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Protección solar

Las insolaciones no son inofensivas: sufrir un par de quemaduras fuertes durante la niñez puede duplicar los riesgos de un futuro cáncer a la piel. Por eso, la protección temprana es garantía de una piel sana y joven.

12 de Enero de 2010 | 08:31 |
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Aunque los signos del envejecimiento cutáneo aparecen en la adultez, está demostrado que el deterioro que produce el sol sobre la piel comienza en la primera exposición solar.

Los efectos de la radiación ultravioleta son acumulativos e irreversibles, lo que significa que "si durante la infancia la exposición es excesiva, el niño tendrá mayor riesgo de padecer cáncer a la piel cuando sea adulto", explica el dermatólogo y decano de la Facultad de Medicina y Odontología de la Universidad de Antofagasta, Álex Arroyo.

Los menores de 15 años, sin importar su fototipo (ver recuadro), tienen piel y ojos sensibles. Es más, los especialistas aconsejan que los niños de menos de tres años no se expongan nunca directamente al sol.

¿Por qué? La piel de un niño tiene características anatómicas y fisiológicas diferentes a la de un adulto. Sus mecanismos naturales de fotoprotección son insuficientes, entre otras razones, porque el estrato córneo (la capa más superficial de la epidermis) es más fino, el proceso de melanogénesis (mediante el cual se forma la melanina, que protege de los rayos UV) no está desarrollado completamente, su piel tiene mayor permeabilidad, menor actividad de glándulas sudoríparas y sebáceas, y mayor riesgo de desarrollar enfermedades cutáneas.

Pero los niños y adolescentes tienen más oportunidades de estar al aire libre y, por lo tanto, están más expuestos a la luz solar. Las actividades deportivas, los paseos de curso, los recreos son instancias riesgosas para la salud de la piel. "Más de la mitad de la exposición a la radiación UV solar a lo largo de la vida de una persona habrá ocurrido antes de los 18 años", explica el doctor Arroyo.

Los filtros solares no son suficientes. La fotoprotección integral, es decir, proteger la piel antes, durante y después de la exposición al sol, debe incluir un vestuario adecuado, el uso de sombrero, anteojos, el consumo permanente de agua para evitar la deshidratación y la búsqueda de sombra entre las 11:00 y 16:00 horas.

Desde el punto de vista del principio activo filtrante, existen dos grandes grupos de protectores solares: los químicos y los físicos. Los químicos son principios cuya molécula absorbe la radiación ultravioleta y la transforma en otra radiación de tipo neutro (como calor, por ejemplo). Algunos químicos también tienen la propiedad de reflejar y dispersar la radiación UV.

Los físicos, en cambio, suelen ser polvos minerales finamente molidos e inertes, es decir no reaccionan fotoquímicamente con la radiación UV, y reflejan esta radiación por un efecto óptico de opacidad.

Es como poner un obstáculo físico entre la piel y el sol. Éstos, por ser inertes, son considerados más seguros para los niños. "Un adulto, en cambio, puede usar cualquier tipo de fotoprotector a menos que tenga hipersensibilidad a algunos de los principios químicos", advierte el dermatólogo.
Los fototipos
I: Siempre se quema fácilmente, nunca se broncea.
II: Siempre se quema fácilmente, se broncea mínimamente.
III: Se quema moderadamente, se broncea gradualmente.
IV: Se quema mínimamente, siempre se broncea bien.
V: Raramente se quema, se broncea profundamente.
VI: Nunca se quema, piel profundamente pigmentada.

Cómo elegir un protector solar

Tenga en cuenta el fototipo al que va dirigido el producto (los menores de 15 años deben considerarse fototipo 1) y la intensidad de radiación que recibirá. La intensidad varía según la situación geográfica, la hora del día, si es invierno o verano y si hay nubes y/o contaminación en la atmósfera.

Escoja un filtro solar de amplio espectro que proteja contra los rayos UVA y UVB, con un FPS de al menos 15 y que permanezca estable a la luz, al aire y al agua. Ningún fotoprotector puede filtrar toda la radiación UV.

No todos los factores solares tienen los mismos ingredientes. Consulte por el que mejor se adapte a su tipo de piel. Si tiene piel grasa o propensa al acné, prefiera los factores a base de agua.

Fíjese en la fecha de vencimiento.

Al aplicar el producto tenga presente que la finalidad no debe ser aumentar el tiempo de exposición solar, sino aumentar la protección cuando ésta es inevitable. La cantidad que debe aplicarse y la frecuencia de aplicación son clave para alcanzar la eficacia de los índices de protección que declara el producto. Un adulto de talla media debe usar el equivalente a seis cucharitas de café para todo el cuerpo y a una cucharadita para la cara.