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La suerte de perder

Ser a veces el perdedor no es del todo un fracaso. Los obstáculos y malos tragos son “material pedagógico” para vencernos a nosotros mismos y enseñar a los hijos a aceptar que no siempre las cosas serán como fueron planeadas, y que hay que saber pararse una y otra vez.

26 de Julio de 2010 | 10:08 |
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Con 20 nominaciones a los Oscar, el ingeniero de sonido Kevin O’Connell es la persona que más veces ha estado nominada a este premio, sin ganar ni una sola vez. Por eso, algunos estadounidenses comentan que si se busca la palabra “perdedor” en el diccionario, podría encontrarse perfectamente una fotografía de este hombre que ha trabajado en famosas películas como “El imperio contraataca”, “Top Gun”, “Twister”, “Armageddon”, “Spider-Man” 1 y 2, y “Transformers”.

Para su quinta nominación, el colmo de la mala suerte y la frustración jugaron con crueldad con las aspiraciones de este hombre, quien había rechazado trabajar en “Danza con lobos”, porque ya estaba comprometido con “Días de trueno”, el film que nuevamente lo llevó a la gala de los Oscar ese 1989.

Sin embargo, la ganadora por Mejor Sonido de esa premiación fue precisamente la película de Kevin Costner y hasta el día de hoy, a O’Connell se le conoce como el "más desafortunado candidato en la historia de los Premios de la Academia". Con todo, el ingeniero de sonido ha asegurado no decepcionarse nunca y sólo sentir orgullo de estar entre los mejores de la industria.

Para ganar hay que saber perder, dicen. Pero esta archiconocida frase -que para algunos puede ser un consuelo de perdedores- parece ser más difícil de practicar de lo que se cree, en medio de una sociedad que no tolera la frustración.

“Hoy se glorifica y ensalza con ligereza lo que tiene aspecto de éxito y se gratifica rápidamente, el camino corto y gratis y lo que complace a cada individuo sin ahondar en lo que es verdaderamente un éxito en el proceso de la vida (...) Más que hombres, se nos hace creer en ‘súper hombres omnipotentes’, máquinas que lo pueden todo, que curan todo, que producen todo”, señala la psicóloga de la Clínica Alemana Solange Anuch.

Al igual que ella, la también psicóloga Pilar Sordo subraya la sensación generalizada de que las cosas son fáciles de conseguir hoy por hoy, “que estar flaca no cuesta tanto porque uno se opera o que no hay que levantarse de la cama si hay control remoto (...) Aprendemos que todo es muy fácil de conseguir y que nada requiere mucho esfuerzo, pero eso es falso. No necesariamente los esfuerzos van de la mano con los resultados”.

Ante esta realidad, Anuch y Sordo coinciden en que los padres de hoy están generando hijos igualmente intolerantes a la frustración.

Enséñales a ganar de verdad

La tolerancia a la frustración permite aceptar de forma serena los obstáculos que se interponen en el camino hacia los logros personales. Desde una gran desilusión laboral, estudiantil o amorosa, hasta la incapacidad de ganar un concurso o, para algunos, comprar un artículo de la tienda, las pruebas que se presentan en la vida son numerosas y no siempre se pueden superar. ¿De qué sirve, entonces, pasar el mal rato?

“Es ahí cuando más aprendemos, cuando las cosas nos salen bien realmente no aprendemos nada que no sea alimentar nuestro ego”, asegura Sordo. “La frustración es necesaria, nos conecta con nuestros errores, nos hace mirarnos, nos da una oportunidad de aprendizaje maravillosa, permite comprender que las cosas no siempre resultan, independiente de si uno se ha esforzado”, agrega la psicóloga, quien hace un gran hincapié en la importancia de ser constantes con la voluntad de llegar a la meta. “Eso siempre será bueno”, afirma.

“Los obstáculos y frustraciones son material pedagógico para que nos eduquemos a nosotros mismos, son instancias potentes de aprendizaje desde dentro, que más que vencer obstáculos externos nos orientan a vencer nuestra terquedad, flojera, arribismo, soberbia y egoísmo; a reconocer nuestros verdaderos obstáculos internos, aumentar el autoconocimiento y ponernos nuevamente en marcha”, explica Anuch.

Aquellos padres que logren comprender el valor de la derrota, son los que podrán enseñarles a sus hijos a tolerar la frustración que no demorará en aparecer de diversas formas a lo largo de sus vidas.

Desarrollar la paciencia en ellos, demostrarles lo bueno que es respetar los tiempos de espera y “no premiar a los niños en forma inmediata, sino que demostrarles que las gratificaciones tienen que ver con los sacrificios y logros que han tenido” -como aclara Sordo- son maneras de preparar a nuestros hijos a enfrentar bien las caídas.

Como padres, es trascendental enseñarles los caminos alternativos que conducen a una meta, sin ocultarles que en todos habrá barreras que exigirán lo mejor de cada uno para llegar al objetivo.

Necesitamos padres que después de las derrotas ayuden a sus hijos a mirarse sin herirse, a entenderse sin desesperarse, a corregirse sin dañarse y a quererse porque son queridos”, dice Anuch, antes de recordar la figura de la madre, quien, tras la caída de su hijo que aprende a caminar, lo abraza, lo calma y le devuelve la confianza para intentarlo una y otra vez. Y qué mamá no lo haría.