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Cuando el exceso deportivo pone en jaque a los niños

03 de Junio de 2010 | 12:02 |
Sería la última persona en desmotivar la práctica deportiva entre los niños. De hecho, desearía que más de ellos se alejaran de sus computadoras, dejaran a un lado sus iPods y teléfonos celulares y dedicaran más tiempo y energía a la actividad física.

Sin embargo, para muchos niños y adolescentes, el problema es el opuesto al sedentarismo. Motivados por padres de familia y entrenadores, muchos con visiones de gloria y becas, demasiados atletas jóvenes están siendo empujados — o se empujan a sí mismos — al punto de un colapso nervioso físico y, a veces, emocional.

Las estadísticas citadas por Mark Hyman en su libro “Hasta que duela: La obsesión de EU con el deporte juvenil y cómo lastima a nuestros hijos” (“Until It Hurts: America’s Obsession With Youth Sports and How It Harms Our Kids”), en una nueva edición de pasta suave de Beacon Press, de hecho son aleccionadoras: “Cada año, más de 3.5 millones de niños menores de 15 años requieren de tratamiento médico por lesiones deportivas, la mitad de las cuales son el simple resultado de uso excesivo”.

Las lesiones son apenas una parte del problema, escribió Hyman. A medida que los adultos se involucran cada vez más, notó, “con cada temporada que pasa los deportes juveniles, al parecer, se apartan progresivamente de su misión fundamental relativa a suministrar una recreación saludable, segura y que forme el carácter de los niños”.

Hyman, periodista deportivo, fue impulsado a acometer este tema, en parte, debido a su propia conducta mal encaminada como el padre de un hijo con talento atlético. A sus 13 años de edad, Ben Hyman era el preciado lanzador de un equipo local cuando le empezó a doler el hombro — y lo suficiente como para que él se quejara — justo antes del comienzo de los playoffs de la liga.

A pesar de una evaluación profesional en el sentido que el problema de Ben era ocasionado por lanzar demasiadas pelotas y la recomendación de que descansara el brazo por un mes, su padre lo metió a jugar, y una vez más a los tres días, exhortándolo a “prender un incendio hasta el campeonato”. Cuando el niño lesionado empezó a “lanzar pelotas sumamente lentas al plato de home”, Hyman se dio cuenta de su imprudente miopía al anteponer la victoria al bienestar de su hijo.

El problema fue puesto de relieve tres años atrás por el Consejo de Medicina Deportiva y Bienestar Físico de la Academia Estadounidense de Pediatría. En un informe publicado en la revista de la academia, Pediatría, el Dr. Joel S. Brenner escribió: “Las lesiones por uso y entrenamiento excesivos y agotamiento entre atletas infantiles y adolescentes constituyen un problema en aumento en Estados Unidos”.

El objetivo de la participación juvenil en el deporte, dijo el consejo, “debería ser el de fomentar la actividad física a lo largo de la vida, recreación y habilidades de la sana competencia”.

“Para mala fortuna”, proseguía, “con demasiada frecuencia el objetivo se desvía hacia los objetivos del adulto (padres y/o entrenador), ya sea implícita o explícitamente. A medida que más atletas jóvenes se están volviendo profesionales a edades más tempranas, la presión es mayor por capturar una rebanada del pastel profesional, para obtener una beca escolar o para entrar al equipo olímpico”.

(Si usted duda de la participación de adultos, sugiero que observe atentamente un juego de las Ligas Menores entre equipos que luchan por un campeonato. Pero en vez de observar a los jugadores, observe — y preste atención — a los padres de familia y entrenadores que les gritan, y no sólo palabras de aliento.)

No obstante lo anterior, la mayoría de los atletas jóvenes y sus padres no logran darse cuenta que dependiendo del deporte, solamente un diminuto porcentaje — dos a cinco de cada 1,000 atletas de bachillerato — alcanza alguna vez el estatus profesional.

Claramente, hemos ido demasiado lejos cuando el énfasis en la participación y desempeño atléticos se convierte en algo que todo lo consume y que provoca lesiones que, a veces, pueden comprometer el futuro de un menor.

El Dr. James R. Andrews, cirujano deportivo, dijo que actualmente atendía cuatro veces más lesiones por uso excesivo en deportes juveniles en comparación con hace cinco años, al tiempo que más niños están teniendo que ser sometidos a cirugías actualmente por lesiones crónicas a causa de los deportes.

Aunque es mucho más común hoy día, el problema no es nuevo. En 1952, la Asociación Nacional de Educación apuntó a los “elementos de alta presión” y la “competencias altamente organizada” en deportes juveniles que le daban a los jóvenes “una idea exagerada de la importancia de los deportes y pudiera incluso ser nocivo para ellos”.

En los Archivos de Enfermedades Infantiles de 1988, dos facultativos con sede en Londres, N. Maffulli y PP. Helms, concluyeron: “Los atletas jóvenes no sólo son atletas más pequeños, y no deben convertirse en chivos expiatorios del ego de un entrenador o un padre de familia”.

Citaron el análisis de regímenes de entrenamiento en los cuales se halló “que cuando menos 60% de todas las lesiones sufridas se relacionaban directamente con el entrenamiento y podían evitarse mediante cambios apropiados en programas de entrenamiento”. Explicaron que los atletas jóvenes son más proclives a ciertas lesiones, particularmente las fracturas por tensión; tendinitis; una condición degenerativa conocida como osteocondrosis; así como daño a las placas del crecimiento de huesos que pueden impedir su desarrollo de por vida.

Whitney Phelps, la hermana mayor del chico prodigio de las Olimpiadas Michael Phelps, era la nadadora a seguir en los años 90, hasta que quemó su cuerpo.

Motivada por su madre, su entrenador y sus propios sueños olímpicos, recuerda, nadó con dolor en la espalda por años, siendo tan agudo algunas veces que difícilmente podía estar de pie. A los 14 años de edad, relata Hyman en su libro, sus brazos se le dormían cuando giraba el cuello, y se encontró que tenía dos hinchados discos espinales, un disco herniado y dos fracturas por tensión.

Uno de los principales factores en el aumento de la tasa de lesiones es el énfasis actual en jugar un deporte a lo largo de todo el año, lo cual no deja tiempo para que los músculos y articulaciones se recuperen del inevitable microtraumatismo que ocurre durante la práctica y juego. Con la especialización cada vez mayor, tampoco hay un entrenamiento mixto que permitiría que otros músculos se fortalecieran y aligeraran la carga.

Incluso cuando un deporte se practica por temporadas, la práctica diaria puede dar como resultado algunos problemas. El consejo de pediatría de Estados Unidos recomienda que los atletas jóvenes “tengan al menos uno a dos días libres por semana de la práctica competitiva, entrenamiento específico de un deporte y práctica competitiva a fin de permitirles que se recuperen tanto física como psicológicamente”. Este grupo también recomienda que niños y adolescentes jueguen solamente en un equipo por temporada y tomen unas vacaciones de dos o tres meses de un deporte específico cada año.

Sin consideración a la edad del atleta, el juego con dolor es una mala idea. El dolor es la señal del cuerpo para indicar que algo está mal. Si lo pasa por alto es probable que empeore cada vez más, y la lesión podría volverse permanente.

Busque un diagnóstico profesional y siga el consejo terapéutico. Después de un periodo de descanso prescrito por el médico, regrese gradualmente al deporte, incrementando el tiempo de entrenamiento, las repeticiones o la distancia en no más de 10% cada semana.

Los autores de Pediatría también sugieren que una posible indicación de agotamiento es cuando un atleta “se queja de problemas no específicos de tipo muscular o en las articulaciones, fatiga o pobre desempeño académico”. Es en este momento que se debería reevaluar la motivación del menor para continuar en el deporte.
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