EMOLTV

“Creo haber nacido con suerte”

Esta destacada pianista ha forjado su carrera con ayuda de mentores, pero también mucho esfuerzo personal. Está empecinada con poder abrirle puertas a los niños de Rapa Nui, su isla, con la esperanza de que tanto talento oculto ahí no se pierda.

08 de Abril de 2010 | 08:37 |
imagen
La última vez que estuvo en la isla fue hace un año, dos días. Se subió como pudo al avión FACh que llevaba de regreso a los alumnos pascuenses para vacaciones y tuvo que volver en el mismo aparato.

Cuando piensa en Rapa Nui su rostro se entristece, pero Mahani Teave no pierde las esperanzas de que en algún punto de su carrera como concertista en piano, podrá dividir su agenda entre una casa en su isla y otra en Europa.

Próxima a cumplir 27 años, pololeando, esta semana se encuentra dando conciertos en balnearios de la costa acompañada de su mentor y descubridor, Roberto Bravo, pero ya en marzo debe regresar a Berlín donde continúa sus estudios.

Hija de una ex azafata norteamericana que se enamoró de un pascuense cantante, pintor, tallador, nació en Hawai, pero se crió en Rapa Nui junto a su hermana Teamai. Intensa, se entusiasmó con un piano que una alemana, Erika, desembarcó en la isla camino a Guam desde Yugoslavia. El instrumento lo ubicaba porque en la casa de sus abuelos, en Colorado, había visto uno, y por eso, cree que su inclinación a él fue natural.

Sólo su tozudez y la ayuda de su madre consiguieron vencer la negativa de la profesora de enseñarle y además, facilitarle el piano para practicar, que reemplazaba, cuando era necesario, por un órgano de una prima que no funcionaba.

A los 9 años, Roberto Bravo la conoció, compró el piano de la profesora y lo donó a la isla y se empecinó en que la pequeña Mahani siguiera sus estudios. Así, de la noche a la mañana, partió a Valdivia con su madre y hermana para sumarse al Conservatorio de Música de la Universidad Austral donde la formó Ximena Cabello.

“El piano quedó en la isla, pero no había profesor y al final, ese piano se perdió porque no había nadie que lo cuidara. Quedó como juguete y un piano necesita mantenimiento, afinaciones y alguien preocupado de que se use bien”, dice.

-Dices que nacer en una isla te marcó, ¿quieres volver?
“Tengo un conflicto interno. Hay una parte mía, que es la que llama a todos los de la isla a volver, y la otra, que sabe que si vuelvo no puedo seguir con mi carrera de concertista.
“Mi ideal, sería pasar un tiempo en la isla y dar conciertos en Europa”.

-Tuviste varias pérdidas de pequeña, la separación de tus padres, la partida a Valdivia. ¿Crees que eso te forjó?
“De todas manera, me hizo fuerte; todas esas cosas te enseñan. Todas las personas pasan por momentos difíciles, pero depende qué es lo que uno aprende de eso, lo que te va a ayudar o derrumbar”.

-Te ayudó a descubrir chica que el piano era tu camino.
“En realidad, no sé si a esa edad era tan claro para mí. Yo no sabía qué era ser pianista, nunca había visto un concierto, el primero fue el que dio Bravo en la isla. No tenía un concepto de qué era ser concertista, a mí me gustaba tocar. Y en la pubertad y adolescencia mi mamá tuvo que batallar harto conmigo para que yo practicara (se ríe).
“Llegó un momento, a los 19, en que me di cuenta que era lo mío y que me quería dedicar a eso, ahí fue cuando le encontré sentido”.

-Eres profesional, ¿en este camino, alguna vez has querido abandonar?
“La música, nunca, y el piano tampoco. Nunca lo haría. Las dudas que me entran y han entrado son dar conciertos, porque es difícil subirse a un escenario a tocar. Hay gente que lo hace mejor que otra, que se siente más cómoda haciéndolo; yo prefiero estar sola, encerrada, tocando piano”.

-¿No se superan nunca los nervios?
“Muchos de los grandes pianista vomitan antes de salir a tocar; otros, simplemente cancelan los conciertos. Muchos quisieran sólo tocar piano horas y horas, pero la gracia es mejorar su interpretación para dárselo a otros. Y ahí aparece el dilema de la perfección, de buscar siempre algo mejor, y eso, a veces, frustra”.

Después de Valdivia, Mahani decidió seguir en el extranjero bajo la tutela del maestro armenio Sergei Babayan, a quien admiraba. Viajó a Ohio y después de dar la pelea (que incluyó un breve retorno a la isla fracasada) logró una media beca para ingresar a clases con él en el Cleveland Institute of Music. Su magíster y otros los ha conseguido con ayudas, becas Presidente de la República, apoyo de Kodak y créditos, muchos créditos personales que va pagando con lo que gana con sus presentaciones.

Hoy, se encuentra instalada desde 2008 en la Hochuschule für Musik Hans Eisler, en Berlín, donde realiza una especie de doctorado bajo la guía de Fabio Bidini, otro maestro de maestros.

-¿Sientes que has tenido que hacer muchos sacrificios? ¿Los tienes claros?
“Muchos los tengo claros, como el habernos ido de la isla, eso fue duro. También están las horas de estudio que hace que no hallan vacaciones, descanso, vida personal. En la adolescencia no tenía tiempo para estar con mis amigos, tenía que estudiar en el colegio y después partir al Conservatorio, para llegar tarde a hacer las tareas del día siguiente.
“Tomarse vacaciones tiene un precio, uno paga por eso; los días que no estudias, los pagas; hay que exigirse, dormir poco”.

-¿Y el personal? ¿Tener que desarraigarte?
(Lanza una carcajada) “No dormir es bien personal para mí, es una de mis cosas favoritas.
“Partir ha sido súper difícil, soy de esas personas que le gusta tener a los suyos súper cerca. En EE.UU. y Berlín he estado sola”.

-¿La soledad marca el camino de un concertista?
“Especialmente en piano, porque los que tocan otro instrumento pueden estar en orquestas, hacer música de cámara, pero en piano uno pasa un millón de horas solo, estudiando”.

-¿Crees que eso tiene algo que ver con tu personalidad?
“Quizás, pero yo no me siento sola cuando estoy practicando. A veces estoy todo el día en el piano y después quiero estar sola (se ríe)”.

-¿Hay algo en ti de bien obstinada? Querías estudiar con Babayan y lo conseguiste.
“También lo fui con Erika, ella no quería enseñarme y le rogué a mi mamá de que la convenciera.
“Soy flexible ahora, en casi todo, pero cuando hay una cosa en la que siento que es lo que quiero o es lo correcto soy terrible, no hay quien me mueva. Lo lamento por el resto (se ríe), pero soy como mover una vaca fuera del camino”.

-¿Eso te puede asegurar el éxito, o en esta carrera también corre la suerte, las oportunidades?
“La suerte tiene mucho que ver. Yo creo haber nacido con ella. Cuando veo personas que son más esforzadas que yo y no se le han abierto las puertas, no han conocido a la persona correcta, me duele. Me pregunto por qué me han tocado tantas bendiciones.
“Y me siento un poco responsable; estas bendiciones han llegado a mí, le debo algo a la vida y por eso, tengo que rendir cuenta, esforzarme y hacer las cosas lo mejor posible y devolver la mano”.

-¿Por eso afirmas que te sientes en deuda con la isla?
“Me siento en deuda no sólo con la isla, sino con la humanidad, pero la isla es el lugar que está más cerca de mi corazón y es donde quisiera ver cambios. Fue doloroso cuando chica pensar que nos fuimos de la isla por mí, lo injusto que es que los niños tengan que partir. El talento está por todas partes, pero probablemente nunca van a saber que lo tienen o nunca lo van a poder desarrollar si no cuentan con un apoyo”.

-¿Qué te frustra?
“Creo que se ha distorsionado el concepto de arte. Por ejemplo, en un curso puede ganar alguien que toca las notas perfecto, con una técnica impecable, pero no hay corazón detrás. Cuando escucha grabaciones de los grandes maestros, ellos tocaban con pasión y alma.
“Cuando una practica busca la perfección, pero cuando se interpreta lo importante es abrir el espíritu. A mí me frustra esa distorsión, ir a un concierto donde se toca tan frío. ¿Para qué dedicar la vida a teclear, a mover los dedos perfectos? El arte debe ser un reflejo del alma humana.”

-¿Esto te hace dudar?
“Sí, o sea, no respecto de la música, no podría vivir sin ella, sino que dudar sobre los escenarios, sobre la producción en serie de pianistas perfectos que no entienden lo que están interpretando. Es culpa del mercado, de esta búsqueda de la eficiencia”.
EL COMENTARISTA OPINA
¿Cómo puedo ser parte del Comentarista Opina?