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La voz de alarma frente a los chilenos hipocondríacos

La presidenta de los farmacéuticos asegura que la sociedad toda es responsable de la falta de conciencia frente a los riesgos de automedicación. Reconoce que el mercado en esta área no se ha hecho cargo de su responsabilidad y pide mayor fiscalización.

15 de Abril de 2010 | 10:10 |
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Un estudio nacional sobre las características de los chilenos reveló hace muy poco que somos hipocondríacos y que, por ello, tenemos una compulsiva tendencia a automedicarnos.

Si a eso sumamos que algunos postulan vender remedios de uso común en góndolas de supermercados sin atender al caso de una joven mujer que murió esperando un trasplante de hígado (tras su falla fruto del exceso de medicación por una jaqueca), el futuro no se ve muy promisorio.

El Colegio de Químicos Farmacéuticos ha levantado una voz de alerta, y su presidenta, Soledad Velásquez está transformada en una suerte de Quijote que lucha contra los molinos de vientos, representados, principalmente, en la deficiente fiscalización y la crueldad del mercado.

La profesional se explica nuestra condición de hipocondríacos por el hecho de que los pacientes recurren al sistema de salud y obtienen resultados a medias o porque vivimos muy estresados y no hay tiempo para consultar. “La gente que no tiene acceso a un médico, que no puede pagar una consulta de 50 lucas, se automedica”, señala.

-Pero ¿estamos también menos tolerantes al dolor?
“No, simplemente estamos hipocondríacos porque vivimos un tiempo de muchas exigencias, de estrés y nos sentimos mal en forma constante y la gente requiere una salida rápida y ésa la busca en una farmacia”.

Soledad trae a colación algunos estudios hechos que señalan que de 1994 a la fecha la automedicación por antidepresivo aumentó en 980%, razón por la cual se ha tratado de controlar esto.

-¿Qué pasó que se perdió la noción del riesgo que implica esto?
“Nunca ha habido una cultura, una educación, sobre los riesgos y usos de un medicamento. Creo también que no se le ha dado un posicionamiento como se debe al medicamento y hoy se le considera un bien de consumo más. Somos el único país en el mundo que tiene más farmacias que cafés. No existen limitaciones ciertas, cualquiera puede colocarse cada 200 metros; cualquiera puede abrir una farmacia; todo está desmedido, no hay control.
“El poder económico ha ganado y falta que el Gobierno diga paremos esto”.

-¿El mercado se tomó un ámbito delicado como la salud, que requiere de otra perspectiva?
“Sí, por supuesto; hoy el fármaco es un bien de consumo. Al paciente, el vendedor le trata de meter un remedio porque están los incentivos... que cosa más absurda que las ofertas de dos por uno”.

-¿Se está fallando en la ética, porque no se venden helados?
“Sí, esa ha sido nuestra lucha. Llevo 15 años reclamando y pidiendo que la corten con la publicidad engañosa. El 2x1 significa que esa persona se lleva la segunda caja, no la usa, la deja en el baño, el sitio más húmedo de la casa, y cuando tiene síntomas parecidos se la toma, cuando podría ser contraproducente y se provoca un sangrado por ibupofreno”.

-¿Nadie le ha querido poner el cascabel al gato?
“Creo que han habido cambios, pero hay que tener mayor voluntad. Al nuevo gobierno le insistimos en que debe haber mayor participación de farmacéuticos en proyectos que dicen relación con los medicamentos. No es un tema gremial en pos de poder, no, somos profesionales hechos y derechos y nuestro interés es la salud del país.
“El país ha sido muy lento en tomar decisiones”.

-¿Y no van en sentido contrario? Cuando se ven los riesgos de la automedicación surge la idea de venderlos en los supermercados.
“En las góndolas de las farmacias también. De qué estamos hablando.
“No se ha tomado el peso; más del 50% de los chilenos sufre de intoxicaciones por medicamentos, sobre todo en los adolescentes”.

La profesional apunta a que hay pocos profesionales dedicados al tema y a los distintos problemas en el Ministerio de Salud y además, de una interconexión entre los hospitales y farmacias. Pone como ejemplo lo que ocurre en Canadá o España, donde un sistema computacional en red impide que una persona compre en distintas farmacias una dosis mayor a la recetada.

-Hay falta de conciencia en la autoridad y en los consumidores, perdón, pacientes. ¿También en los empresarios del rubro?
“Así lo creo, es culpa de la sociedad. Los medicamentos están para solucionar problemas de salud que son detectados y diagnosticados por un médico, porque los medicamentos no son inocuos, todos, todos, producen reacciones adversas”.

-¿La salida es girar a los remedios de orden homeopático?
“No, se debe hacer mayor conciencia en la población con campañas.
“Hacer ese giro, ya sea a la homeopatía como productos naturales, encierra un riesgo. Estos también se deben usar con ciertas dosis y diagnósticos y muchas veces no se pueden mezclar con otros medicamentos, porque pueden haber interacciones negativas.
“No, hay que educar a la población sobre el buen uso de los remedios; en Chile, la automedicación responsable de la que habla la OMS no funcionaría por eso”.

Soledad no puede evitar soslayar una crítica: mientras se aplican las penas del infierno a los recintos hospitalarios por el manejo de medicamentos, igual que a los laboratorios, no se ha hecho nada por frenar la venta ilegal por internet.

Pone el caso de Mizoprostol, que en la Clínica San Carlos de la UC, donde ella trabaja, no existe porque la autoridad les tiene prohibido tenerlo por el mal uso que se ha hecho de él (siendo para problemas gástricos, se le usa para inducir abortos) y en cambio, está en el mercado negro. También menciona el paso por Aduanas de medicamentos que dicen ser naturales como las famosa cáscara sagrada y traen sibutramina.

La presidenta gremial tiene un crudo diagnóstico de la industria; apunta, por ejemplo, al hecho de que el farmacéutico no esté tras el mesón atendiendo público porque está tapado de pega administrativa y se deja el expendio de remedios en manos de dependientes. “Queremos al farmacéutico aconsejando a la población, por algo estudió 6 años sobre medicamentos, sabe de ellos. Con eso tendríamos control de que no se cambien las recetas. Yo trato de no ir a las farmacias porque me llego a afiebrar, me enojo”, dice.

O que en el sistema de salud no tenga suficiente stock de medicamentos para pacientes crónicos, porque cuando no se lo dan, recurre a la farmacia y “ahí comienza a quedar la embarrada”.

-¿Qué se puede hacer?
“Me gustaría poder trabajar con los médicos, las enfermeras, las cadenas de farmacias para poder concientizar a la población. Nosotros hemos hecho una campaña con la municipalidad de Santiago, pero eso abarca muy poco.
“Es verdad que tenemos una economía de libre mercado, pero falta regulación, no sólo en el tema de los precios, sino que también en calidad. Mira el caso de los insumos clínicos, lo único regulado son las jeringas, preservativos y guantes, pero puedes vender gasas de la calidad que quiera”.
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