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El precio de envejecer

El tío Valentín dice desconocer si mañana despertará o seguirá durmiendo. Por eso, aprovecha su vida al máximo, tal como lo ha venido haciendo por 77 años, junto a su música en conciertos y rodeado de sus seres más queridos. Pero advierte que la única manera de ver a los hijos y nietos crecer, es pagando una factura importante, y no es otra que ponerse más y más viejo.

09 de Junio de 2010 | 08:29 |
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“Estoy acuñando una frase que le puede servir a los viejos: ¡sáquenle astillas a la vida! Hasta donde puedan, hasta el último”, aconseja Valentín Trujillo, el tío más querido por Chile.

El pianista que discutía como un niño con Guru-Guru y que en los años ‘60 se transformó en el primer amigo y guía del pequeño Pin Pon (Jorge Guerra), está consciente de que ya no está en sus 20, y por eso -y tras haber controlado un cáncer a la vejiga que le detectaron hace unos años- confiesa que vive al día.

Dada su extensa trayectoria -comenzó a los 4 años a tocar el piano, a los 7 ingresó al Conservatorio y a los 9 ya trabajaba- no tiene tiempo para falsas modestias, así que, junto con asegurar que se merecía el homenaje que se le realizó en el último Festival de Viña, no duda en afirmar que es puntual, responsable y sobre todo, un caballero.

“Desde chico aprendí lo que es serlo. Aunque, una vez, un día un músico me dijo: ‘Mira, caballero es el mismo sin vergüenza que quiere tener relaciones con una mujer, pero se lo toma con más tiempo”, explica, antes de lanzar una carcajada en el living de su casa.

“Como verás, tengo un buen genio. Soy un Tauro al que le molesta mucho la deslealtad. Generalmente, no le hablo más a esa gente, y tengo buena memoria, no olvido. Ese, tal vez, es mi mayor defecto. Y tengo un mundo musical propio, en el que soy el viejo más egoísta, para mí no más, me hago mi mundo. Lo único bueno es que me han dicho que soy un hombre que invita a su mundo. Y mi mundo lindo, amplio, precioso, con melodías, con notas, con vida, con anécdotas y todo lo que se ve acá”, comenta, frente a los trofeos que el público le entregó en Viña.

Más allá, una veintena de otros premios se exhiben en lo alto de la sala, casi al frente del piano, ese querido instrumento que le regaló su amigo Francisco Flores del Campo, el creador de la música de “La pérgola de las flores”, quien, junto con dejarle este tesoro en su testamento, le legó también su colección de discos.

Allí, sobre el piano, varias fotos vigilan al músico mientras toca. Entre ellas, una en la que sonríe junto a Jorge Guerra, dos meses antes que éste falleciera. “Fuimos muy amigos. Después vino una época muy angustiosa para él y para mí, en el exilio. Me mandaba cartas llenas de angustia, pero las rompí, me hacían mal... Lo quise muchísimo. Era tan bueno”.

Antes de tomar asiento, apunta el centro de la habitación y afirma: “Aquí mismo es donde me van a velar”.

-¿Ya tiene planificado su velatorio?
“El día que no tenga qué tocar o no tenga qué ensayar, la vida termina para mí, porque yo voy a tocar hasta el último. Tengo aún muchas canciones que dar a conocer”.

-Y además, está lleno de fechas de conciertos.
“Sí. Ya tengo el 17 y 18 de abril uno con Daniel Encina en el Patio Bellavista. Cuando supe, pregunté si era por el día del anciano o qué, porque Daniel anda por ahí conmigo (ríe). Somos muy amigos. También estoy ensayando con Gloria Simonetti para sus próximos recitales, con Amaya Forch, hice cuecas con Daniel Muñoz y discos con Ángel Parra Trío”.

-¿Y con su nieto? ¿Cómo fue haberse presentado junto a él en el Festival?
“Se tiró en la parte más importante para los chilenos, el Festival de Viña. Después regué (con lágrimas) toda la Quinta Vergara. Pero tuve el saludo amable de Felipe (Camiroaga) que me conoce mucho, el saludo cariñoso y encantador de Soledad (Onetto). El primer beso me calmó el llanto, al segundo, la quedé mirando y vi que era un hada madrina, porque es preciosa. Y al tercero, ya le quería pedir el teléfono... Ahí me centré (ríe)”.

-¿Es Viña el recuerdo más feliz que tiene de su carrera?
“Sí, he tenido la satisfacción de acompañar a artistas, pero no era yo el homenajeado. En esta ocasión, el 22 de febrero, fui yo, y ya había pagado los dividendos de hacerme más viejo. Tenía a mi hijo Roberto dirigiendo los coros y la orquesta, y a mis nietos cantando y tocando piano; Roberto, Valentín y Pedro cantando. Es el día más especial que he vivido en cuanto a lo profesional. Lo otro son pellizcos al cielo, pero en ese momento me habría gustando seguir soñando”.

-Por suerte, este homenaje se le hace en vida. Siempre alegan a que se espera a que alguien muera para felicitarlo por su trayectoria...
“Pensé que tenía mi ego durmiendo, pero resulta que estaba más despierto que nunca, porque me di cuenta que necesitaba un homenaje así, un reconocimiento así, a pesar de que tengo varias cosas de antes, premios que me había ganado por ahí, Gaviotas secundarias. Pero esta vez me la dieron a mí, sin estar compitiendo, y el público generó una cosa... ‘tío, tío, tío...’ Y no sólo por el programa ‘Sábados Gigantes’, sino que por todo, ‘Pin Pon’, ‘El Profesor Rossa’. Me dijeron de todo. Espero que un señor que hablaba de mi mamá, lo haya hecho de buena gana. Algo ‘de tu madre’, me decía cuando todo el mundo aplaudía”.

-Usted siempre dice que no se considera un genio. ¿Por qué se le tiene tanto cariño, entonces?
“Yo creo que he jugado limpio en la vida. No le he hecho zancadillas a nadie. Entiendo que, igual que Mario Kreutzberger, he sido un frontón imposible de pasar para muchos pianistas, que dirán ‘este viejo ni se enferma. Igual que el animador, tiene una salud de hierro’. Y entre los dos ocupamos aquí en Chile cuarenta y tantos años de televisión, sin darle la entrada a ningún animador ni pianista”.

-¿Cómo se las arregló con la envidia?
“Yo pensaba que debía haber gente que no me quería, pero, justamente, los colegas me eligieron presidente del Sindicato de Músicos, así que tengo muy buena onda con ellos, y siempre he procurado, no enseñar, sino compartir mi conocimiento a pianistas jóvenes. Y lo que me preguntan, hasta donde yo pueda saber, lo entrego”.

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