Washington. - Los fetos femeninos están más protegidos de deficiencias en la alimentación de la madre que los masculinos, determinaron científicos estadounidenses en base a ratones, según publica la revista "Proceedings" de la Academia Nacional de las Ciencias de Estados Unidos (PNAS) en su edición online.
Los expertos demostraron que en la placenta se activan genes diferentes dependiendo de la alimentación de la madre y del sexo del bebé.
La investigación ayuda a explicar cómo la alimentación de la madre influye en la salud posterior del pequeño, señalaron los científicos. A través de la placenta en la pared del útero se produce el intercambio de sustancias entre la madre y el feto.
De investigaciones anteriores se sabe que la historia clínica de una persona en parte se escribe ya en el vientre materno. Así, aumenta el riesgo, por ejemplo, de enfermar de diabetes o de sufrir un derrame cerebral en la edad adulta si la madre no se alimentó bien durante el embarazo.
Para los varones, el riesgo es más elevado que para las niñas. Otros estudios demuestran que en el caso de una alimentación rica en calorías nacen preferentemente varones y que en una alimentación baja en calorías, nacen más bien niñas.
Los científicos presumen que los fetos masculinos mueren más en una fase temprana del embarazo, cuando la alimentación no es óptima.
De qué manera influye la alimentación de la madre en el bebé en desarrollo es algo que aún no está esclarecido. Para responder a esa pregunta, Cheryl Rosenfeld de la Universidad de Missouri (Columbia/Estado de Missouri) y sus colaboradores utilizaron ratones con una dieta especial.
Algunos animales recibieron una alimentación muy baja en grasas, otros con poca grasa y otro grupo, una alimentación equilibrada. Luego, los animales fueron inseminados. En el décimo tercer día del embarazo, los investigadores estudiaron qué genes se habían activado en cada caso en las placentas de las madres.
Cada dieta llevó a un modelo de activación de genes muy singular, consideraron los científicos. Las claras diferencias en la actividad se encontraron en unos 2.000 genes.