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Cómo el "discurso materno" condiciona nuestra vida adulta sin que nos demos cuenta

Una terapeuta argentina aconseja a los padres cómo evitar imponerles a sus hijos sus propias proyecciones.

20 de Abril de 2012 | 15:50 | Emol
"Rosario es muy buena, llora muy poco y prácticamente nunca hace pataletas". "Pablo es terrible, es atarantado y no piensa antes de actuar". Es común que los padres se refieran a sus hijos con frases parecidas a éstas, pensando que es sólo una opinión y que no le hacen mal a nadie. Pero, ¡cuidado!, porque se trata de dichos que a la larga pueden condicionar la vida adulta de una persona.

Así lo plantea la terapeuta familiar argentina Laura Gutman en su libro "El poder del discurso materno" (Del Nuevo Extremo), cuyo objetivo es ayudar a las personas a comprenderse más. Según la autora, apenas nacemos e incluso antes, los adultos determinan "cómo somos" al ponernos un "título": caprichoso, llorón, tímido, divertido, etc. Sin embargo, esto suele ser una proyección del propio adulto que se va quedando con el tiempo y que, en definitiva, hace que pensemos, sintamos e interpretemos la vida desde un punto de vista "prestado".

"De ese 'discurso' dependerá si nos consideramos buenos o muy malos, si creemos que somos generosos, inteligentes o tontos, si somos astutos, débiles o perezosos", explica Gutman. La especialista agrega que en la mayoría de los casos el "discurso" que se instala pertenece a la madre, pero es posible que también opere el del padre o incluso el de la abuela, si ésta ha sido una figura muy importante en la historia familiar.

La terapeuta familiar acompaña procesos de indagación personal de quienes acuden a ella para saber quiénes son y relata que en estos casos el primer paso es hacer preguntas puntuales sobre su infancia, para determinar el nivel de "maternaje" que ha recibido. En este sentido, afirma que si la persona recibió suficiente amparo, los recuerdos fluirán con sencillez. Sí no fue así, los recuerdos estarán teñidos de aquello que haya sido nombrado durante su infancia "y casi siempre va a aparecer el discurso de la madre".

Tras pasar por su adolescencia, sus relaciones con mujeres (en el caso de que se trate de un hombre), su relación actual con su madre, etc., Gutman o alguno de los profesionales que trabajan con ella están en condiciones de ponerle a la persona "las cartas sobre la mesa", de manera que pueda mirar el panorama completo. En el fondo, lo que se hace es comparar el discurso materno con la vivencia de la persona, para que así ésta pueda tomar decisiones en su vida.

"Cada individuo trae un universo de relaciones, específico y original. El arte está en ser capaces de descubrir la 'trama interna' en lugar de fascinarse y elaborar interpretaciones dentro de las historias aprendidas que todo individuo carga en la mochila de la 'historia oficial'", postula la especialista.

¿Cómo lograr no imponer un "discurso" sobre los hijos?

Aunque la autora asegura que su libro no se trata de la crianza de los niños, sí dedica un espacio para ayudar a los padres a no imponerles a sus hijos sus propias proyecciones. En este sentido, sostiene que si lo que se busca es "criarlos libres", esto no significa permitirles elegir sus juguetes o su ropa, sino que lo que realmente importa es que los hijos puedan contar con "el apoyo y la mirada suficientemente limpia de sus padres".

Un primer paso para lograr esto -dice Laura Gutman- es que los padres indaguen sobre su historia, es decir, que reconozcan su "sombra". "Estar dispuestos a ingresar en los territorios dolorosos y olvidados de la conciencia. Confrontar con los hechos acaecidos durante nuestra infancia, sabiendo que ahora -siendo adultos- tenemos los recursos suficientes, y que nada demasiado malo nos puede suceder", explica. Según la terapeuta familiar, esto puede resultar doloroso, pero les ayudará a los padres a tomar decisiones más saludables.

Asimismo, la especialista recomienda a los padres que se cuestionen a sí mismos, que dejen de actuar de manera automática, que reconozcan sus personajes y los guiones que siguen, lo que les permitirá decidir no funcionar así e intentar otros modos más creativos y ricos. "Sólo entonces seremos capaces de mirar a nuestros hijos con mayor apertura y sin tantos prejuicios, es decir, sin prejuzgarlos antes de observarlos y acompañarlos. En lugar de interpretar cada cosa que hacen y que no nos gusta, en lugar de encerrarlos en personajes que nos calman porque los tenemos rápidamente ubicados... podremos simplemente nombrar cuidadosamente aquello que les sucede, dándoles todo el valor real de eso que les sucede", sostiene Gutman.

La terapeuta familiar ilustra lo que plantea con un ejemplo: "Si a un niño pequeño en lugar de decirle 'qué perezoso que eres, igual a tu padre', le preguntamos: '¿No tienes ganas de ir a la escuela? ¿Es porque te molestan los niños?', las cosas cambian radicalmente. El niño no se calza el traje de 'perezoso que no le hace caso a sus padres', ni ningún otro traje".

Laura Gutman advierte que lograr no imponer un discurso sobre los hijos requiere un entrenamiento cotidiano y un permanente cuestionamiento personal; es trabajoso y comprometido; puede llevar años implementarlo de manera automática. Sin embargo, la especialista recalca que a su juicio "es el único trabajo que nos va a ayudar a salir de los fundamentalismos (crianza con apego, crianza natural, naturismo, co-lecho, lactancia prolongada, etc.) que son muy bonitos y políticamente correctos, pero que funcionan también como refugios para los personajes más diversos".

En definitiva, lo que la terapeuta propone a los padres es que sean "libres", que tomen las riendas de su vida. "A partir de ese momento, seremos totalmente responsables de las decisiones que tomemos en nuestra vida, en todas las áreas, incluida la capacidad de no encerrar a nuestros hijos -si los tenemos- en los personajes que nos resulten funcionales", concluye.

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