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Mehwar, un hogar para mujeres maltratadas en Cisjordania

27 de Diciembre de 2010 | 09:41 | Carmen Clara Rodríguez, EFE
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Agencia

 BELÉN; CISJORDANIA.- A las afueras de la ciudad de Belén, sobre una colina, está el centro Mehwar de acogida de mujeres maltratadas de Cisjordania, donde muchas de ellas han aprendido por primera vez lo que es un hogar.


En Mehwar, una casa de dos plantas con un patio central al que dan las habitaciones, viven actualmente 20 mujeres de entre 18 y 30 años que han sufrido todo tipo de abusos: sexuales, psicológicos, físicos, explica la asistente Amnina el Helo.


 "Los ejecutores del maltrato son padres, hermanos, maridos,” dice El Helo, que cubre su cabeza con un pañuelo y a cuyo lado las jóvenes parecen sentirse seguras.


 En Cisjordania la violencia machista se esconde. La sociedad patriarcal, el honor de las familias y la ocupación israelí sirven de pretexto para obviar el maltrato. Son pocas las que tienen el valor o la oportunidad de huir de sus maltratadores, cuyos patrones violentos son similares a los de cualquier parte del mundo.


Quince personas, entre psicólogas, asistentes sociales y otros, componen la plantilla del centro, construido con capital italiano y por el que han pasado 192 mujeres desde su apertura en 2007.


En Mehwar, las mujeres comparten habitación como parte de la socialización, además de encargarse de la limpieza del centro. A primera hora de la mañana hay una reunión, una puesta en común de problemas y actividades, “aunque cada mujer tiene una atención psicológica específica,” dice la educadora social.


El centro procura que las mujeres aprendan un oficio o estudien una carrera con el fin para que sean independientes económicamente, pues provienen de familias desestructuradas, tienen una baja formación y han sido educadas para servir a los hombres. “La independencia emocional, la autoestima se trabaja con las psicólogas,” añade.


De las 20 mujeres que habitan ahora en el centro, sólo una tiene a sus dos hijos con ella. Solamente 40 niños han vivido en Mehwar. "La ley palestina es ambigua y en muchos casos la patria potestad se concede a los padres,” añade El Helo, al asegurar que actualmente se trabaja en una normativa contra la violencia machista.


La asistente también explica que la estancia máxima en la casa de acogida es de tres años, pues “se considera que en este tiempo las mujeres están preparadas para afrontar una nueva vida, aunque -reconoce- hay casos que necesitan más tiempo y no se les niega.”


Mientras El Helo habla sobre el funcionamiento del centro, las residentes escuchan con atención, pero ninguna quiere hablar. Al fondo de la sala hay una que accede a contar, en privado y sin ser fotografiada, el horror que vivió. “Tengo 23 años, mi nombre no importa, desde los 16 sufro los abusos de mi hermano,” explica.


 "La violencia machista se manifestó primero en forma de golpes, después pasó a quitarme la ropa y a realizar tocamientos, más tarde me ataba, desnuda, de pies y manos y me violaba. En ocasiones me colgaba del techo atada de pies y manos,” continúa.


Esta joven asegura que la mujer de su hermano conocía los abusos y no decía nada, como sus padres. “Mi madre contempló todo en más de una ocasión y al igual que mi padre guardó silencio.”


Explica que se escapó de casa en cinco ocasiones, pero “cuando iba a denunciar a la Policía me devolvían a casa, los golpes eran mayores y los abusos continuaban.”


"La última vez que huí un hombre prometió ayudarme, pero él y uno de sus amigos me introdujeron en la prostitución. Pretendían que trabajase para ellos. Me fui a la Policía, les denuncié y desde entonces vivo en Mehwar, aquí aprendí lo que es un hogar,” dice.


Antes de despedirse, con una media sonrisa en los labios y la valentía de haber contado su tragedia, añade: “quiero ser policía y ayudar a las mujeres que acudan a denunciar.”


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