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Patricia Collyer: Infidelidad, la venganza histórica de las mujeres

Esta psicóloga y periodista sostiene que las chilenas de entre 25 y 35 años se han masculinizado en el plano sexual y han asumido actitudes que antes sólo se veían en los hombres en relación a la infidelidad. Es más, dice que los hombres se declaran ‘usados’.

25 de Julio de 2012 | 08:00 | Por María José Errázuriz L.
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Las cifras de hace algunos años señalan que el 48% de las mujeres y el 67% de los hombres alguna vez en su vida ha sido infiel. Hoy, probablemente, el número de chilenos que puede estar en esa categoría sea mayor.


Así lo cree Patricia Collyer, periodista y psicóloga, que acaba de publicar el libro “Amores inconfesables”, en donde desentraña los mitos, historias y explicaciones –o excusas- que rondan la infidelidad y que pone a Chile a la par con otras naciones de la región, quizás muy poco por debajo de Brasil y Colombia.


Para graficar que esta realidad es evidente apunta al portal de citas para infieles Ashley Madison que inició sus operaciones en Chile a comienzo de 2012 y en muy pocos días tenía registradas más de 300 mil personas, que deben cumplir con las exigencias de ser casadas.


“Chile es un país de infieles, pero somos un país de doble estándar. Hay una cifra negra alta, nos cuesta reconocer el tema y de hecho el periodismo –a diferencia de otros países como Estados Unidos- no lo sanciona, por ejemplo, en el caso de los políticos. Acá se niega hasta la muerte, más las mujeres”, dice.

-El ser humano es polígamo por especie, pero sostienes en el libro que no se puede ser infiel simultáneamente. ¿Cómo es eso?
“Un psicofisiólogo explica que las pulsiones sexuales no se pueden dar por dos personas al mismo tiempo o instante. Se puede tener una pulsión por alguien a las 2 de la tarde y por otra a las 7, pero no puede haber una pulsión simultánea por dos personas”.

-Si la fidelidad no es natural, ¿por qué crees tú que las sociedades la sostienen y no la ha desbancado tendencias como el amor libre?
“Por una cuestión patrimonial. La ley de adulterio vigente hasta el año 1994 sancionaba a la mujer con cárcel y al hombre no; esto porque implicaba que si la mujer introducía hijos ajenos al matrimonio estaba dividiendo la herencia.
“Cuando la Iglesia impone el celibato también lo hace para impedir que la Iglesia tuviera que cargar con familiones de los curas. Creo que este tema es el que mantiene la fidelidad como orden de la sociedad”.

-En tu estudio develas que hay una visión machista de la infidelidad. Señalas que las mujeres no tienen necesidades sexuales como los hombres o que la insatisfacción sexual es usada por ellos como excusa.
“Es cierto; ahora, se descubrió que si la mujer no tiene al frente al hombre no se le genera la pulsión sexual, pero en cambio, el hombre sí y eso ha dado pie para sostener que no tienen necesidades sexuales inminentes. Pero estos son mitos, porque la antropóloga Helen Fischer definió que las mujeres generaron la capacidad del multiorgasmo para tener varios hombres.
“Esto tiene una marca cultural muy grande; si ves a las polinésicas, ellas son más liberales, pero en nuestra cultura los hombres son incitados a ser infieles, porque eso los hace choros, macanudos; son bombardeados”.

-¿Es un hecho que las mujeres se disocian menos que los hombres, es decir, que no separan el sexo de la relación y por eso, cuando son infieles se separan en mayor proporción?
“Eso era hasta hace algunas generaciones, pero ha ido cambiando muy rápido. Las mujeres de 25, 30, 35 están en otra parada, tomando y dejando”.

-Hablas de una masculinización de las mujeres en ese campo.
“Sí, recibí el testimonio de muchos hombres que se declararon ‘usados’ por las mujeres. Que cuando planteaban conversar después de un encuentro, ellas contestan que no hay nada que hablar, que esto es sólo tirar. Creo que estamos en presencia de una venganza histórica de las mujeres frente a los hombres; de hecho me impresiona la frialdad, el ‘carepalismo’ de algunas para ser infieles.
“Hoy no tienen ningún sentimiento de culpa, actúan como la amiga de Cristina, la Sussy, en “Soltera otra vez”. Ahora, creo que es una reacción a lo que han visto, al ‘descompromiso’ de los hombres. Puede ser un mecanismo de defensa de no querer engancharse con alguien, no quieren compromisos y dicen ‘me las arreglo mejor sola’”.

-¿Pero eso es solo la parada, porque siempre se ha señalado que en este tipo de relaciones, la mujer queda mucho más dañada emocionalmente?
“No sé que pasa con las más jóvenes, a lo mejor de verdad han logrado incorporar esa actitud de independencia, pero yo, personalmente no me la creo. No les creo a las que dicen querer sólo pololo puertas afuera; hombres y mujeres quieren tener alguien en forma estable, un compañero de vida.
“Los hombres están desconcertados; van a un bar, ven a un grupo de mujeres hiper arregladas y cuando sacan a una a bailar le contestan que no. Hay un desencuentro brutal entre ambos sexos”.

-Hablas de infidelidad sana e insana, ¿cuál sería la diferencia?
“El ser humano no es monógamo y siempre va a tener pulsiones; ahora si le da curso a ello y sostiene un episodio con alguien distinto a la pareja, pero lo vive como algo interno, como si fuera su jardín secreto, algunos psicólogos lo califican infidelidad sana, porque no hace daño, no es contra la pareja. Yo suscribo esto y creo que en estos casos lo mejor es el silencio porque la verdad aquí no sirve para nada.
“La infidelidad insana, en cambio, es reactiva, es contra la otra persona porque no me da bola, porque me manipula o enemista con mis hijos. Esto es la infidelidad dramática”.

-¿Es verdad que las mujeres perdonan más la infidelidad que los hombres? ¿Es así?
“Lo hacen más por razones prácticas; si el marido es proveedor, se les desarma toda la vida si no perdonan. Tienden a no ver, a hacerse las que no se dan cuenta, porque si lo hacen tienen que tomar decisiones. Si no tienen cómo resolver económicamente la vida, las mujeres prefieren no darse cuenta y si lo hacen, perdonan.
“Ahora, los hombres también lo hacen. Cuando hablas con las empresas de seguimiento (espías), ellos te narran que una vez que el hombre pilla a su mujer, después no hace nada”.

-¿Crees que las parejas jóvenes no ven drama en la infidelidad?
“Ellos han establecido otras formas y códigos; ellos usan diferentes estadios que van superando antes de llegar al compromiso formal; primero salen, andan, poncean, tienen touch and go y así avanzan hasta que llegan a la pareja. Ellos son más misteriosos para mí, pero a lo mejor ven esto con más sabiduría, de que esto no es tan dramático”.

-¿Cuándo hablamos de infidelidad, un pensamiento, una caricia, sexo?
“La gente tiene una opinión; un estudio recogió que un 42% cree que el solo pensamiento ya es infidelidad. Cuando hay una infidelidad el hombre pregunta ¿te acostaste con él? y la mujer, ¿te enamoraste de ella?, lo que demuestra que para el hombre lo grave está en la infidelidad sexual, pero es un hecho que la infidelidad parte antes que ese acto se dé.
“Ahora, lo que está claro es que lo que se sancionaba antes era el ‘yacer’ con la otra persona, pero la infidelidad comienza en los pensamientos, en las palabras, en los gestos”.

-Internet ha dado pie a la infidelidad virtual.
“Sí, partió con el chateo y el sexo virtual, pero el tema es mayor; ahora tenemos sitios de citas para infieles, o sea, con ese objetivo. Se ha convertido en una industria que da servicio a la gente que quiere ser infiel sin tener que separarse. Ashley Madison tiene 20 millones de usuarios en el mundo, todos casados”.

-¿La infidelidad en Chile sigue siendo sancionada?
“Sí, pero como parte del doble discurso que hay las mujeres son mucho más sancionadas que los hombres. A un candidato en campaña le da votos tener un halo de conquistador y seductor, en cambio, a una candidata mujer tener arrastre sólo se puede traducir en ser prostituta.
“Si no fuera sancionado esto sería un tema abierto, del que se habla... y todos los personajes públicos que entrevisté no habrían tirado para la cola después pidiéndome que no los mencionara. Hubo muchos famosos que me pidieron que los retirara de la investigación o no suscribieron lo que me habían dicho. Hay un miedo a la sanción social”.


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