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Andrea Gómez: Cómo un árbol puede empoderar a los vecinos

La directora ejecutiva de la Fundación Mi Parque afirma que construir áreas verdes en sectores vulnerables no sólo es mejoramiento de la calidad de vida y mayor seguridad, sino también inclusión social y empoderamiento ciudadano.

24 de Octubre de 2012 | 08:08 | Por María José Errázuriz L.
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Un árbol puede cambiar la vida y así lo creen en la Fundación Mi Parque. En los cuatro años que llevan trabajando han realizado 62 proyectos paisajísticos a lo largo del país, lo que ha implicado crear unos 100 mil metros cuadrados de áreas verdes que han beneficiado a cerca de 200 mil personas.

Y las mujeres tienen mucho que decir en esto. Son ellas las que más valoran el que en la plaza al frente de su casa haya árboles y juegos y no un tierral que probablemente se convierta en basurero, porque el espacio recuperado se convierte en mejor calidad de vida para sus hijos y en un opción cierta de controlar focos de delincuencia.

De hecho, los estudios que está haciendo la fundación arrojan que los vecinos que ya fueron beneficiados por un proyecto tienen la percepción, en un 60%, de que su barrio es más seguro ahora.

Andrea Gómez, arquitecta de 29 años, y hoy directora ejecutiva de la fundación, sabe de la importancia, entonces, que puede tener un árbol. No sólo es esparcimiento, sino que también inclusión social, porque en la construcción de cada área verde participan los vecinos activamente y los voluntarios que financian la obra.

-En estos cuatro años más de alguien les habrá comentado por qué no usar todos sus recursos y esfuerzos en sacar a la gente de la pobreza, en vez de plantar árboles.
“Es verdad, pero ya hay varias instituciones trabajando en eso y lo hacen muy bien con el Techo para Chile. Nosotros nos hemos enfocado en condominios de personas que ya salieron de un campamento, y por lo tanto, siguen teniendo una condición de vulnerabilidad. Y el problema está en que muchos de estos conjuntos habitacionales han sido entregados sin áreas verdes lo que se transforma en un problema social grave.
“Mucha gente está disconforme con el lugar donde vive. Estamos construyendo y construyendo ciudad, pero es una ciudad gris que a las personas no les gusta. Después nos encontramos con una sociedad que está descontenta por un montón de motivos y nadie sabe por qué. Nosotros creemos que vivir en un lugar donde afuera hay basura o personas drogándose, tiene que ver con eso. El que la plaza de tierra sea un espacio de batalla tiene impacto en el día a día de la gente”.

-Al hablar de prioridades de las personas, el que vivan en un medio ambiente de calidad aparece en el último lugar de la tabla.
“En las prioridades para las que personas que viven en esos lugares, de ninguna manera. Quizás, para otros, pero la acogida que nosotros tenemos es impactante. Hay un mito de que a las personas no les importa, que nos les interesará cuidarlas y eso no es así”.

-¿Okey, pero sí están en el último lugar de las prioridades de las autoridades comunales y las políticas públicas?
“Creemos que así lo estaba hace 4 años; cuando partimos mucha gente nos decía que estábamos locos y que íbamos a perder el tiempo. Hoy, en los ministerios del Interior o Vivienda las áreas verdes son prioridad. El Plan Barrio en Paz ataca una serie de problemáticas, y una de las principales son las áreas verdes porque cuando la gente sale a su espacio público y lo usa, el barrio inmediatamente es más seguro”.

-¿Cuál es el efecto real de que se construya un área verde en estos otros sectores? ¿Instalar un árbol puede hacer la diferencia?
“Está claro que si no hay calidad urbana la vulnerabilidad de las personas aumenta. Esto puede llegar a ser muy problemático.
“Está comprobado que usar el espacio público hace que éste sea seguro ya que le quita un lugar al delincuente y al drogadicto. El mejor vigilante que puede haber en un barrio, son los vecinos, más que la presencia policial y para eso, el vecino tiene que salir de su casa. De hecho, a los que hemos encuestado señalan en un 60% que ahora tienen la percepción de que el lugar es más seguro y las estadísticas de seguridad se basan en percepciones”.

-¿Esto tiene algún efecto concreto, además, en la plusvalía de los barrios?
“Bueno, ese es un efecto económico inmediato de la labor que hacemos porque una casa frente a un parque vale, alrededor, de un 15% más. Si eso a le sumamos que ese espacio está convertido en un microbasural, entonces el aumento de plusvalía puede ser más. El aporte para una familia de escasos recursos cuyo único bien es su casa, es altísimo. Las viviendas sociales se desvalorizan en el tiempo, no porque la casa se eche a perder, sino porque el entorno, el barrio donde está es inadecuado. Si logramos revertir eso, la casa cobra valor”.

-¿Ustedes buscan de algún modo revertir otra de las desigualdades que expresa Chile que son los metros cuadrados de áreas verdes por persona? Las cifras dicen que en Vitacura son 18 m2 y en Puente Alto, menos de 3 m2.
“La desigualdad económica de la que más hablamos se ve reflejada en lo físico, en el espacio construido. Caminar por Vitacura es hacerlo por un parque porque las calles están llenas de árboles y hay pasto; en cambio, en San Bernardo es un peladero. Nosotros queremos revertir esa desigualdad, más si debes trasladarte largas distancias para ir a trabajar y al regresar a tu casa no tienes un lugar donde puedas estar”.

-¿Hay alguna meta? La OMS dice que el promedio adecuado es de 8 m2 de áreas verdes por persona.
“Se habla de eso, pero hay que tener presente que lo importante es que esos metros cuadrados estén a menos de 15 minutos caminando desde tu casa, sino no tiene sentido. No se trata de hacer un gran parque en la comuna que te permita alcanzar la norma, pero que la gente tiene lejos. Todas las personas deben tener contacto con la naturaleza diariamente”.

-¿Estas intervenciones implican muchos recursos o es más barato de lo que se piensa?
“Es más barato que el beneficio que trae y que otros proyectos urbanos que se pueden hacer para aportar a la calidad de vida de las personas como la pavimentación de calles. Hacer áreas no es caro, pero hay que tener en cuenta que sí requiere destinar fondos para su mantención y en eso es donde más fallamos”.

-¿Construir un área verde se puede transformar en otra carga para los vecinos? ¿Otro gasto?
“Las áreas las hacemos en conjunto con la municipalidad; se llega a un acuerdo en donde la fundación la construye pero ellas se deben comprometer con la mantención en el tiempo, porque ese es parte del rol de los gobiernos locales. Los vecinos se deben comprometer en cuidar el espacio para que no haya vandalismo”.

-¿Ha costado obtener ese compromiso?
“Las municipalidades son todas distintas; hay algunas que tienen una mayor comprensión de lo que significa. Ellos siempre hablan de falta de recursos para poder hacer los proyectos, pero también en algunas administraciones no le dan relevancia. En todo caso, todo va para allá y hoy las municipalidades nos vienen a buscar, nos contactan tanto los alcaldes como los vecinos y las empresas que están interesadas en vincularse con una comunidad”.

Andrea Gómez explica que cada proyecto de intervención es súper radical en la vida de las comunidades y claramente es un ejemplo de inclusión social. Esto se sustenta en varios hechos: cada proyecto implica dos meses de preparación con los vecinos donde ellos activamente resuelven el diseño del espacio verde que quieren. Además, la construcción del área considera la presencia de voluntarios (trabajadores de las empresas donantes), a veces, más de 400 que van y se vinculan con esos sectores marginados de la sociedad.

“Otro de los hechos importantes en esto es que el resultado de este trabajo da paso a un empoderamiento de las personas que viven en el lugar. Ellos se dan cuenta que pueden ser parte de la solución, que son capaces de recuperarla”, explica.

-¿Los vecinos se dan cuenta de su importancia o hay comunidades que todavía hay que convencer?
“Hay una serie de mitos en esto. Muchos creen que estos proyectos no van a resultar, hay pesimismo. También se cree que se van a robar las plantas para venderlas –eso no nos ha pasado nunca- y todo esto hay que derribarlos. Siempre hay un anhelo de mejorar el lugar, pero se pone un “pero” por delante. Tenemos que romper con la inercia del statu quo y para eso son los talleres de diseño que hacemos antes.
“Nosotros nos llamamos Mi Parque porque consideramos que la participación y compromiso de la comunidad es fundamental”.
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