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Paternidad con coraje: Viudo relata cómo fue criar solo a su hijo

Aunque muchas veces se lamentó de que la crianza pareciera que se les da mejor a las mujeres, agradece hasta el día de hoy que la triste pérdida de su esposa -a los 7 meses de vida de su hijo- le haya permitido ser un padre a tiempo completo. “Muchos papás se pierden el día a día, en la vida de sus hijos, y yo hubiera sido uno de ellos”, asegura.

19 de Abril de 2013 | 15:24 | Emol
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“Ahora Max tiene 8 años, es enérgico, feliz, divertido, y no para de sorprenderme cada día", aseguró Ian.

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Ian Newbold tenía apenas 28 años cuando quedó viudo y con una guagua de 7 meses, que necesitaba de él a tiempo completo. Tras una linda historia de amor, él y Samantha se habían casado y al poco tiempo tuvieron a su hijo Max, no sin antes ser sumamente cuidadosos con la salud de ella -tenía un defecto al corazón- durante el embarazo.

“Ver a mi esposa alimentando por primera vez a nuestro hijo, ha sido una de las cosas más hermosas que he visto”, escribió el hombre hace unas semanas al Daily Mail, donde relató la historia de cómo, siete meses después del parto, sufrió la pérdida de Samantha debido a un derrame cerebral. Ella tenía 30 años.

Así cuenta cómo en medio del shock y la profunda tristeza, comprendió que una vida dependía, de ahora en adelante, únicamente de él. “(Ahí estaba Max) tranquilo y sin saber de la terrible pérdida que acababa de sufrir. Él era una hermosa distracción, un alivio temporal del dolor (…) En ese momento, nunca me había sentido más agradecido de tenerlo. (Pero) mientras sostenía su manito gorda, los pensamientos de pánico comenzaron a inundar mi mente. A los 28 años, no solo era un viudo, sino que también un padre soltero. ¿Estaba preparado para hacerle frente a todas las demandas de mi hermoso hijo?”.

En un comienzo no quiso volver a la casa que compartía con su recién fallecida esposa. Así que junto a su hijo, se refugió en el hogar de sus padres, hasta que recobró algo de fuerzas como para retomar su trabajo.
Y fue en ese momento en que Ian, como cuenta, notó como su entorno esperaba que delegara en otros la crianza del pequeño Max, suponiendo que un hombre no podría criar solo a un niño. Su actitud, asombró a todos. “Yo era el padre de Max, y yo lo conocía mejor que nadie. Sam había creído en mí, y ella no era ninguna tonta”, recuerda hoy, mientras promociona su libro “Parenting with balls”, un texto en el que cuenta cómo luchó por el bienestar de Max, sin su esposa, e intenta inspirar a otros padres que puedan estar pasando por su misma situación.

A ellos, explica que como hombre, a veces cuesta darse cuenta que al pasar por esta experiencia, se acaban los largos y tranquilos desayunos, así como las tardes viendo el partido en la televisión. Se trata de ser padre y madre y, en este camino, existen varias renuncias y obstáculos que hay que cruzar.

“Pero pronto descubrí que no importaba lo preparado que creía estar, siempre olvidaba algo. Perdí la cuenta de las veces en que me encontré luchando con mi hijo en un baño público, maldiciendo el hecho de que no haya puesto en el bolso otro pañal. Y algo ineludible era el hecho de que, sin lugar a dudas, yo era un hombre en un mundo de mujeres, en el que la frase ‘una madre siempre sabe’ era un hecho”, comentó.

A medida que Max iba creciendo, se le hizo complicado el tema de hablar abiertamente sobre la muerte de su mamá. Aunque para su sorpresa, los amigos del menor parecían comprender más fácilmente este triste hecho, en comparación con los adultos, que no podían evitar mostrarse incómodos al saber de su realidad.

Otro hecho que debió superar, fue el ser un papá viudo intentando ser aceptado en el círculo de mamás de los compañeros del colegio de su hijo. Según cuenta, en un comienzo, ellas no se mostraron muy receptivas, sobre todo por el hecho de que compartir con él -en una plaza o hablando de asuntos escolares- podía prestarse para malinterpretaciones de sus esposos o parejas.

Asimismo, Ian explica que se dedicó a lo largo de los años a compartir con Max los recuerdos que tenía de Samantha, de modo que el niño sintiera la presencia de ella en su vida y de cierto modo, la conociera. “Ahora Max tiene 8 años, es enérgico, feliz, divertido, y no para de sorprenderme cada día. Aún no puede saber, por supuesto, la manera en que ayudó a su padre herido a navegar a través de su dolor, aunque espero contarle eso algún día, también”.

“Muchos papás se pierden el día a día, en la vida de sus hijos, y yo hubiera sido uno de ellos. A pesar de que daría lo que fuera porque Sam estuviera a mi lado hoy, me siento muy bendecido que de la tragedia de su muerte, lograra este vínculo tan fuerte con mi hijo”, escribió.

 Acerca de sus reflexiones, del sacrificio que significa ser un padre viudo a cargo de la crianza de un niño, en su blog explicó que si bien la prioridad de todo hombre debe ser el bienestar de su hijo, “un niño necesita un padre feliz”. Por esto, cuando se distrae con sus amigos y comparte con sus pares algunas horas de recreación, sabe que no solo lo hace por él, sino que también por Max.
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