Seattle. - Desagrado. Lástima. Desprecio. La obesidad es omnipresente en nuestra sociedad de hoy, y así es como la enfrenta un considerable número de personas.
Muchos de quienes creerían impensable hacer comentarios discriminatorios contra otros grupos, no ven nada de malo en corregir, aleccionar y hasta humillar a extraños que sufren sobrepeso.
No sólo ese maltrato contra los obesos es considerado inofensivo, sino que algunas personas realmente creen que así "ayudan" a la persona con sobrepeso.
Este no es un tema menor. La obesidad se está convirtiendo en una epidemia mundial. Más del 25 por ciento de los estadounidenses son obesos.
Las implicancias de la enfermedad -mayor mortalidad, mayor incidencia de enfermedades prevenibles, miles de millones de dólares gastados en remedios inútiles- son enormes.
Michelle Obama le declaró la guerra. Las aerolíneas luchan con el problema. Los empleadores prefieren evitarlo si pueden. Pero aun así, los sentimientos de superioridad siguen distinguiendo al discurso público sobre el tema.
Mi pregunta es, mientras se libra la batalla contra la obesidad, ¿no podemos tener compasión?
El protocolo de la buena educación se basa en la amabilidad, el respeto y la consideración hacia todos los seres humanos. A menudo depende de nuestra capacidad de ponernos en el lugar de otros y, siempre, en la creencia en la dignidad de las personas.
¿Por qué estas actitudes son tan frecuentemente dejadas de lado cuando está en juego el peso?
Realicé consultas con médicos que se preocupan por el problema de la obesidad y cirujanos que practican intervenciones para bajar peso, al igual que con excepcionales pacientes que compartieron valientemente sus dolorosas experiencias.
Sus días están plagados de presión y vergüenza:
- Sienten dolor por el desprecio y prejuicio que perciben de los otros.
- Viven con un miedo constante de quedar atrapados en molinetes, romper sillas y no poder pararse si se caen.
- Se pueden imaginar -si no es que escuchan- las críticas de los pasajeros que se sientan a su lado en aviones, autobuses o trenes.
- Pueden detectar la desaprobación y el rechazo inmediato de aquellos que les toman entrevistas de trabajo (asumiendo que tienen el atrevimiento de presentarse).
- Pero, sobre todo, son completamente conscientes de que la mayoría cree que podrían bajar de peso si tuvieran un poco de voluntad, si no fueran tan perezosos, si no comieran esto o hicieran aquello.
El hecho es que la mayoría de las personas obesas son fundamentalmente individuos de un tamaño promedio que quedaron atrapados debajo de capas de grasa y no encuentran una salida. La mayoría seguramente pasó incontables horas y gastó mucho dinero intentando bajar de peso.
Algunos consejos pueden ayudar a entender sus necesidades. Hablar sobre el peso de la otra persona sin su permiso es agresivo e inapropiado. Al invitarlos a un lugar, evite situaciones donde sólo hay sillas plegables, porque muchas veces les puede resultar difícil pararse.
Sea consciente de que algunas actividades requieren mucha caminata y proponga tomar un descanso. Seguramente haría lo mismo por una persona en un andador o una silla de ruedas.
Piense en todo esto. Si, mientras luchamos por eliminar la obesidad, nos privamos de la amistad, el compañerismo, la creatividad y la inteligencia de una de cada cuatro personas que está atravesando este problema, ?quién es el que más pierde?
* (Mary Mitchell escribió varios libros sobre el tema del protocolo, incluyendo "The Complete Idiot’s Guide to Etiquette" y "Class Acts". Las opiniones expresadas a continuación son de su autoría).