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Ingrid Betancourt: “Lo único que quisiera es que me dejaran en paz”

La ex candidata presidencial colombiana que estuvo casi siete años secuestrada por las FARC habla de su libro, los recuerdos y el futuro.

16 de Noviembre de 2010 | 14:59 | Alberto Rojas Moscoso
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Alex Valdés, El Mercurio

“Había tomado la decisión de escaparme. Era mi cuarto intento de fuga, pero después del último, las condiciones de nuestro cautiverio se habían vuelto aún más terribles. Nos habían metido en una jaula construida con tablas y un techo de zinc”.


Así comienza “No hay silencio que no termine” (Aguilar / 710 pp.), el libro en el que Ingrid Betancourt describe los seis años y medio de cautiverio en la selva en manos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Y cuya promoción la trajo esta semana a Chile, oportunidad en que “El Mercurio” conversó con ella.


“Fue emocionalmente un ejercicio muy duro, extenuante. El proyecto era escribirlo en seis meses y demoró 18. Significó ir muy adentro de las emociones”, asegura la ex rehén, de 48 años.


Desde el lanzamiento del libro, en septiembre pasado, Betancourt ha recorrido buena parte de Estados Unidos, Europa y América Latina dando entrevistas y firmando copias: “Mi hija lo leyó, pero mi hijo no lo ha leído aún. Yo creo que para él es difícil; ya encontrará el momento”.


Betancourt reitera que no desea volver a la política y que por lo mismo descarta una eventual candidatura presidencial.


Sin embargo, el 23 de febrero de 2002 —el día de su secuestro— ella era senadora y candidata presidencial por su partido, Oxígeno Verde. Iba a San Vicente del Caguán, una zona de la cual las FARC se estaban retirando, cuando le informaron que no había helicópteros disponibles y que además el gobierno colombiano le había retirado su escolta. Indignada por la decisión, eligió llegar por carretera.


Pero al margen del tema de la escolta, lo que más le molesta es lo que ocurrió después: “Reescribieron la historia de una manera infame. Dijeron que yo había querido hacerme secuestrar para subir en las encuestas”.

Deudas pendientes

Otro de los temas importantes en su libro es su relación con Clara Rojas, su candidata a Vicepresidenta, que cayó en manos de las FARC junto con ella. Pero cuya amistad se fue quebrando durante el cautiverio.


“Yo no puedo hablar por Clara, pero es importante entender las circunstancias que produjeron las confrontaciones. Estábamos reducidas a un espacio muy pequeño, con una vigilancia de 24 horas, amenazadas constantemente con un rifle, las humillaciones... Todo hizo que la convivencia fuera difícil”, reitera.


 Ingrid Betancourt cuenta que por eso, al momento de sentarse a escribir, prefirió no leer los libros de Clara Rojas ni de los rehenes estadounidenses Thomas Howes, Keith Stansell y Marc Gonsalves, quienes fueron particularmente duros con ella, tratándola de “egoísta”, “manipuladora” e incluso de “arpía”.

—¿Lleva la cuenta de los días de libertad desde su rescate en la Operación Jaque?
“Sí... Yo tengo muy presente el momento de la liberación y claro que cuento los días, porque el cautiverio fue una tortura. Tener en cuenta los días de felicidad, también es una manera de equilibrar el destino”.


 En este momento Ingrid Betancourt está abocada al trabajo de la fundación que lleva su nombre, que ayuda a familias de secuestrados y a rehenes recién liberados. Pero también está enfocada en otras metas para el próximo año.


 “Tengo que solucionar un problema de vida, porque he estado viviendo con mi hija (Nueva York) y con mi hijo (París) alternadamente. En este momento yo no tengo mi propia casa. Creo que ya es hora de que busque dónde vivir”, explica.

—¿Y Colombia es una opción de residencia?
“No, porque yo tengo que sanar muchas heridas con Colombia. Y siento que el tiempo va a ayudar en ese sentido”.


Pero ella no se refiere a los recuerdos de su cautiverio en la selva, sino a las duras críticas que recibió hace algunos meses, tras pedir una indemnización al Estado colombiano por los años que estuvo retenida por las FARC y que terminó retirando.


“La verdad, lo único que quisiera es que me dejaran en paz. Es que yo creo que hay una necesidad de descansar de muchos sucesos difíciles”, confiesa. “El mejor regalo que me podrían hacer es ponerle término a ese voyerismo en torno a los secuestrados liberados que no creo que sea muy sano. También es importante respetar el deseo de una vida privada”.



Versos de Neruda


El título de su libro, “No hay silencio que no termine”, es uno de los últimos versos del poema “Para todos”, escrito por Pablo Neruda, a quien Ingrid Betancourt conoció en Francia siendo una niña. Su padre, que fue amigo del poeta, siempre le recitaba sus versos. Los mismos que ella recordaba en esa selva donde se enteró de la muerte de su padre. “Para mí es muy difícil evocar”, dice antes de que la emoción la interrumpa por algunos segundos. “Creo que es un duelo que uno nunca cierra y eso siempre es muy doloroso. Cuando pienso en él siempre son momentos maravillosos y de una gran ternura”.



FRAGMENTOS DEL LIBRO

“El muchacho se acercó y con gesto veloz trató de ponerme la cadena al cuello. Yo lo esquivé instintivamente (...) Se me abalanzó y me dio un golpe seco en el cráneo con la cadena. Caí de rodillas. El mundo me daba vuelta (...) Cuando finalmente logré sentarme, tenía la cadena alrededor del cuello y el tipo me halaba dando tirones para obligarme a seguirlo”.
Castigo por haber logrado fugarse.

“Clara, llegó, efectivamente caminando una mañana, con el bebé en brazos, envuelto en una cobija. Todos lo recibimos con emoción, enternecidos con este pequeño ser nacido en nuestra selva, en nuestra cárcel, en nuestro infortunio. Dormía con los ojos cerrados a medias, ignorando todo sobre el mundo horrible en el cual había nacido”.
Del hijo que Clara Rojas tuvo con un guerrillero de las FARC.


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