La imagen de Pomaire en el suelo, con miles de piezas de greda hechas pedazos, así como los hornos de barro para su cocción, fue un recordatorio de que nuestro patrimonio cultural sufrió con el terremoto mucho más que la destrucción de templos y casas coloniales.
Los oficios de alfareros, especialmente, de tejedores de mimbre y muchos otros se han visto duramente golpeados por esta tragedia y ya hay instituciones que están ayudando a ponerlos de pie.
Una de ellas de la
Fundación Artesanías de Chile, que pertenece al grupo de organizaciones que dependen de la Primera Dama y que dentro de sus objetivos tiene ayudar a preservar el patrimonio cultural expresado en la artesanía, así como perpetuar su elaboración y educar en su conservación.
Dalia Haymann, directora ejecutiva de la fundación, sabe que trabajan contra el tiempo porque la preservación de estas expresiones artísticas no sólo tiene que ver con el cuidado de nuestra historia, sino que con la mantención de las fuentes de trabajo de muchas familias.
Sin la existencia de un catastro oficial de los artesanos que existen en el país, donde algunas versiones fluctúan entre los 36 y 10 mil, esta fundación se dedica a la protección a la artesanía tradicional.
-La artesanía está vinculada a un patrimonio tangible e intangible. ¿Qué se está haciendo por traspasar oficios de generación en generación?
“Hay ciertos rubros, es verdad, que se están perdiendo, pero la fundación, en una de sus líneas de apoyo, tiene una que tiene que ver con el rescate de aquellos oficios que se están perdiendo. La fundación, en forma independiente, o junto a otras de las que pertenecen al gabinete de la Primera Dama, como Prodemu, busca a personas que tengan una habilidad que se está perdiendo para que entre y capacite como artesanos a otros. Estamos haciendo un rescate identitario”.
-¿Qué oficios o artesanías están en peligro de extinción?
“El crin no es que esté en peligro de extinción, pero tiene un grupo reducido de personas que lo hacen; también hay algunas cerámicas del sur y textilerías atacameñas que se han ido perdiendo. Estamos trabajando para que no se pierdan”.
Dalia Haymann aclara que no hay posibilidad de establecer qué tipo de artesanía, según etnia, tiene más posibilidades de perpetuarse y insiste que el tema es tener la visión de poder llegar a tiempo a rescatarlos. “Los que más necesitan son lo que mencioné”, recalca.
-¿Qué problema implica la proliferación de artesanía masiva y de mala calidad?
“Que el mercado sea amplio me parece bien. Cuando me dicen que se abrió una nueva tienda de artesanía lo celebro, ya sea de artesanía tradicional o de innovación. Lo que nos importa es que haya más mercado para la gente y así conozca la artesanía chilena. Es verdad que hay productos que dejan mucho que desear pero eso pasa en todos los rubros.
“Nosotros tratamos de cuidar mucho nuestros objetos que se comercializan en nuestras tiendas. Tenemos un comité externo de expertos que certifican las piezas y evalúan; además ayudan a los artesanos a corregir las piezas y a convertirlas en un objeto de valor con sus terminaciones. Vendemos de alta calidad”.
-La artesanía de alta calidad es más onerosa. ¿Es un tema insalvable?
“El valor de la pieza no va en que sea más o menos difícil de reproducir, sino en el tipo de elaboración; si se han usado materias primas orgánicas y naturales, con un diseño que realmente transmita la historia de una etnia o tradición. Hay cerámica que busca diseños más modernos, pero nosotros, al contrario, buscamos lo tradicional.
“La comercialización apunta a que tenga un valor patrimonial y, ojo, con comercio justo”.
-¿Cómo es eso?
“Trabajamos bajo la modalidad del comercio sustentable. Es decir, nosotros le compramos al artesano los objetos al valor que ellos dicen que vale y lo revendemos con un margen mínimo al público que tiene que ver con poner el IVA. No hacemos otros cargos, como es la mantención de tiendas, honorarios que lo cubrimos con subvención del Estado. Entonces, el objeto que se vende está en un precio justo, que además habla del trabajo ético, de la no explotación de niños, de ayuda a los grupos familiares que hay detrás”.
-¿Cuál es la artesanía que mayor ‘salida’ tiene?
“Es relativo; tiene que ver con épocas, además la facturación de un objeto artesanal no es continuo todo el año. Ahora viene la baja en la madera porque en invierno está húmeda y hay que esperar que se seque. Los textiles, que son de teñidos naturales, en el invierno son de un color y en el verano de otro y depende si se trata del norte o del sur. No es que haya un sólo objeto que se venda más, pero lo que más capta al público es la textilería, la cerámica, las joyas y la madera”.
La Fundación Artesanías de Chile en el actualidad trabaja con 2 mil artesanos a los cuales se les compran sus objetos después de haber sido aprobados por el comité de expertos, pero detrás de ellos, se benefician más de 10 mil artesanos porque generalmente trabajan en grupo como es el caso de las mapuches.
-¿Cuál es el arraigo que tienen los chilenos con nuestra artesanía?
“No se si arraigo, pero hay poca identidad todavía. A lo mejor en los colegios no se les enseña cuál es el valor; por eso nosotros hacemos muchos talleres con los mismos maestros artesanos en colegios para explicar su oficio, su historia, lo que es su región. Eso parte de una de nuestras líneas de trabajo que es la educación. Por ejemplo, a fin de mes tenemos en conjunto con la Fundación Futuro un seminario para profesores sobre artesanía, patrimonio e identidad para que ellos lo puedan transmitir”.
-¿Qué pasó en el terremoto?
“Hicimos un catastro, de los 2 mil y fracción maestros que tenemos tuvimos afectados 883 artesanos, pero dentro de ellos hay una gama de graves, medios y menos graves. Los más graves son los que perdieron su espacio de comercialización, sus casas y los medios tienen destrucción de hornos y materias primas.
“Hemos elaborado un plan de contingencia y ayuda, entre los que se encuentran adelantos de dinero para que puedan seguir produciendo y arreglar lo destruido. Además, en la sala que tenemos en el Centro Cultural Palacio La Moneda haremos en octubre una exposición de artesanía de la zona de catástrofe de manera de poder ayudar a los artesanos en sus ventas. Todas las exposiciones que se hacen ahí suben sus ventas 144%, aunque también queremos mostrarle a la gente qué fue lo dañado y que puedan comercializar”.
-¿Pomaire fue el más emblemático?
“Sí, pero no es el único. En el sur hay comunidades bien afectadas como Quinchamalí, Tirúa, Doñihue, y muchos de Santa Cruz”.