Pesaba 150 kilos al ingresar a la base de “Pelotón”. Hace un año no salía en pantalla y le iba bien con su productora banquetera. Pero su socio -con el que después también inauguró el restaurante
JMayo- lo animó para ingresar al reality militar.
“Un martes me dijeron que el viernes ya tenía que entrar, y empecé a ver programa de otra forma, viendo lo que tenía que hacer. Veía a Schilling todo musculoso haciendo las pruebas y pensaba en cómo lo iba a hacer yo. Había que bañarse a guata pelada y con toda esta gente que no conocía. Decía ‘¡qué hice!’… Pero fue una gran decisión”.
Allí le propusieron bajar de peso y cumplió con el desafío con 30 kilos menos, que espera, sean 40 en un tiempo más.
“Es que te cambia tanto la vida. Desde cosas como la ropa; yo tenía tanta que no me ponía. Me compraba un pantalón y si me quedaba un poco apretado decía:
‘ah, no importa. Total, el lunes empiezo la dieta’. Y ahí quedan los pantalones nuevos, poleras nuevas que después terminaban botadas. Hace años que voy todos los días al gimnasio, pero no bajaba de peso porque comía como chancho”.
-¿Ahora no te dan ganas?
“Lo que hago ahora es comer más sano. Antes, si me quería comer una casata, me la compraba. Hoy me compro un durazno. Antes también comía hasta que la guata me doliera, hasta que no podía ni hablar. Ahora como, pero no hasta quedar muerto. Si voy a un restaurante, ya no me pido el bife a lo pobre, me pido una ensalada. Eso, a la parte de la autoestima ayuda bastante”.
-¿No eras feliz con tu cuerpo?
“Yo igual soy feliz, buena onda y todo, pero me doy cuenta que uno está más mino. Nunca he sido muy pretencioso, pero ahora me siento hasta más atractivo para las mujeres. Todos dicen que los gorditos son más felices pero yo creo que no, uno gordo no es feliz. Se puede conllevar, pero teniendo unos kilos menos, vives mejor. Yo tengo una hija chica y todavía me quedan muchos años por entregarle cariño”.
-¿Te gustaría tener más hijos?
“Sí. Cuando me casé, yo quería tener cuatro, pero ahora no estoy ni enamorado. Por mí, a futuro, si encuentro una persona que me enamora y me haga feliz, tendría dos hijos más”.
-¿Medir 2 metros es un pro o un contra para conquistar mujeres en este país, en general, de gente bajita?
“Gracias a Dios, nunca tuve grandes complejos por la estatura. Ahora está muy de moda el ‘bullying’, pero cuando yo estaba en el colegio (Patrocinio San José) igual existía; todos se peleaban y al pavo lo molestaban y molestaban. Era un colegio de hombres y era bien heavy la cuestión. Lo que pasa es que ahora lo graban y hay registro, pero por mi personalidad, yo no sufrí eso”.
-¿Nunca tuviste algún inconveniente por tu altura?
“Sí, de que me iba al colegio en micro y quedaba todo doblado, o con la ropa; que de zapatos de colegio había hasta el número 42 y yo calzaba 45, así que me tenía que comprar unos de terno. O cuando estaba en una fiesta, bailando con la niña que me gustaba y venía el lento... Me daba una vergüenza quedar todo encorvado. Pero siempre hice mucho deporte, jugué básquetbol y fui bien reconocido por eso en el colegio. O sea, tenía toda una parte buena también; pero ayudó mucho mi forma de ser o mi sentido del humor o lo sociable que yo soy, que nunca tuviera grandes trancas.
“He tenido pololas de un metro 60 y bien. Siempre he tenido muchas amigas. Aunque creo que ahora me he puesto más complicado”.
-¿Con las mujeres?
“Sí. Cuando me separé, nunca pensé ‘ah, me voy a agarrar a tantas minas’. Que es lo típico que te dicen los amigos cuando te quedas soltero. Yo viví el duelo, lo pasé mal y después, siempre he tenido cositas por ahí, pero nunca una polola-polola que le haya presentado a mi hija. No es que no se la quiera presentar -aunque eso para mí es tema- pero no he encontrado a una persona adecuada”.
-¿Los 30 kilos menos ha hecho cambios al respecto?
“Desde que salí de ‘Pelotón’, ahora que estoy más flaco y juran que soy millonario (ríe), he tenido varias conquistas. Pero salgo con una amiga, 2 ó 3 días, y al otro día no me dan ganas de llamarla. Eso me llama la atención. Antes la hubiera llamado si me gustaba. Será porque estoy haciendo más cosas, que estoy menos ansioso y más mañoso, pero de verdad no ha llegado una persona que me mueva el piso”.
-¿Qué les ha faltado a las que has conocido?
“No lo sé. Creo que es de mañoso no más y que estoy con harto trabajo y quiero hacer muchas cosas. Pero estoy abierto a que pase, ahora o más adelante. Me gustaría tener una pareja”.
Aunque sea difícil de creer, el Kiwi no siempre tuvo una personalidad extrovertida. Aunque apareciera luego besando las cabezas de autoridades y famosos como cábala en el Mundial de Francia ’98 y se paseara por las playas luciendo un traje de baño estilo años ’20 –gorrito incluido- este alto hombre evitó cualquier tipo de protagonismo escénico en las obras y actos escolares. Leer la Biblia en las misas de su colegio, Patrocinio San José, era una tortura.
“Era muy sociable y bueno para la talla, pero cuando me gustaba una niña, me moría de la vergüenza si se enteraba”, dice.
-A pesar de todo, fuiste el precursor de los noteros.
“Fuimos de los primeros con Pato Oñate, sólo que aquí no se decía ‘notero’. Así les decían en Argentina en ese tiempo”.
-¿De dónde salió el “osso”?
“El ‘osso’ son de esas cosas que estaban en ‘Videomatch’. Julio Videla -a quien debo agradecerle porque, finalmente, fue él quien vio que yo tenía algún talento para esto- me dijo que hiciera el ‘osso’. Era una cuestión súper simple y pero cuando le hacías cuatro a una persona, era chistoso”.
-La gente te relaciona con eso todavía?
“Sí, al principio era enfermante, y yo me tenía que reír... Todos los días me lo hacían y era traumático. Igual era el descueve, porque cachaba que la cuestión estaba funcionando, pero a una mina le iba a dar un beso y me hacía ‘osso’, y no podía alegarle a nadie. También tenía la cábala que hice para el Mundial de Francia, que funcionó súper bien. Ahora lo veo y era súper inocente; hoy los noteros son mucho más agresivos, pero en esa época darle un beso a Gabriel Valdés en la frente, era una locura, igual que a Frei... Los guardias me sacaban”.
-¿Hubo alguien que te pidiera derechamente no darle un beso?
“Me acuerdo que el general (r) de Carabineros Fernando Cordero, que era bien futbolero, cada vez que entraba al estadio yo le daba besos (da un beso al aire). Pero un día me agarró Gonzalo Beltrán y me dijo:
‘Tienes prohibido darle besos al general Cordero’. Lo que pasó es que el general lo había llamado y le dijo:
‘A mí me encanta el Kiwi, es súper buena onda, pero cuando llego el lunes y estamos en reunión con los cuatro directores de las Fuerzas Armadas, me agarran para el hueveo. Por favor, que no me dé más besos'”.
-Pero otros te los pedían, ¿no?
“Ese año del Mundial había elecciones, así que una hora antes empezaban a llegar los políticos y los asesores de prensa se acercaban para avisarnos que habían llegado. ¡Me los ponían ahí, haciendo cola! Si ‘Viva el lunes’ tenía 60 puntos de rating, era propaganda, y en el fondo, yo los dejaba bien, como buena onda... Pero mi sueño era darle un beso a Frei. En todos los partidos, la gente gritaba
‘¡Frei, Frei!’ y llegaban los guardaespaldas y me agarraban del cinturón para sacarme de ahí. Para un partido hicieron toda una estrategia para que él saliera por otro lado para evitarme; porque toda la gente que iba saliendo del estadio, estaba afuera gritando
‘el beso, el beso’. Al final era una presión, porque no quería quedar mal con el público”.
-¿Irás este año a Sudáfrica?
“No voy a ir al Mundial Hubo muchas posibilidades, pero el programa en el que voy a trabajar yo, que se llama ‘La barra del mundial’, es de mucha acción en Santiago y además soy parte del elenco estable. Tampoco es barato mandarme. Al principio me dio lata, pero igual estoy súper motivado, puede ser una gran posibilidad para mí de hacerlo bien”.
-Pero, ¿la Selección necesita los besos del Kiwi?
“Yo creo que sí. No sé si los besos; tenía otra cábala pero… ¡cómo sabes si Chile pasa a la otra ronda y me mandan!”.
-¿Cuál es tu vicio privado?
“Hay uno que quisiera dejar. Después de ir a dejar a mi hija, mientras me voy al gimnasio, siempre me fumo un cigarro. No le he contado a nadie que hago eso, por que igual me da vergüenza”.
-¿Te debe hacer mal eso, justo antes del gimnasio?
“Pésimo, pero siempre lo hago. Después me como un chicle o una mentita porque me da plancha llegar con olor a cigarro al gimnasio”.