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Bárbara Figueroa: “Yo no fui sacada de un sombrero”

La nueva presidenta de la CUT es de armas tomar. Es de convicciones y por ello, asegura que el diálogo y las movilizaciones sociales son el camino a seguir para alcanzar los objetivos que persigue. Marcada por una vida familiar militante en el PC, declara que los chilenos perdieron ya “el terror al conflicto”.

05 de Septiembre de 2012 | 08:13 | Por María José Errázuriz L.
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Foto de Jorge Sepúlveda
En la puerta de su oficina en el Colegio de Profesores, donde es directora nacional desde el 2010, hay una calcomanía que dice: ¡Cuidado, el machismo mata! y justo detrás de su escritorio la portada enmarcada de “El Siglo” que celebra la elección de tres diputados comunistas en 2009.

Esas son algunas de las señas que dejan entrever la personalidad de esta mujer, quien sorprendió al establishment al ganar la presidencia de la CUT, cargo que asume mañana.

Sin dejar de lado a su pequeño hijo de 5 años, Bárbara Figueroa ha visto girar su vida en 180° los últimos días. Las reuniones se intensificaron y los saludos en la calle también. “Soy más encachada en persona”, asegura cuando la gente le comenta que se ve mejor que en la tele.

Militante del Partido Comunista desde los 15 años, siguiendo la fuerte impronta de sus padres, reconoce que echa de menos hacer clases de Filosofía, carrera que estudió en el Pedagógico (hoy UMCE) a fines de los noventa. Cuando ya estaba en tercero se puso a trabajar y al egresar asumió algunas horas que dejó vacante su suegro, ex director de esa escuela hasta el año 73.

Con sólo 33 años, recuerda hoy la cantidad de malabares que tuvo que hacer para “picar” horas de clases en vespertinos, principalmente, de colegios municipales y subvencionados de Maipú, Colina, Macul, La Pintana, Puente Alto y Santiago (Liceo 1). Y como si fuera poco se dio tiempo para estudiar psicología en la Universidad Academia de Humanismo Cristiano, carrera de la que egresó pero aún no se titula.

Dejó de hacer clases el 2008, cuando su nueva ruta, el sindicalismo, fue tomando forma. Partió haciendo asesorías técnicas en el Colegio, especialmente a Jaime Gajardo y otros dirigentes comunistas, lo que derivó en su postulación como directora.

-¿Qué te tira más, la política o hacer clases?
“No es que algo me tire más, uno se va desenvolviendo así por cosas de la vida. No es que hiciera una opción y resolviera que esto era mejor, sólo que hacer clases en varias partes, juntando 10 horas de aulas, no compensaba el esfuerzo sobre todo con mi hijo tan chico. Hay momentos en la vida en que hay que hacer ajustes”.

-Viviste en carne propia los problemas de los profesores en colegios subvencionados y municipales.
“Sí, viví todo el control, la rigidez, las evaluaciones y la constante presión que viven los profesores, pese a que mi disciplina no es un área demandada. Filosofía no es lo mismo que Lenguaje o Historia que se miden en la PSU y Simce, pero el sistema escolar es bien agobiante que hace exigencias muy grandes a los docentes de situaciones que ellos no pueden controlar porque no dependen de ellos”.

Nacida en Santiago, su familia se trasladó a vivir a San Fernando cuando ella cursaba los últimos años de enseñanza media. Su padre, Rodrigo Figueroa, fue regidor de la zona hasta septiembre de 1973, fecha en que tuvo que esconderse de un llamado a presentarse ante las autoridades militares. En Santiago pasó a la clandestinidad y a formar una familia con el temor de ser siempre detenido y entonces, cuando regresó la democracia, volvió a San Fernando y fue electo el primer alcalde comunista el año 2000.

Bárbara se declara más cómoda con la vida de ciudad más pequeña rodeada de campo; de la posibilidad de ir a almorzar a la casa todos lo días, de llevar un paso más tranquilo. Regresó a la capital para estudiar en la universidad, donde se sumergió en la vorágine estudiantil y partidaria. Recuerda las dificultades para conseguir crédito –que todavía está pagando- y haber experimentado las injusticias del sistema que, dice, se arrastran desde entonces y hoy tiene revolucionados a los universitarios. “Yo recibí beca de alimentación sólo el primer año de universidad y tuve que ponerme a trabajar para poder mantenerme”, dice.

-¿La historia de tu padre fue determinante en tu ingreso a la Jota?
“La de ambos, si bien mi mamá no ha tenido un rol público, ella también es una militante jugada y comprometida. Todo esto me marcó harto y para mí ese reflejo es lo que ha significado siempre ser comunista: trabajar con transparencia, honestidad, sin denostar a nadie. O sea, este juego de hoy de que es más choro y más izquierdoso el que hace más pulla me parece de una bajeza tremenda. No crecí viendo eso, sino que debates; puede que nunca tenga acuerdos ideológicos con gente de derecha, pero eso no quita que no los trate con respeto”.

-¿Cuáles son tus recuerdos de los años de protesta contra el régimen militar en los ´80?
“Vivíamos en Quinta Normal, al lado del parque y la gruta donde mi mamá trabajaba con los curas. Tratamos de ser una familia bastante, entrecomillas, normal; fue un período complejo donde amigos y compañeros de mis padres iban a la casa y después desaparecían, pero ellos trataron que eso no interviniera en nuestra niñez. Siento que fui bastante privilegiada”.

-Ingresaste en 1997 a la universidad, ¿sentías ya ese descontento de varios con la nueva democracia?
“Venía de una experiencia militante, de dirección y para mí era lógico que mi llegada a la U no era sólo para estudiar. Tuve harto aprendizaje porque viví el proceso de reconstrucción de la Confech y hubo mucha batalla porque en ese momento era Ricardo Lagos ministro de Educación que presentó proyectos que finalmente se fueron implementando”.

-¿Qué te derivó a iniciar la carrera sindical?
“Desde temprano me vinculé a Jaime Gajardo, Carlos Cifuentes y Olimpia Riveros porque como empecé a hacer clases muy joven pude ver la discordancia entre lo que veías en los libros de pedagogía y la realidad de aula de la que nadie te hablaba. En la universidad no iba a ver la realidad de los pagos, los descuentos y por eso, la relación con el gremio fue fundamental”.

Bárbara rechaza las caricaturas que se construyen sobre los comunistas. Afirma que dentro del partido se puede debatir, pero una vez que se hace se opera “con principios lenilistas de organización -unidad de acción, centralismo democrático-, lo que no resta, en ningún caso la posibilidad de crítica”.

También rechaza la acusación permanente que apunta a que el PC está por el uso de las armas. Asegura que eso no ha sido resuelto en ningún Congreso y es más, sostiene que son “un partido profundamente democrático que ha relegado su rol de fuerza hegemónica en función de avanzar con unidad con todos los sectores. Y eso es un esfuerzo no menor para poder construir una democracia sólida”. “Esto demuestra que no estamos por el camino de las armas como un principio, todo lo contrario, pero distinto es cuando tienes una dictadura”, insiste.

-¿Cuáles son las “armas” que se deben usar hoy en día?
“Creo que todas; creo en el diálogo y la labor de los dirigentes laborales y sociales es dialogar. Pero tanto como creo en eso, también creo que a uno no le pueden imponer que sea una diálogo de brazos caídos y ahí la movilización es una herramienta fundamental cuestión que se demostró el 2011.
“En Chile quedó un terror al conflicto, quizás por una transición mal resuelta y la crudeza y nivel de exterminio que se produjo en la dictadura. Hoy se está descorriendo ese velo y ya no sólo los estudiantes se movilizan, sino que las personas se toman las calles por el TranSantiago, el basural, la falta de pasarela. La gente entiende que la movilización es algo natural que tiene que ocurrir”.

-¿Te tocó trabajar, intimar con Gladys Marín? ¿Te marcó en algo?
“La conocí cuando estaba en la Jota, pero no intimé con ella. Participé de varias reuniones y visitó varias veces a mi padre después que lo eligieron alcalde. Ella era una mujer muy potente y es un referente muy importante; ella le impuso al partido la posibilidad de abrirse, sea, no sólo un partido de masas, sino de diversidad y eso ha sido fundamental para las transformaciones que el PC ha tenido.
“Ella era muy femenina, no era una política masculinizada y siendo de mucha fuerza, ímpetu y convicción, podía ser muy dulce, cálida y seductora”.

-¿En eso se diferencia el PC de otros al darle espacios a las mujeres?
“Sin duda, fuimos los primeros en tener la primera presidenta (secretaria general) de partido, la primera candidata a la Presidencia y que decir de las militantes de la juventud que hoy tienen un rol relevante (Camila Vallejos)”.

-¿Ser mujer influyó en el hecho de que el PC te pusiera al frente de la competencia en la CUT?
“Sí, de alguna manera sí, pero sería injusto subestimar que en los debates que se dieron el tema del género fue lo clave. Dimos con una fórmula virtuosa, apostamos a liderazgos más jóvenes que a lo mejor no tenían reconocimiento público. No me pesa no ser conocida pero me llama la atención que la gente crea que no tengo historia. Yo no fui sacada de un sombrero; que no me vieran en la primera fila, pegando codazos para estar en la foto, no significa que no hiciera mi pega. La coordinación con los estudiantes la he llevado yo”.

La ex Presidenta Michelle Bachelet fue una de las primeras en saludarla, a través de un mail desde Nueva York, luego de ser electa. También celebró su triunfo la Ministra del Trabajo, Evelyn Matthei. A horas de asumir como máximo líder de los trabajadores no tiene muy claro si su gestión será medida con una vara distinta por el sólo hecho de ser mujer. Sí cree que hay muchas expectativas y que su desafío es dar respuesta a eso.

“Quizás algunos se van a sentir inhibidos de hacer una crítica por ser yo mujer, para que no los acusen de ser machistas, pero tiendo a creer que no debieran haber grandes diferencias, porque uno, en el lugar que ocupa, lo que hace es posicionar ideas y proyectos”, señala.

-¿Será más fácil dialogar con la titular del Trabajo, de mujer a mujer?
“No lo sé, no hago juicios de género a priori porque me parece que, a veces, esa discriminación positiva nos juega en contra”.
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