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Jacobo Jankelevich: “(Las) mujeres no son tan felices como lo podrían ser”

El ginecólogo acaba de lanzar un libro de historias, en las que relata los casos más asombrosos, pero cotidianos, de sus pacientes. A partir de lo visto, hoy asegura que la mujer no es infiel por naturaleza, que aún se siente condenada al machismo, y que jamás consulta directamente por una disfunción sexual; al final de la hora médica, dice, pregunta sus dudas, como si fuera el problema de una conocida y no de ella.

03 de Noviembre de 2010 | 08:15 | Por Ángela Tapia F., Emol
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Paula Farías, El Mercurio.
Una mujer que confiesa estar embarazada de su amante, una paciente que tras un largo tiempo sin visitar la consulta, regresa donde su doctor como hombre, una madre a la que le acaban de informar que su hijo nacerá con Síndrome de Down... Es interminable la lista de historias extremas, entre la alegría y la profunda tristeza, que puede acoger el despacho de un ginecólogo.

Durante cerca de los 27 años que lleva como doctor, Jacobo Jankelevich ha sido un testigo cercano de los increíbles relatos de sus pacientes, por lo que decidió lanzar el libro “Memorias de un ginecólogo” (Editorial Vergara), donde cuenta las historias que más lo marcaron y que registró, como dice, “entre paciente y paciente, entre parto y parto”.

“Son historias de vida, y escribirlas es una forma de decirle a mucha gente ‘tú no eres la única que tiene un problema, las cosas que te pasan no son las peores’”, dice el doctor, quien asume que su especialidad médica bien se presta para ser, al mismo tiempo, un psicólogo y confidente femenino.

“Si surge una duda, ¿a quién le preguntas? ¿A una amiga? Creo que de sexo y de plata nunca se habla con las amigas, porque siempre te van a mentir. Y si le preguntas a tu pareja, tampoco sirve, porque él sabe tan poco, o menos que tú”, comenta y agrega: “He estudiado tanto a la mujer, su anatomía, que finalmente sé de ella más que de mí mismo”.

Este libro “es tu parto más difícil y más bello”, le dijo durante el lanzamiento, Cristián Warnken al ginecólogo. “Ahora sabemos que eres de los nuestros: un infiltrado en las consultas ginecológicas, un cazador de historias en los terrenos del misterio más grande de todos: la mujer”.

-¿Hay un patrón que se repita entre sus pacientes?
“La mujer, por definición, es distinta una de otra, por la injerencia que tienen el estrógeno y la progesterona, que son las hormonas femeninas por excelencia, aunque las cantidades sean las mismas. Eso, a diferencia de los hombres, que tienen un comportamiento muy general, incluso, muy primitivo. Lo que sí he visto de mis pacientes, es que hay muchas dudas, inquietudes, machismo, mucho de soportar actitudes masculinas que son abusivas, mucho instinto maternal protector, que hace que por el bien de la familia, entre comillas, se sacrifiquen otras cosas. Entonces, la mujer va adoptando una postura que la va perjudicando más en su entorno emocional, y eso redunda en que un gran número de mujeres no es tan feliz como lo podría ser”.

-El machismo está muy presente en la historia de “Marlen”, donde usted menciona que la disfunción sexual es una inquietud frecuente en las consultas, y que su origen, más que en un tema orgánico, se debe a una “mala técnica sexual”. ¿A qué se refiere con eso?
“Primero, debo aclarar que la mujer no consulta por la disfunción sexual. Siempre viene por la consulta ginecológica y cuando ya está establecida la relación, dicen ‘doctor, quiero hacer una pregunta’, pero como si fuera algo marginal, el problema de una amiga o una conocida. Ahí, las tres fallas clásicas que uno ve son, uno, la falta de iniciativa de la mujer, y eso tiene que ver con una mala técnica sexual. La segunda, es la falta de orgasmo, y la tercera es una cosa más extrema, que es el vaginismo, donde la mujer se defiende de la relación sexual, apretando los músculos que rodean la vagina y así no hay penetración”.

-¿Se defiende así de la mala relación que tiene con su pareja?
“Es la respuesta extrema a la mala relación o a la mala relación previa. La mujer es más de sensibilidad, más de tiempo, más de conversación, de cariño, de tener que estar involucrada en la relación, y para poder excitarse y perder el pudor, requiere más tiempo. El hombre no, es un animal más de vista, de olfato, y la mujer cede a eso para que él no se moleste, y se crea un círculo vicioso donde, obviamente, ella no tiene la libido porque no obtiene nada favorable de la relación. Si el hombre se tomara más tiempo, si no insistiera tanto en la cantidad, sino en la calidad, podríamos borrar de la mesa de trabajo esos problemas de disfunciones femeninas.
“El machismo opera colgándole a la mujer un cartel que dice ‘frígida’, pero la frigidez en sí misma no existe, lo que existe es la mala estimulación”.

-¿Cuál es el papel de los hombres en la vida ginecológica de las mujeres?
“Muy bajo. En general, aún no han desarrollado la sensibilidad necesaria, porque venimos saliendo recién de una sociedad muy machista y controlada. Ellos están haciendo un gran esfuerzo, pero se requiere un largo tiempo para complementarse finalmente con su pareja. Acompañan, tiene la mejor intención, esa es la regla. No tengo ningún padre que no asista a un parto. Pero muchos me dicen ‘pucha doctor, ¡yo no sabía qué hacer!’”.

-¿De cuántas confesiones de infidelidad se entera usted en su consulta?
“Tengo una convicción personal, que la mujer tiene la infidelidad como última medida, no es infiel por naturaleza. Cuando opta por buscar otra pareja, es porque siente que están agotados todos los caminos de solución en su relación actual. Y eso también tiene que ver con las diferencias de género. Cuando era estudiante de Medicina, y opté por la ginecología y obstetricia, lo hice porque me di cuenta que las mujeres eran ordenadas, limpias, leales, preocupadas no sólo de ellas mismas, sino también de su entorno, y cuando les he sacado el secreto de la infidelidad, siempre tienen una relación potente detrás. No es el sexo sólo por el sexo, aunque no tengo duda que también tiran por placer. Pero hablo de mujeres casadas que deciden ponerle el gorro al marido, simplemente, porque no tienen otra alternativa”.

-Usted cuenta la historia extrema de una mujer que se embarazó de su amante.
“Ella es un caso dramático y actúa contra lo que es mi feeling de la mujer. Ella lo tenía todo, un buen marido, una familia bien constituida, pero decide ponerle el gorro al marido para buscar otra experiencia, probar otra cosa, y luego tiene que pagar el precio más caro de su vida”.

-En su trabajo también debe dar malas noticias, como relata en su libro. Informar sobre la malformación de un hijo que viene en camino debe ser una de las partes más duras.
“Gracias al avance de la tecnología y al ultrasonido, somos capaces de diagnosticar prácticamente todas las malformaciones y de estimar los riesgos. El problema no es el diagnóstico sino qué hacer con la guagua diagnosticada. En el caso de mi especialidad, me toca mucho ver malformaciones, lo que es un mazazo a la pareja y pone a prueba los lazos de unión, su afectividad, sus sensaciones, sus creencias, todo. No creo que haya una noticia que ponga más a prueba a una pareja que la enfermedad grave de un hijo”.

-¿Muchos preguntan por el aborto terapéutico?
“Muchos, pero saben claramente que en Chile es un tema absolutamente impenetrable. Desde la Constitución del ‘80 que es un tema penado tanto para la que se lo haga, como para el que lo hace”.

-¿Y si está en riesgo la madre?
“Jamás, porque son extraordinariamente escasas las enfermedades que ponen en riesgo la vida de la madre. Las hay, pero en ninguna circunstancia, en Chile, la interrupción del embarazo, ante la viabilidad de éste, está permitida. Y esto hace que surjan instancias clandestinas o el mercado negro del Misotrol”.

-En su libro cuenta la historia de “Jenifer”, una niña de Cerro Navia que ruega no tener su guagua.
“El caso de ella es el de una mujer que fue brutalmente agredida, golpeada hasta el cansancio, y posteriormente, fue violada por unos amigos de la infancia que estaban drogados. Ella llegó al hospital, cuando yo estaba de turno, en condiciones desastrosas. Ni un boxeador después de una pelea queda así. Hubo que suturarla en varias partes, tenía varios huesos quebrados, contusiones múltiples. Mientras esperábamos que se mejorara, después de varias intervenciones, nos dimos cuenta que estaba embarazada. Y ella, que no tiene un pelo de tonta, rápidamente se dio cuenta, porque sintió la ausencia de menstruación estando hospitalizada. Imagínate el sentimiento de ella de saber que estaba embarazada de quienes la habían agredido tan brutalmente y sin saber quién era el papá, porque había sido más de un agresor.

-Entonces, ella pidió no tener su hijo.
“Pero como digo, en Chile no hay ninguna opción de hacer un aborto, por lo que conversé con la familia y con el padre de Jenifer, un hombre muy duro, muy a la antigua, y me dijo: ‘No se preocupe, doctor, yo voy a solucionar ese problema’. Pero jamás imaginé, cuando me dijo eso, que él iba a solucionarlo, literalmente, a combos y a patadas. Jenifer fue nuevamente agredida, esta vez por su padre, para que abortara, pero él no lo logró. Ese es otro caso de machismo extremo. Él echó a Jenifer de la casa y la madre y la hermana tuvieron que soportare ese rigor prusiano. Ella terminó teniendo bajo el Mapocho el parto de su guagüita, que finalmente nació muerta”.

-La otra cara de la moneda, la parte linda de su trabajo, es tener el privilegio de traer vida al mundo. ¿Qué le deja esa experiencia?
“A estas alturas de mi vida, he ayudado a más de cinco mil guagüitas a venir a este mundo, y me siento feliz y afortunado. Hay un momento de la Medicina donde uno trabaja y trabaja, pero cuando ya has logrado la experiencia, el crecimiento es interno, las que te dan son tus pacientes y no tú a ellas”.

-¿Cuál es su vicio privado?
“Mi vicio privado son la comida, el vino y el deporte. Soy un deportista de todos los días. Troto, ando en bicicleta... Llevo 27 años de casado y mi mejor amiga es mi señora, y los dos tenemos como estilo de vida el deporte”.

-¿Ella es médico también?
“No, ella es feliz, y tiene los mismos hobbies que yo, el deporte, la comida y el buen vino. Me gusta mucho la comida italiana y de ella, el osobuco con risotto, pero no me hago de rogar. En cuanto al alcohol, los he dejado todos en virtud del vino. Mi favorito es el Clos Apalta, que es lejos el mejor”.
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