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Manu González: El ‘Amaro’ de la farándula chilena

Desde Bilbao, España, a calle Bilbao en Providencia, llegó este periodista quien debió integrarse de manera intensa al mundo del “cotilleo” nacional y a algunas otras cosas de la sociedad chilena que no le causan tanta gracia.

25 de Mayo de 2011 | 07:51 | Por Ángela Tapia F., Emol
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Cristián Soto, El Mercurio.
No comprende por qué los chilenos son tan graves, ni por qué se arma tanto alboroto si le dice a una mujer que parece cabaretera o si dice ‘culo’, cuando en su país es lo más normal del mundo. Pero aunque tenga varias y serias críticas a Chile, el periodista español Manuel ‘Manu’ González lleva 6 años en el país, inmerso en el mundo del espectáculo y dándole su sonsonete español a la farándula criolla. La razón principal de su estadía, como cuenta, es el amor.

Además, si ya ha sobrevivido al estudio express de los escándalos mediáticos de Chile, no le es tan difícil aguantar uno que otro choque cultural.

Llegó en 2005, cuando, por cosas de la vida acompañó a la gira de Luis Miguel en Argentina y terminó comentando sobre un supuesto romance entre el astro azteca y Luciana Salazar para el ex matinal de Canal 13, “Juntos”. Luego le pidieron que se quedara para el Festival de Viña y así, de a poco, fue yendo y viniendo de España a Chile por trabajo, acumulando ya 18 viajes de ida y vuelta.

Hoy Manu aparece en “En portada” y “Alfombra roja”, hablando con total desplante de la prensa rosa chilena. Aunque admite que ponerse al día con Kenita, Luli, Cecilia, Felipe, Daniella, Schilling, no fue nada simple.

“Para mí fue súper divertido pero también estresante. Me encontraba con amigos y las mamás de ellos me iban contando y dando nombres. Aunque cuando llegué al 13 conocí a Cristián Sánchez y él me presentó a Diana, hermana de Cecilia Bolocco. Entonces, ahí ya tenía una de las piedras piramidales de lo que es todo. Pero la pasé muy mal cuando no sabía quién era quién. Iba a las fiestas -siempre con el cámara- y decía ‘pero quién narices es ése y quién es éste’, y siempre el cotilleo era ‘sí, ésta es la que trabaja aquí y se come a tal’. Fue un estrés”, cuenta este oriundo de Bilbao, norte de España.

Hoy, ya inmerso en los conocimientos de cuanto rostro farandulero se mueva en territorio chileno, Manu dice sentirse molesto porque, como explica, aquí el periodismo de farándula se ve como un trabajo menor para algunos. “Somos igual de periodistas el que está hablando de Juanita Viale, y el que habla del partido de fútbol o de política. Somos lo mismo, entendemos lo mismo, los instrumentos son los mismos”, asegura.

-En la farándula hay temas más y menos serios. ¿Cuál sería el cotilleo más cutre (ordinario) de Chile?
“Cutre pero bueno, lo de Luli. Esa pelea en Argentina... Yo no soy partidario de la violencia, pero hay combos que te alegran el día, sobre todo los de la tele que no son tan combos. Ves una mano que se mueve y luego ‘lechona, comete los postres’. Tiene su gracia.
“Cutre, cutre, lo de ser abducida por los extraterrestres. Pero ella es una niña que se da cuenta de sus limitaciones y las tiñe de ese tono infantil que a la gente le gusta. Adriana Barrientos intenta hacer lo mismo, pero por una esquina le sale el lado pérfido. Puede meterse con Kenita, insultarla y le responderá. Pero cuando te metes con Luli, lo que ves es lo que hay. Hay que ser lista, hay que se aliada. Ella (Adriana) tuvo su oportunidad en Argentina, y lloró y todo muy bien, pero luego se metió con Luli y twitteó casi que era una prostituta... Hay que saber parar”.

-¿Hay límites entre los rostros más faranduleros?
“Cuando te consideras la reina del tongo o si quieres que tu vida sea esto, tienes que pensar que lo que tú ganas en una hora por mostrar el poto es el sueldo de muchos chilenos en todo el mes. Así que sé un poquito más considerada. Ahí veo la cosa peligrosa; la gente que se encumbra, que cree que por salir en televisión, son alguien. Pero lo que ganan tratando de ser alguien no lo emplean en formarse o en un futuro, sino que en coches, en carteras de Louis Vuitton y en miles de otras cosas que les dan miseria para el día de mañana. Con eso no comulgo”.

-En España, Letizia y Felipe son personajes típicos de la prensa del corazón y los paparazzi. ¿Quiénes son nuestros príncipes de Asturias?
“Cecilia Bolocco y Felipe Camiroaga. Letizia es una mujer que se ha hecho a sí misma, que viene de una familia media alta y por su parte, Cecilia ha sabido muy bien mantener el estandarte de diva”.

-¿Existe algún personaje que admires?
“Con Cecilia Bolocco he coincidido en algunos eventos y reconozco que me cae bien que fue una persona importante que abrió en cierto modo a una sociedad que era más bien triste, muy cartucha y cerrada, y la colocó en un primer mundo en cuando a lujo y glamour.
Ella salió absolutamente indemne de la publicación de unas fotos en una terraza, haciendo cosas que hacen muchas mujeres en cualquier parte del mundo. Y todo esto, en una sociedad que, al igual que otras -y lo digo con mucho respeto- es machista y retrógrada. Eso me demuestra cómo sabe afrontar la vida, porque estoy convencido que ella también ha llorado mucho, pero nunca lo hará en público. Y eso es lo que la ha convertido en diva. Pero si tengo que elegir, yo me quedo con Diana, porque es más como yo; más loca, más del momento, de impresiones... La gente dice ‘claro, pero no es tan bonita’. Pues a mí me gusta más. Y es una mujer que siendo hermana de, ha conseguido desligarse”.

-Tu amor chileno por el que te quedas aquí, ¿sigue constante hasta hoy?
“Hasta el día de hoy, con sus más y con sus menos”.

-¿Cómo se vive la relación Chile-España?
“Es buena, pero es distinta. Yo nunca digo nada, pero no tengo nada que ocultar. Siempre hay gente que trata de hundirte, que trata de saber cosas de ti. Yo puedo hablar de la vida de los demás, cuando su vida es pública o puedo analizar la vida de los demás con los elementos que me ha dado mi vida. En España tú no sabes la vida de los directores, de los profesionales...”.

-¿Te molesta que te pregunte esto?
“No, lo digo en el sentido general, que es lo que me llama la atención de Chile. Aquí todo el mundo sabe la vida de los directivos, con quién están y con quién no están. Allí no. Yo soy muy guardado para mi vida privada, porque cuando estás con amigos, ellos se incomodan. De repente estoy tomándome una copa y se acercan y me preguntan por la Luli o la Kenita, y a mis amigos y a mi pareja no les gusta. Entonces, allí empiezan muchos problemas.
 “Me ha pasado que estoy con Cristián Sánchez y Diana Bolocco -con quienes he compartido mucho desde que llegue aquí-, en Viña, eligiendo el restaurante donde vamos a almorzar y de un minuto a otro estamos rodeados de gente con las cámaras de los celulares. Esa vida debe ser muy difícil y yo, que soy el último granito de arena de esa playa, también reconozco que afecta”.

-¿Y en términos culturales, has tenido roces?
“Los españoles somos muy de doble sentido, tenemos refranes para todo. Siempre metemos algo por medio y hay palabras que son graves aquí. Yo puedo decir ‘culo’ tranquilamente y no pasa nada, pero aquí es terrible. También pasa que llegas y lo primero que te encuentras es la Polla Chilena de Beneficencia, que para vosotros es la lotería pero para nosotros es la parte máxime sexual masculina. En España le puedes decir a alguien que es un sinvergüenza, porque no tiene vergüenza, pero aquí es un insulto más grave”.

-Tuviste problemas de interpretaciones también en televisión...
“Claro, cuando con Sergio Arias estábamos analizando los looks del Festival de Viña y en un momento dado dije que el look que llevaba la mujer del señor Farkas era como de cabaretera. Era mi segundo viaje a Chile, y luego me explicaron que llamar cabaretera aquí es prácticamente llamar ‘prostituta’. Obviamente, no era mi intensión. Yo quería hablar de un look con escote grande, la pluma, la pedrería, que me parecía excesivo para lo que era el momento. Pero enseguida hubo gente que malintencionadamente cambió el sentido de lo que dije y después el señor Farkas apareció casi ofreciéndome combos”.

-¿Ya te diste cuenta sobre el tema de la impuntualidad chilena?
“Me ha llamado mucho la atención eso de la impuntualidad. ‘Al tiro’, una palabra de uso chileno, es mentira. En este país, al tiro no se hace nada, es terrible. Y la burocracia... Que tienes que hacer un papel y nunca sabes cómo empiezas ni cómo acabas. Vas a una ventanilla, te mandan a otra y luego a otra... Aquí, hasta para pagar algo por internet es terrible, porque de repente colapsan la línea y no hay manera. O vas a Movistar, que es una empresa que también tengo en España, pero no tiene nada que ver con el servicio, y yo (respira) ¡Jo! es que si hay alguien necesita ayuda, usted está ahí, prestándome un servicio. ¡Hágalo, es su trabajo!
“También me llama la atención el doble estándar. Vas a un supermercado y te topas con alguien que conoces, tal vez, un vecino, en la parte de los vinos. Y yo compro vino normalito, ¿eh? Un vino chileno de tres lucas ya es bueno. Y si escojo, entonces, el de tres lucas, qué casualidad que él compre de cinco. A veces he hecho la prueba de dejar el de tres, coger el de diez y entonces, él coge el de doce”.

-¿Sigues de pasada en Chile desde hace 6 años o ya te vas a traer las cosas de tu casa en España?
“Cuando llegué, Chile no me gustó. Me gusta el campo, el norte, el sur... En Valdivia me encuentro como en mi casa. Pero me ha costado porque sois muy duros. Seguramente, como la propia Cordillera de los Andes. Hay que soplar mucho para levantar ese esmog que aparece siempre, ese polvo que sale cuando limpias, pero queda. Está presente y se hace táctil. Eso es lo que me pasa con Chile, no lo sé...
“Me gustaría ayudar a entender algunas cosas, que Plaza Baquedano para abajo es tan importante como Plaza Baquedano para arriba y que la gente -ya sé que es una utopía-, no se mide ni por su condición sexual, ni por su plata, ni por su color. Que dejen de referirse a la gente como ‘qué pena que sea morenito’. Lo siento, yo cuando me pongo al sol me pongo moreno y estoy más guapo”.

-¿Cuál es tu vicio privado?
“Tengo como seis mil discos, cerca de cuatro mil libros y unas cinco mil películas en mi casa (en España). Como me gusta el diseño de moda, también tengo una colección de muchos diseñadores, algunos que ya no están. El hecho de poder tener un Balenciaga en casa son cosas que me gustan. He invertido mucho en moda. Acá en Chile no he conseguido ir a un desfile y estar con el diseñador y tocar las telas. No he podido hacerlo ni con Cecilia Bolocco, no sé por qué”.

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