BRASILIA. - Dilma Rousseff asume la presidencia de Brasil con el desafío de imponer su sello a un país que nunca tuvo una mujer en ese cargo, una tarea similar a la que tienen por delante otras mujeres en ejercicio del poder en una región que hasta ahora les reservaba poco espacio en política.
Electa para suceder al carismático Luiz Inácio Lula da Silva, Rousseff, de 63 años, tendrá en sus manos la conducción del gigante sudamericano, pero también la responsabilidad de mostrar que es capaz de ejercer el poder sin tutela masculina y sin la influencia de su mentor político.
Es el mismo desafío que enfrenta cada día Cristina Kirchner, en Argentina, y Laura Chinchilla, en Costa Rica: el de conducir sus respectivos países con su propia iniciativa, sacándose el ’estigma’ de haber sido primera dama o de tener un ex presidente como padrino político.
"En Brasil se buscó quitar legitimidad a Dilma (Rousseff) por el hecho de que fue escogida por Lula, como si ella no fuese capaz de tomar sus propias decisiones sólo por el hecho de ser mujer", dijo la profesora Rosemary Segurado, doctora en Ciencias Sociales de la Universidad de Sao Paulo, a la AFP.
Según esta especialista, Rousseff, Kirchner y Chinchilla se encuentran ante la "necesidad de mostrar que no son la sombra de nadie. La política en América Latina es un espacio masculino, y a la sociedad le cuesta aceptar que ellas tengan sus propias opiniones, ideas e iniciativas".
En el caso de Rousseff, el hecho de nunca haber disputado una elección antes de vencer los comicios presidenciales de este año era visto como la prueba de que "ella apenas era la continuación del gobierno de Lula, y eso claramente es descalificar su trayectoria", dijo Segurado.
Rousseff de hecho, formó un gabinete en el que varias figuras prominentes, como el ministro de Hacienda y el de Defensa, vienen del gobierno anterior. Pero también incorporó figuras de su propio entorno en un equipo que tendrá un récord de mujeres: cinco ministras y cinco secretarias de rango ministerial.
En el caso de Chinchilla, fue vicepresidente y ministra de Justicia de Óscar Arias, con quien se lanzó al primer plano de la política costarricense, aunque más recientemente se verificó un alejamiento del líder local y premio Nobel de la Paz, como para delimitar su propio espacio e imprimir su sello personal a su gestión.
Ya para Kirchner, recordó la especialista, se decía que era más influyente que su marido Néstor cuando era senadora, y cuando se tornó presidente "parecía que ella no tenía una trayectoria política anterior".
Segurado recordó el caso de la ex presidente chilena Michelle Bachelet, quien antes de ocupar el Palacio de La Moneda tuvo la sensible tarea de ser ministra de Defensa, para negociar con unas fuerzas armadas en gran parte influenciadas por la figura del ex dictador Augusto Pinochet.
"Bachelet es el caso de una mujer que tiene una trayectoria propia, personal, y logró mostrar que no era apenas una creación del ex presidente Ricardo Lagos, sino una figura pública", dijo.
Otras mujeres llegaron al primer plano de la política de sus países por su relación matrimonial con líderes locales, como la argentina María Estela Martínez de Perón, la nicaragüense Violeta Chamorro o la panameña Mireya Moscoso.
Mirlande Manigat, también una ex primera dama, disputa el segundo turno de las elecciones en Haití.
El 1 de enero Bachelet asumirá la dirección ejecutiva de la organización ONU Mujeres, entidad creada para reunir las políticas onusianas sobre el tema. Las mujeres "llegamos para tomar decisiones para siempre, y todas las decisiones, no solo las fáciles", dijo Bachelet en una reciente entrevista al diario O Estado de Sao Paulo.
La ex mandataria chilena opinó que la elección de Rousseff "dará visibilidad al hecho de que las mujeres de todo el mundo deben tener mejores condiciones y ser vistas como actores que deciden. Eso contribuye a cambiar la creencia de que las mujeres son ciudadanos de segunda clase".