Un padre autoritario, machista y temible, que controla a su esposa; una mala relación entre éste y su hijo mayor que termina con la partida del adolescente a Grecia dejando en el abandono a su hermana pequeña, Anastasia.
Alexandra Kúsulas, Anastasia -separada, madre de 3 hijas en la vida real- asegura que una de las razones porque las personas se han sentido atraídas por su obra es que todos tenemos en la familia a algún Ari, y puede que sea verdad.
De profesión relacionadora pública, nunca estuvo en sus proyectos escribir un libro hasta que fue impulsada a ello en un taller literario de Gonzalo Contreras. Ahí recién se decidió a leer las cartas que su madre guardó durante años y que le entregó tras la muerte de su padre, un griego que partió cuando ella era chica a hacer fortuna a la tierra de sus ancestros y que regresó a Chile para morir de cáncer cuando ella ya era una joven universitaria.
“Sus cartas son para mí un tesoro, las tengo en una carpeta, de una en una, guardadas porque ahí está él”, cuenta a la vez que narra que se demoró casi 10 años en leerlas después de que su madre se las entregó. “La primera carta que tomé era de 1984 y estaba en 2004 sentada en mi cama, ya casada y con hijas”, continúa.
De las cartas que recibió en forma tardía extrajo buena parte del material que le permitió contar la historia de su familia, donde se incluye la permanencia de su padre y su hermano en Grecia y la extraña relación que mantienen ahí.
-¿Qué te llevó a escribir una novela, la primera?
“Un encuentro súper especial y extraño con una psicóloga que, después de mucho conversar, me dijo que creía que yo había venido a este mundo a publicar; esa fue su frase. Y me dijo quiero que de aquí a dos semanas me llames y me digas en qué taller literario estás. Fue justo en el momento en que mi trabajo en una empresa americana había terminado y creo que ella me mandó a hacerlo; de hecho salí de su consulta y me inscribí en el taller de Gonzalo Contreras”. Después de leer su primer ensayo en clases, donde fue criticada por cursi por sus otros compañeros de taller, Contreras le dijo que se iba a tener que tomar en serio el tema, porque ahí, en sus manos, había una novela. Se demoró 5 años en darle vida al libro que Alfaguara tardó menos de dos meses en dar el visto bueno y menos de un año en publicar.
-¿Vas a seguir en esto?
“Sí, de hecho estoy escribiendo mi segunda novela y además, escribiendo algunas columnas en una revista. Siento que tengo mucho que contar y entregar. En mi novela hay personajes reales y eso identifica mucho a las personas”.
-Pero hacer la carrera de escritor no es fácil...
“No y creo que no tengo ninguna de las características para serlo. No es fácil, es un medio chiquitito, un medio pretencioso y cerrado. Creo que a mí me va a costar mucho, pero quiero escribir”.
-¿Probablemente muchos de tus compañeros de taller nunca han publicado?
“Publicado no, pero sí son columnistas y han escrito en medios. Pablo Simonetti fue alumno de Gonzalo, la Carla Guelfebein también, pero salieron del taller y después publicaron. Yo soy la única persona que entró sin haber escrito nada e hizo todo el ciclo hasta que publicó”.
-¿Qué sientes?
“Siento que mi próxima etapa es ser comunicadora. El relacionador público es comunicador, pero a mí, la palabra escrita me cuesta muy poco. Siempre he dicho que uno no puede pasar por la vida así, sin dejar nada y a mí, la vida me ha hecho vivir muchas cosas, desde temprano, y tengo una capacidad de no enjuiciar, sino contar. “Donde mi alma está en paz es en la escritura”.
- ¿Y cómo te enfrentas a la crítica?
“Es que ha sido tan buena hasta ahora. Ya me dolió una crítica y de ignorante pensé que tenía que ser algo personal, porque nunca había visto tanta saña en un texto, pero después me di cuenta que era el estilo del autor. “Cuando la crítica, aunque sea negativa para mí, es constructiva, yo la recibo y la acepto, porque yo vengo empezando y tengo mucho que escuchar. Pero cuando la crítica no te conduce a nada y te dicen otro aporte cero para la literatura... Creo que ningún libro se merece ese comentario y eso no construye, destruye. “Me afecta, pero la sé tomar con humildad si es constructiva”.
-¿Te costó mucho tomar la decisión de escribir algo autobiográfico?
“No, pero me costó mucho contarle a mi familia, mi madre y mi hermano, qué estaba escribiendo y ellos fueron súper respetuosos en no preguntarme. Me cuesta más crear ficción que hablar de mis experiencias porque tengo una capacidad de memoria muy grande. No me costó en cuanto a escritura, sino que enfrentar con mi familia que estaba hablando de mi vida”.
-Está tu padre, tu madre y tu hermano, ¿no sentiste pudor?
“Creo que al principio sí, pero después cerré los ojos. Si eso es de lo que sé escribir y me sale bien era lo que tenía que hacer. Todo es subjetivo; es mi manera como yo viví los hechos que no necesariamente concuerda con como ellos los vieron”.
-¿Sentiste en algún momento ganas de no seguir escarbando en tus recuerdos?
“No, lo que sí sentí fueron ganas de no volver a ningún taller a leer para que mi criticaran. Cada vez que me decían algo yo salía súper ofendida porque se trataba de mi familia. Me demoré un año en contarles a mis compañeros que se trataba de mi familia y me costó mucho, porque yo leía y lloraba. Me costó mucho cortar el cordón entre la ficción y la realidad”.
-El padre personaje de tu libro es súper autoritario y machista. ¿Lo blanqueaste?
“Según yo no, según otros miembros de mi familia, sí”.
-¿Lo redimiste?
“Sí, dicen que era peor. Otras personas que tuvieron que pasar por su autoritarismo dicen que fue muy duro. “Pero con lo que ya está contado para mi bastaba y sobraba. O sea, que más castigo que cuando Anastasia no supo hacer ese trámite en el trabajo de su madre la hace pasar la Navidad con otra familia; basta y sobra. Creo que hay bastantes hechos que lo muestran como era; aparte que la realidad supera la ficción, entonces.... Mi hermano no tuvo ese solo accidente que aparece en el libro, él pasó enyesado desde los 10 hasta los 17 años, en que se fue a Grecia. El vivía accidentado y yo tuve que poner sólo el accidente en la moto”.
-La madre se libera de todo cuando comienza a trabajar, ¿esa es la historia de las mujeres?
“Espero que no. Si a uno le tocó eso como madre, tiene que revertirlo, pero es entendible por su historia personal que no está contada. Ella se da cuenta que si no se pone a trabajar se van a ir a la cresta porque su marido, efectivamente no era proveedor. Ella se dio cuenta que tenía que salir adelante y gracias a Dios, porque se liberó porque él la coartaba en todo. Ella tocaba el piano y un día no lo tocó nunca más porque no la dejaba; era como que no podía brillar. “Pero cuando la mujer pasa a ser proveedora, también pasa algo. Por el tipo de sociedad que tenemos es una muy mala mezcla que la mujer gane más que él”.
-¿La novela cumplió el rol de terapia sanadora?
"Sí, como me dijo la psicóloga cuando le conté que la había escrito, en el fondo me autoterapié. Sabes, creo que las cosas tienen que pasar cuando tienen que pasar; cuando la escribí, decodifique a mis personajes cuando ya había crecido, me había casado, había sido madre y me había separado. "Escribiendo me escapaba de la vida diaria, me estaba separando, y escribí a pesar de mis hijas que tenían 1, 3 y 5 años. Me escondí en la novela para no enfrentar la vida real que me dolía. "Además, me permitió entender por qué mi mamá hizo lo que hizo, por qué dejó que echarán a mi hermano, por qué nunca viajamos a reencontrarnos con mi padre".