EMOLTV

Carmen Aldunate: “(Esa) es mi pesadilla: No quiero colgar el pincel”

La destacada pintora inauguró su primera exposición de esculturas; todas mujeres como sus cuadros. Asegura que cada obra es un autorretrato y una voz que se levanta por la mujer. Su mejor refugio es su taller.

25 de Noviembre de 2010 | 08:48 | Por María José Errázuriz L.
imagen
El Mercurio

Así como hace algunos años sorprendió con naturalezas muertas, hoy lo hace con esculturas en bronce y cerámica gres.


Pero pese al cambio, su huella se mantiene inalterable porque ahí están en pequeños y medianos formatos sus mujeres, el sello que la caracteriza y que al parecer no está dispuesta a abandonar, ni siquiera en esta edición limitada.


Carmen Aldunate, una de las pintoras más destacadas del circuito, está con nudos en el estómago enfrentando una nueva exposición. Esta vez la Galería Artium es el lugar donde se podrá degustar de este “Gran reserva” que incluye una colección de dibujos que guardaba para ella o se llevaban sus hijas.


De sus primeras exposiciones, allá por los 70, mantiene el susto y el nerviosismo que la abruma y que confiesa es mayor ahora. Por eso, no deja su inseparable cigarrillo, el único vicio, que dice, le va quedando.

-¿Las mujeres son un karma?
“No sé sin son un karma, pero es algo de lo que no me puedo safar; es una obsesión. “Marcan mi vida. No sé si porque tuve una familia en que las mujeres fueron muy fuertes y me tocó eso; mi abuela, mi madre fueron personas muy marcadoras y yo también salí tirada para ese lado”.

-¿Ni siquiera las abandonaste para las esculturas?
 “Son mujeres, una serpiente (hembra) y una mujer perro (se ríe). Es un tema que para mí es importante; es un tema de mi pasado, de mi presente y de mi futuro porque tengo dos hijas mujeres que son requete parecidas a mí”.

-Tus mujeres han pasado por diferentes etapas, ¿qué hay de la Carmen Aldunate en ellas?
“Todo, absolutamente todo. Yo soy todas las mujeres porque estoy pensando en el problema de todas. Toda pintura es un autorretrato aunque sea abstracta; él que tira una raya en la tela la tiene muy pensada y esa raya es él. Uno no puede salirse de sí mismo y creo que hay que ser obsesiva para estar en cualquier área del arte.
“Uno se obsesiona con ciertos temas”.

-¿Hay un dejo de feminismo en tus obras?
“Me carga la palabra feminismo, digamos femenino, mejor, en el sentido de pelear por la mujer. Si eso es feminismo, no lo sé, pero yo no quiero ser más que un hombre ni mucho menos. Me encanta que los hombres me atiendan, me regaloneen, pero creo que en ciertas cosas es bien injusto el papel de la mujer, hasta el día de hoy, desde el día que nací y antes peor”.

-Algo de antimachismo...
“El machismo me carga, lo encuentro pavoroso. Y lo peor son esos hombres que dicen ‘oye yo no soy machista para nada’. De esos hay que arrancar a perderse”.

Carmen Adulante afirma que la única época que la mujer dominó al hombre es la que aducen que ella pinta, el Renacimiento. “Después la mujer desaparece”, señala.

Por eso quizás, sigue dando la misma pelea con sus esculturas, con mujeres de pañuelo en bronce que destacan tanto como las de óleo. “Es la misma pelea que no puedo ganar”... afirma.

-¿Por qué?
“Porque cada vez que termino algo lo odio. Siento que no logro meterle el dedo hasta la llaga para sacarle todo, entonces quedo disconforme y vamos siguiendo”.

-¿Todos los días encuentras inspiración para otra mujer?
“Inspiración no existe para nada; es trabajo. Trabajo todos los días y trabajo harto, alrededor de 8 a 10 horas diarias, incluidos sábado y domingo”.

-¿No te ves colgando el pincel?
“No me hables de eso porque es mi pesadilla. No quiero colgar el pincel, quiero morirme con el pincel en la mano sentada frente a un atril y hacer ¡plop!
“Donde más descanso, cuando estoy muy angustiada, es en mi taller y es lo único que pido. Cuando me sacan del taller me pongo extremadamente irascible. Soy muy poco sociable y, realmente, me da mucha paz estar en el taller”.

-¿Qué te llevó a esta gran reserva?
“Así le puso Eduardo Lira, el director de la galería y creo que lo puso por mis años. De gran no tiene nada. Yo las tenía reservada para mí”.

-¿Y van a seguir siendo tuyas?
“No, no (dice convencida).

-¿Cómo logras desprenderte?
“No me cuesta nada porque sé que cada cosa que compran tiene su dueño. Los cuadros buscan su nicho”.

Aunque sea una faceta totalmente nueva en Carmen Aldunate, asegura que ella hace este tipo de piezas desde que tenía 11 años con su madre, su abuela y tía, en greda. “Fue lo primero que hice” y después la dejó porque es muy incómoda por su tamaño. Desde hace cuatro años le ha dedicado un tiempo suficiente como para que surgiera esta colección.

-¿Por qué cambiar de material?
“No lo voy a cambiar ni quiero, estos son experimentos. Son cosas que me iba a dejar para mí. Voy a seguir haciendo esculturas, pero van a ser, obviamente, un recreo. Es como cuando intervengo un mueble o me piden un banco. Son recreos que tomo con harta pasión y seriedad, pero no es lo que voy a hacer”.

Se declara lo menos intelectual que hay para la pintura porque, dice “pinto con la guata lo que me está pasando en ese momento”. Esa misma guata es la que la traiciona cada vez que tiene que enfrentar una inauguración.

“Olvídate el nervio, toda inauguración es como si fuera para mí la primera, un parto. Es algo que no quisiera hacer nunca más. Es como si tuviera 18 años de nuevo y fuera yendo a la primera exposición. Me da miedo, mucho miedo”.

-¿Por qué? si eres una artista consagrada.
“Porqué te empelotas en público. Vivo desnuda hace muchos años, llena de máscaras y amarras, pero soy muy mala para esas cosas.
“Yo no me siento consagrada para nada, me siento que estoy recién aprendiendo, cada vez más insegura; era mucho más segura cuando chica. Lo fui mucho más con el primer cuadro que con el que estoy haciendo ahora”.

-¿?
“Porque uno se va poniendo más exigente”.

-¿No se supone que con los años una se pone más sapiente?
“Sapiente tal vez, en técnica, en la cocina, en materiales, en ese tipo de cosas, pero a la vez, cada vez más exigente contigo misma en el sentido de decir ‘esto no tengo derecho a mostrarlo’.
“La primera tela no te puedo decir como me sentí, bien, pero fue la primera y la última en la que sentí así”.