EMOLTV

Ante todo, papá

El otrora notero, experto en cábalas mundialeras y ex roommate de Felipe Camiroaga, hoy está más feliz que nunca. Regresó a los medios de comunicación y dice sentirse “más mino” con los 30 kilos que perdió el verano, como recluta de “Pelotón”. Pero lo mejor es que la relación con su hija, su ex esposa y hasta la pareja de ella, no podría ser mejor.

28 de Julio de 2010 | 16:06 |
imagen
Es acelerado y nunca lo ha negado. Por eso, ni se arruga para conversar de su particular vida familiar, su trabajo, sus cábalas mundialeras y sus 30 kilos bajados, mientras responde unas cinco llamadas de su hija, la Cami (11), a la que le dice que no puede llevarla donde una compañera hasta Chicureo, pero al rato le organiza una salida con otra amiga para que ella, la adolescente dueña de su corazón vaya a comer Donuts.

Arturo Walden (43) es el verdadero nombre del Kiwi. Ese hombre de dos metros exactos que pareciera haber patentado en Chile el “osso”, mientras, prácticamente, creaba el oficio de notero en el programa de Julio Videla, “Acompáñeme”.

El amigo del burro Atilio Atinas en “Zoolo TV”, anda más que feliz con su regreso a los medios de comunicación. Tras su salida de “Pelotón” -donde logró bajar 30 kilos de los 150 que pesaba, se ha convertido en rostro habitual del “Buenos Días a Todos” –donde comparte pantalla con su amigo y antiguo roommate, Felipe Camiroaga- y hasta tiene un programa con Carla Ochoa, “Cómplices”, en la radio Romance.

Allí, las auditoras llaman para saludar a ambos locutores y para pedir consejos. Y el Kiwi, por muy feliz que se muestre siempre, tiene experiencia en superar ciertos porrazos de la vida.

Hace cuatro años se le diagnosticó bipolaridad, enfermedad que le costó su salida de TVN el 2006 -no fue a trabajar por encontrarse mal, pero sin avisar que se ausentaría- y a la que le costó acostumbrarse, entre los remedios y lo extraño que le parecía el mal.

No sólo eso. Al año siguiente su rostro salió en portada de LUN, donde se informaba de la hemorragia intestinal que lo afectó, y por la que perdió nada menos que 3 litros de sangre.

Pero Arturo admite que lo peor que ha vivido fue su separación, hace unos 5 años (casi el mismo tiempo que estuvo casado), de Andrea, una auxiliar de vuelo que, por su trabajo, muchas veces debía dejar a Arturo con Camila en Santiago, donde padre e hija estrecharon lazos que hasta hoy, a pesar de no vivir en teoría juntos, no se rompen.

“Por mi personalidad, mi relación con mi hija siempre ha sido muy cercana. De siempre, porque pasé mucho con ella, y siempre trataba de darle el máximo tiempo posible, llevándola al canal, teniendo muchas veces vacaciones solos los dos, porque enero y febrero es temporada alta en las líneas aéreas, así que mi ex no tenía vacaciones. Así que siempre ha habido un lazo de mucha confianza con mi hija”.

-La separación debe haber dolido más entonces?
“Fue horrible. La pena más grande de mi vida ha sido separarme, fue un golpe fuerte, un fracaso del proyecto de vida. Siempre uno piensa que pudo haber hecho las cosas mejor. Aunque ahora lo veo y claro, no éramos el uno para el otro. Aunque sí, nos amamos mucho. Ella es una súper mujer y es mi mejor amiga ahora. Yo creo que para ella también yo soy su mejor amigo. Para mí es una persona muy importante en mi vida, pero como pareja no funcionamos, es así”.

-Parecen llevarse bastante bien ahora.
“Tengo una relación con ella el descueve. Ella tiene su pareja (Mauricio), tiene un hijo con él, y yo con la pareja de ella me llevo súper bien, somos amigos. A veces voy a buscar a mi hija y pero ella salió con su mamá, y yo me puedo sentar con él a conversar dos horas... O cuando la Andrea está de viaje...”.

-Mentira que sales a carretear con él.
“Me he juntado a carretear con él.
“Yo no veo a mi hija fin de semana por medio; la veo todos los días, la voy a dejar siempre al colegio, y se va 3, 4 días a mi casa. Es como atípico. La Cami me preguntó un día si nosotros éramos raros o especiales, porque como yo era amigo del Mauro, pasaba harto en su casa, jugaba con su hermano... Y claro, yo tengo sobrinas o compañeras que se han separado, y los papás ven a los hijos cada 15 días o a veces llegan a la puerta de la casa, la ex señora le pasan a la hija, su mochila, y la van a dejar el domingo”.

-¿Pero esa relación se formó al tiro?
“Yo nunca tuve problemas con ver a mi hija. Pero si en un principio fue más distante la relación con mi ex señora, porque hay resentimiento. Reconozco que cuando nos separamos, yo quería volver; traté mucho tiempo de solucionar las cosas, de que nos diéramos una nueva oportunidad. Y eso, al final, crea algo de amor y odio, porque uno lucha pero también ve que la cuestión ya se murió. Fue complicado. Pero hoy la puedo invitar a almorzar, conversamos, le cuento mis cosas, ella me cuenta las suyas y hablamos un montón por teléfono si no nos vemos”.

-¿Cómo lo lograron?
“Ayuda mucho no guardar rencor por ninguno de los lados. Para mí eso es una etapa superada, y eso va en bien de mi hija, que ve que tengo una relación con su madre, con la pareja de su mamá y eso la hace muy feliz. Para mi ex señora también es muy importante verla feliz. Al final, todos ganamos si la relación es buena. Pero sí, es atípica. Mis amigos no lo pueden creer”.

-¿Pero cuando se conocieron con el Mauro, fue tan idílico todo?
“Para mí fue duro. Habían pasado, no sé, dos años cuando vi a mi ex señora por primera vez con él. Un día, la Andrea fue a buscar a mi hija a mi casa y salí al portón. Ahí vi otro auto, no el de ella... Empecé a hacerme el ‘oh, sí, sí. Está todo normal, todo bien’. Me despido de la Cami, cerré el portón y no alcancé a llegar ni a mi pieza. Me quedé en el living y ¡aaah! No sé si seguía enamorado o no, pero fue fuerte”.

-Un fin definitivo.
“No sé, yo ya había vivido el duelo. Hoy tengo una relación muy buena, pero ahí también hay un gran mérito del Mauro. Él ha sido súper tolerante. Porque igual podría ponerse celoso, si, mal que mal, yo soy el ex esposo, pero hay una relación normal, relajada”.

-¿La separación coincidió con que supieras que tenías bipolaridad?
“Fue cuando ya llevaba dos años de separado que me venían cambios de personalidad. El psiquiatra me diagnosticó un trastorno bipolar. Fue una etapa difícil; yo soy súper acelerado, súper ansioso... Es un proceso que ahora, a los 43 años, trato de manejar más, de andar más calmado, porque si no, es un poco desgastante”.

-¿Qué tan acelerado?
“Ansioso. Si te digo que te invito a almorzar a mi casa el domingo, yo el sábado ya estaba pensando en eso y dándole vueltas. A las 11 de la mañana del domingo tenía las cosas listas y a la hora de almuerzo ya estaba desgastado. Hubo un minuto en que yo no tenía paciencia ni para hacer la cola de un banco. Andaba desesperado, acelerado para manejar, y me dio mucho por la comida. Hoy, gracias a ‘Pelotón’ he adelgazado y porque hice una dieta estricta. Pero antes me iba de aquí a mi casa y en la esquina me compraba un Superocho, todo por andar haciendo algo.
“Yo tampoco asumí mucho lo de tomarme los remedios. Lo encontraba raro. Le contaba a mis amigos y me decían: ‘Qué vai’ a ser bipolar tú’. De repente, con todo lo social que soy, me gustaba también estar solo, que no hubiera nadie. Y mis amigos me decían que a ellos también les pasaba. Pero claro, para mí era complicado. Pero hoy he aprendido a pedir ayuda cuando veo que me pongo más depre, y también a sacar un poco la pata del acelerador, a tomarme los tiempos. Quizás, en una época me complicaba también el peso, pero hoy también me he tomado la cuestión de la alimentación de otra forma”.

-Bibiano Castelló ha dicho que cuando vivió contigo y con Felipe Camiroaga, te quedabas dormido con un tarro de mayonesa, papas fritas y una cerveza frente a la tele.
“Sí, yo llegaba en la noche a la casa y me ponía a ver tele comiendo y comiendo. Para mí, mis ratos de ocio en la casa son peligrosos, sobre todo por el tema de la comida. Si no estoy haciendo actividad, como. Además fumo, pero en mi casa no”.

-¿Qué hay de cierto que cuando vivías con Felipe, él te dejaba la alfombra de entrada en diferente posición para que tú supieras que no debías “molestar”?
“(Ríe) Lo que pasa es que cuando empezamos a vivir juntos –vivimos como 6 años- no había celulares. Como al año, Felipe tuvo uno que era una cuestión gigante que se le cambiaba la batería. Entonces, llegamos a un acuerdo, que cuando uno estuviera ocupado con su polola o alguna invitada especial, para no meter las patas, el limpiapiés lo pondríamos cruzado; cosa que si yo llegaba pasara directo a mi pieza. Eso sí, la mayoría de las veces, cuando estaba él la alfombra estaba cruzada y cuando estaba yo, no. Yo la habré dado vuelta un par de veces no más”.

-¿Te tocaba muy seguido irte a tu pieza?
“Me daba unas vueltas por ahí, pero sí, mi socio era bueno para poner el limpiapiés para el otro lado”.

Continúa leyendo:
“Nunca tuve grandes complejos por la estatura”
EL COMENTARISTA OPINA
¿Cómo puedo ser parte del Comentarista Opina?