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De la pena surge legado que salva la vida

27 de Agosto de 2010 | 14:29 |
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No tiene que ser rico, famoso o siquiera adulto para dejar un memorable legado que puede cambiar vidas.

Tan solo pregúntenle a Stacey Oglesby de Lockwood, Misuri, cuya hija de 15 años, Colbey, murió en un accidente automovilístico en 2001. Colbey le había dicho a su madre que cuando obtuviera su propia licencia de manejo, se iba a registrar como donadora de órganos. Así que, cuando personal hospitalario inquirió sobre la donación de órganos, contó Oglesby, “nosotros no lo dudamos”.

Siete personas recibieron los órganos de Colbey. Sus pulmones fueron a Valerie Vandervort, mujer californiana, de 29 años de edad, que sufre de fibrosis cística. En los nueve años transcurridos desde el trasplante, Vandervort ha corrido tres carreras de 5 kilómetros, subido una montaña, bailado en la boda de su hermana, adorado a sus sobrinas y sobrinos, y ganado medallas de natación en los Juegos de Trasplantes de 2010, organizados por la Fundación Nacional del Riñón de EU.

Oglesby también hizo amistad con el depositario del corazón de Colbey, Judy Kaufman de Chesterfield, Misuri, quien estaba a punto de morir de falla cardiaca congestiva y ahora está muy viva. Cuando se conocieron, Oglesby trajo un estetoscopio para escuchar el latido del corazón de su hija.

Oglesby, quien a menudo habla sobre el legado de Colbey, dijo que ella ha inspirado a muchas personas más en su ciudad para que se conviertan en potenciales donadores de órganos. Si no hubiera donado los órganos de su hija y no hubiera formado un vínculo con las personas que los recibieron, dijo, “habría sido muy difícil superar la pena”.

Necesidad generalizada

En cualquier momento dado en Estados Unidos, más de 100,000 personas están a la espera de donadores de órganos, más de 10 veces de los que hay disponibles. Algunos mueren esperando; otros enferman cada vez más, a veces demasiado enfermos para sobrevivir cuando finalmente llega un órgano apropiado.

Además de los riñones, corazón, pulmones, hígado, páncreas e intestinos, las donaciones incluyen tejidos como las córneas, piel, válvulas del corazón, hueso, venas, cartílago, oído medio, tendones y ligamentos que pueden ser almacenados en bancos de tejidos y usados cuando hagan falta.

La mayoría de las donaciones vienen de personas que mueren repentinamente, normalmente por un accidente, un disparo de un arma de fuego o una breve enfermedad que resultó en muerte cerebral. (Un pequeño, pero creciente, número de donaciones se da tras la muerte cardiaca.) Algunos adultos indican su deseo de ser donadores firmando el reverso de su licencia de manejo o una credencial de donador o meramente diciéndole a sus familiares directos. En cuanto los menores de edad, personal hospitalario a menudo pregunta a los consternados padres si considerarían donar los órganos de sus hijos.

Sin embargo, cuando Katie Coolican, de 6 años, murió en 1983 a causa de una malformación que no fue diagnosticada, fue su madre, la enfermera Maggie, quien pidió la donación de los órganos de la menor: “para darle cierto sentido a todo esto”, dijo Coolican, de East Hampton, Connecticut, en una entrevista.

“Nosotros estábamos dispuestos a donar cualquier cosa”, agregó, “pero, en ese momento, lo único que pudieron aprovechar fueron las córneas y los riñones de Katie”.

Lo mismo en el caso de Julie Schlueter de Winsted, Minnesota, cuya hija de 10 años de edad, Missy, murió de una hemorragia cerebral en 1992: La donación de los órganos de su hija significaba que su pérdida no había sido en vano.

El hígado y un riñón de Missy fueron a un hombre que, cuatro años más tarde, ganaría una medalla de plata en la Olimpiada de Verano en Atlanta; envió la medalla a los Schlueter para agradecerles por haberle permitido vivir. Dos infantes, un de Italia y otro de Colorado, recibieron las válvulas del corazón de Missy. Una mujer de Iowa, en esa época de 47 años, había recibido el otro riñón y seguía teniendo buena salud 18 años más tarde.

Rose D´Acquisto de St. Paul, Minnesota, dijo que haber donado todos los órganos aprovechables de su marido “ha dado origen a situaciones que nunca imaginé”.

Su marido, Tony, murió en 1996, a los 35 años de edad, luego que un tumor cerebral que no le fue diagnosticado provocó una hemorragia y lo dejó en un coma irreversible.

D´Acquisto dijo que la persona que había recibido su hígado — un hombre de Indiana que estaba cerca de morir porque padecía de una rara enfermedad del hígado — había estado casado durante más de 30 años y tenía tres hijos adultos.

Además, el granjero de Minnesota que recibió uno de los riñones de Tony pudo recuperar su vida; había pasado tres años viajando tres horas al día, tres veces por semana, para recibir diálisis.

D´Acquisto, quien volvió a contraer matrimonio, dice que sigue escribiendo y hablando sobre la donación de órganos como el mayor regalo de amor. Junto a Schlueter, ella estuvo entre más de 7,000 personas que asistieron a los Juegos de Trasplantes en Madison, Wisconsin.

A la muerte de Katie Coolican, no se dio atención de seguimiento para familias que donan los órganos de sus seres amados. Tras unos pocos años de luchar con la pena, su madre escribió acerca de su experiencia en La Revista Estadounidense de Enfermería, y después empezó a hablar sobre la donación de órganos a lo largo de Estados Unidos.

Regresó a la escuela, obtuvo una maestría y escribió un librillo, “Para aquellos que dan y penan”, que fue publicado por la Fundación Nacional del Riñón. (Esta fundación también publica un boletín informativo cada tres meses con ese título, editado por D´Acquisto.)

“Katie tuvo un maravilloso legado que continúa hasta estos días”, dijo Coolican. En 1992, ella fundó el Consejo Familia Donadora para que la fundación del riñón ayudara a familias embargadas por la pena que donan los órganos y tejidos de seres amados. El programa de seguimiento de dos años que ella creó para las familias se ha convertido en un modelo para los programas de donación de órganos a lo largo de este país.

¿Quién es elegible para donar?

No se descarte como potencial donador debido a que usted cree que pudiera estar demasiado enfermo o viejo. Solamente unas pocas circunstancias, como una infección mayor o cáncer activo, impiden absolutamente la donación de órganos, y no hay límite de edad. Los octogenarios y nonagenarios han sido exitosos donadores de ciertos tejidos, al igual que los recién nacidos. Pero, en el caso de cualquier persona menor de 18 años de edad, uno de los padres o guardianes debe aprobar la donación.

Incluso si la personas muere después de una enfermedad que impide la donación de órganos, o si pasó demasiado tiempo tras la muerte para que los órganos sean viables, sigue existiendo la oportunidad de una donación de todo el cuerpo a una facultad de medicina, donde el cuerpo puede ser usado en investigación o para ayudarles a los estudiantes en sus clases de anatomía.

Si bien lo mejor es registrar con anticipación el propio interés en la donación de cuerpo entero con una facultad de medicina, tras la muerte depende del familiar más directo que eso ocurra efectivamente. Su cuerpo ya no le pertenece tras haber muerto. Si esto es algo que usted querría para sí, hablelo con su cónyuge e hijos, quienes deben estar de acuerdo con sus deseos.

La mayoría de las religiones apoya la donación como un acto caritativo, aunque algunas pudieran no condonar la donación del cuerpo entero. Consulte el sitio www.organdonor.gov y busque indicaciones en “Religious Views on Donation” (“Opiniones religiosas sobre la donación”).