, quien asegura: “estoy convencido de que los hombres desean las relaciones tanto como las mujeres”.
Asimismo, aclara que “la disposición favorable a comprometerse que manifiesta tu hombre refleja de qué modo tú, como mujer, te ocupas de esas cuatro necesidades básicas”. Sin embargo, esto no es suficiente.
“No puedes pasarte la vida entera complaciendo a tu hombre. Tú también tienes necesidades y te debes a ti misma satisfacerlas con la misma intensidad que le has consagrado a él”, dice Weinberg, quien destina capítulos especiales de su texto para explicar que la relación y la lealtad con una misma es básica y fundamental si lo que se aspira es proyectarse en una relación con otra persona.
De esta manera, menciona varios hechos que no se escapan de la realidad de muchas mujeres, que a veces entregan más de lo que quisieran por mantener una unión con la persona que quieren. Y entiéndase por “entregar más”, como hacer cosas, no porque se quiere al otro, sino por temor a que si no se hacen, provoque su enojo y su posible pérdida.
“Nada de lo que hagas por tu hombre, si tu motivo es la gentileza o el deseo genuino, será nunca demasiado (...) La señal de que estás dando demasiado es tener la sensación siguiente: ‘esto es lo que se espera de mí. Si no lo hago tendré un problema serio’”, grafica el autor.
Entregar demasiado, como dice Weinberg, finalmente se transformará en una trampa: mientras se actúa así para conservar a la pareja, lo que se produce es “tu enfado crónico, tus autocríticas o tu pérdida de interés en las actividades y en la vida misma”. Y por ende, el sueño de una relación sana carece de base para hacerse realidad.
¿Tanto así? El psicoterapeuta lanza otra frase directa y sin piedad: “La transición de sentirte orgullosa de ti misma, atractiva y joven, a sentirte vieja y desesperanzada puede producirse en tan sólo unos meses”.
La escalera al amor propio
Sincerarse con una misma y con la pareja es la recomendación del psicólogo norteamericano. Al no expresar lo que se siente y las verdaderas intenciones constituye un mensaje inconsciente: “en realidad estás diciendo: ‘no confío en ti y te tengo miedo’”.
Para dar el gran salto a no seguir sacrificando las propias necesidades por temor a perder la relación, Weinberg propone una tarea que permita identificar los “sacrificios autodestructivos”.
Lo primero, hacer una lista de esos actos realizados en desmedro propio, esas cosas que se realizan por él, pero que provocan infelicidad y que se quieren cambiar.
“Toma una libreta o abre un nuevo archivo en tu ordenador y escribe todos los actos que has hecho para complacerle que te sea posible. Vas a pasarte dos semanas haciendo la lista (...) y esto te hará sentir como si estuvieses constantemente achicando el agua de un barco que quizás se esté hundiendo”, explica el autor.
El siguiente paso es clasificar cada punto con una nota de uno a cuatro, según su dificultad de poder ser cambiados.
Por ejemplo, decirle a la pareja lo molesto que es que los amigos vengan a la casa y dejen todo desordenado y que él no se moleste en ayudar a levantar las cosas, de ser algo que probablemente se revierta sin una discusión relevante, llevará una nota uno. Mientras que si se trata de una conversación que terminará con platos rotos, llevará una calificación de cuatro.
A continuación viene el paso de “subir la escalera”, que se traduce en comenzar a llevar a cabo los cambios, partiendo por los más fáciles y reagrupando otros entre los más difíciles, si se hace más dura la tarea con ellos.
Lo peor que pude suceder es encontrarse con lo que Weinberg llama “la muralla de la armadura” de la masculinidad, que hace que, debido al temor de ver dañada su imagen de hombre fuerte, él no se tome en serio los temas planteados.
En ese caso, “has descubierto que no considera que valga la pena hacer ninguna concesión por la relación”, (pero) “no eres un fracaso e indudablemente no eres responsable de la desastrosa incapacidad de amar que él manifiesta”, explica el psicólogo, quien aconseja: “En lugar de entregar tu vida a una empresa estéril mientras te culpas repetidamente a ti misma por las limitaciones de otra persona, el único recurso es el de acabar la relación y empezar con otra persona”.
Weinberg propone aprovechar estas instancias para descubrir los propios temores, los motivos de por qué se hacen sacrificios que dañan -“no sólo las razones obvias (que quieres casarte y no quieres estar sola) sino las razones que son mucho más profundas”-, vuelve a lanzar el autor sin titubeos, y refiriéndose a carencias afectivas que se guardan en el inconsciente y que pueden estar provocando el actual comportamiento.
“Cuando veas de forma vívida de qué has estado asustada, apreciarás que, en gran medida, has estado temiendo a un fantasma. El hombre con el que estás no es un padre todopoderoso, (...) no es tu último novio. Es sólo un hombre que está intentando entender en qué consiste la vida y el amor”, cuenta, antes de aclarar: “sabrás que es el hombre adecuado si puedes amarle a él y amarte a ti misma”.