Y no era para menos. Byron Ávalos (7), el hijo de Florencio, al fin había podido abrazar a su padre, y ponía así fin a una larga espera que comenzó el pasado 5 de agosto, cuando la noticia de un derrumbe lo dejó en la incertidumbre de no saber si volvería a ver a su papá.
Byron es uno de los 11 niños que ha estado en el campamento “Esperanza” los 69 días que ha durado el rescate y vio de cerca cuando las autoridades se mostraban desalentadas por los malos resultados al buscar a su papá y a los otros mineros. Bien sabe de la alegría desbordante que provocó el hallazgo de un papel que decía que todos estaban bien, y vivió de cerca el largo proceso en que las retroexcavadoras se adentraban en la mina.
Mientras, vio ir y venir a otros 20 niños que, cómo él, esperaban el regreso de un familiar, además de los centenares de periodistas, autoridades y personalidades que llegaron hasta el campamento. Incluso un payaso, Roly, se hizo presente para alegrarles los días a él y los otros menores, que pudieron retomar en parte sus clases, gracias a una escuela-contenedor que el propio ministro Joaquín Lavín inauguró allí. Desde Copiapó, Byron declaraba, antes de que su padre emergiera desde los 700 metros de profundidad: “Le diré que trabaje en otra cosa, porque es muy peligroso en las minas, no quiero que le pase lo mismo”.
Ahora que la tragedia parece al fin terminar satisfactoriamente, muchas miradas apuntan hacia Byron y el resto de los niños que debieron cambiar su rutina de vida y vivieron de cerca el estrés y las malas y buenas noticias que se sabían de sus parientes.
”El hecho de estar atrapados o la liberación no tiene por qué ser traumático si los niños no lo interpretan así. Y para eso miran a sus cuidadores, a sus referentes”, asegura el psicólogo y experto de la Unidad de Trauma, Estrés y Desastres UC, Humberto Marín, quien señala que dependerá de cómo el entorno del menor enfrente esta situación, para que él la perciba como una experiencia llena de superación o algo muy grave y triste.
Sin embargo, no debe descartarse el extremo cambio de rutina que han tenido los aproximadamente 20 niños que hay visitado el campamento “Esperanza”.
“En ese sentido han habido consecuencias que no tienen que ver con lo traumático, pero sí con la exposición mediática, o con haber ido dejando el colegio” señala el doctor Alejandro Maturana, psiquiatra infantil y adolescente de la Clínica Las Condes, quien explica que lo ideal fue prevenir el cambio brusco de rutina, y que para eso, la escuela-contenedor, sirvió de gran ayuda para los 8 niños que retomaron sus clases ahí. Pero advierte que en el caso de los menores que se vieron libres de horarios en medio de este cambio tan drástico de sus vidas, “es muy importante ir trabajando con ellos para que se involucren en su cotidianeidad, paulatinamente”.
”La recomendación es que los niños vuelvan a la normalidad lo más pronto posible y no solamente por ellos, sino que por lo adultos también. Y si el niño no quiere volver a clases porque quiere estar con su papá, debe entender que el papá también debe volver a su vida y hacer cosas”, comenta Marín.
Los 33 y la relación con sus hijos y nietos
En reiteradas ocasiones se ha mencionado la etapa de adaptación que deberán vivir los 33 mineros de San José, ahora que por fin están libres junto a sus familias. Entre las hipótesis, se ha señalado que es probable que algunos presenten estrés post traumático o incluso cuadros de depresión.
Sin embargo, Marín afirma que cerca del 80% de las personas que se exponen a situaciones de emergencia o desastres como éste, no necesariamente desarrollan patologías. “El sistema humano tiene mecanismos de defensa que nos ayudan a afrontar este tipo de sucesos”, comenta.
Por su parte, Maturana explica que es probable que los niños más dependientes expresen un comportamiento de hiperapego con sus familiares rescatados, “generando esta fantasía de ‘estando contigo nada te va a suceder’”. Ante eso, es trascendental reiterarles a ellos que sus padres o abuelos se encuentran bien de salud y que no les sucederá nada, porque ya están a salvo.
Tal como lo comenta Marín, otra respuesta infantil ante todo lo ocurrido en estos 62 días, puede ser el volver a etapas previas del desarrollo de los niños. “Esos son algunos fenómenos con que los niños expresan su malestar. Por ejemplo, si ya controlan el esfínter, pueden volver a una etapa previa y comenzar a hacerse pipí. Ahí la recomendación es no enojarse ni retarlos, pero tampoco verlo como algo habitual, sino que ayudarles a regresar a la normalidad”, aconseja.