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Jóvenes perdidos

Un hermano matando a otro no es una historia sólo de la Biblia, ocurre y en Chile, al año siguiente que un joven muriera desangrado en la calle porque otro lo acuchilló en la cabeza. “Existe un grupo (de jóvenes) que aprende diferentes métodos autodestructivos de una manera que antes no existía”, asegura una psicóloga norteamericana que visitó el país para presentar una nueva forma de trabajar con adolescentes, antes que se destruyan a ellos y a su familia.

13 de Mayo de 2010 | 09:42 |
Manuel Muñoz (19) murió por una puñalada en su tórax, al igual que los cientos de asesinados que fallecen cada año en el país.

Pero el fin de la vida de Manuel fue algo particular; no sólo por el motivo por el que un cuchillo terminó enterrado en su cuerpo -había encendido la Playstation sin permiso- sino que, lo más asombroso, es que su hermano, R.A.M.G., de 16 años, envalentonado por su actuar con la consola de videojuego, se lanzó a pelear con Manuel y no habiendo sacado toda su rabia aún, decidió ir a buscar el arma blanca para herirlo, dándole muerte.

Justo esa semana, J.T.N.V. (15) volvía a ser encerrado en un centro del Sename, luego que le fuera negado el año en libertad vigilada que le había otorgado el Cuarto Tribunal de Garantía de Santiago.

En esa oportunidad, los más indignados, como era de esperarse, era la familia de Sergio Aguayo, el joven de 18 años que murió en julio de 2009, desangrado en la calle, después que J.T.N.V. le enterrara un cuchillo en su cabeza.

Noticias como estas parecen haberse adueñado de los titulares en el último tiempo. Pero lo cierto es que estos hechos han estado siempre presentes en la historia del hombre, como lo indica la psicóloga norteamericana Pamela Foelsch.

De visita en Chile, donde dio cátedra en el seminario de la Universidad de los Andes “Adolescent Identity Treatment: AIT”, conversó con PuntoMujer acerca de su particular tratamiento -creado junto a la fallecida psiquiatra infantil chilena Paulina Kernberg- para trabajar con las conductas autodestructivas de los adolescentes y de los últimos hechos que han marcado en Chile la, aparentemente, inexplicable violencia de ellos.

La psicóloga, cuyo país ha vivido las masacres de Columbine y Virginia Tech, explica que si bien se trata de comportamientos que siempre han existido, se diferencian en la actualidad por el nivel de información que manejamos gracias a tecnologías como internet.

“Muchos adolescentes deciden actuar así por problemas personales, pero existe un grupo que aprende diferentes métodos autodestructivos de una manera que antes no existía (...) Si un individuo tiene serios problemas, está en riesgo de adoptar formas de comportarse influenciado por el resto de la sociedad”, explic.

La presencia parental parece más que obvia, pero muchas veces se escapa del recuerdo de los responsables de aquellos adolescentes que caen en un espiral de autodestrucción sin límites, que puede terminar en la muerte de un tercero o en la suya propia.

“Nos preocupamos de los hijos cuando son niños, y les creemos cuando, siendo adolescentes, se alejan y nos dicen que no nos necesitan porque ya son grandes. Pero no sabemos que eso es sólo parte de la búsqueda de su identidad, y que en otros momentos, realmente, necesitará que el padre esté ahí, preocupándose por él, apoyándolo y poniendo límite”.

Lo grave de todo esto, es que tal como lo explica la psicóloga, uno de los motivos que desencadena conductas autodestructivas en un adolescente es, precisamente, la falta de atención de su entorno más próximo y querido, por lo que utiliza acciones poco beneficiosas para volver a captar el cuidado de su familia.

“Generalmente, actúan de manera mala, porque eso atrae inmediatamente la atención del padre. El problema es que sí capta la atención, pero no en una buena forma. Sus papás se asustarán o se enojarán y pondrán sus límites. Pero esa no era la respuesta que esperaba el hijo, así que pedirá que se alejen y a veces los padres desaparecen de nuevo y así comienza un círculo vicioso”.

Cuando el daño los hace sentirse vivos

Junto con aconsejar el reconocer las cosas buenas que los hijos hacen, y no sólo responder ante las malas, Foelsch menciona el caso de adolescentes que, independientemente de la atención que tengan de sus padres, presentan actitudes autodestructivas, que pueden llegar incluso a los cortes autoinflingidos y a la ausencia de la necesidad de sociabilizar con el mundo; “están perdidos”, dice.

“Para esos niños, cortarse y tener comportamientos autodestructivos se transforma en una manera de sentirse vivos. En otras palabras, ellos no se sienten conectados con el mundo y la gente, se sienten solos y aislados”, explica la doctora.

Traumas de todo tipo o la falta de habilidades sociales que se ven agravadas en un ambiente de burlas en el colegio podría generar comportamientos tan tristes en la vida de un adolescente. Pero Foelsch también destaca la relación temprana con sus padres.

“Por ejemplo, los bebés nacen con diferentes temperamentos. Algunos son muy fáciles de cuidar y clamar, pero otros no; los puedes alimentar, limpiar, abrazar y seguirán llorando, no se consuelan”. En el primer caso, ese hijo “encajará” con cualquier tipo de padre, pero en el segundo, requerirá un cuidado especial que no todos podrán desarrollar.

“Es difícil preocuparse continuamente de un bebé que no te está generando buenos sentimientos, al que calmas y cuidas pero, por más cosas que hagas por él, seguirá llorando”. En el peor de los casos, al no existir la respuesta necesaria por parte de la madre, habrá un distanciamiento.

“El bebé sobrevivirá, pero aprendiendo fisiológicamente maneras diferentes de tranquilarse por su cuenta (...) Ya no se trata de buscar atención, sino de su propia necesidad de regularizarse y eso es muy triste, porque en la adolescencia, la importancia de las relaciones la han perdido”, dice Foelsch.

El tratamiento propuesto por la doctora y la psiquiatra chilena aparece como algo inédito ya que está creado especialmente para ser aplicado en adolescentes y no es una metodología para un adulto adaptada a jóvenes, como suele ser el caso.

Lo más relevante es que incluye a los padres de manera activa, independiente de que vivan junto a sus hijos o no, tomando en cuenta la importancia trascendental de su rol en la manera en que el adolescente se desenvuelva en el mundo que están descubriendo.