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La emocionante confesión del padre más egoísta del mundo

Inglés relató su transformación en la prensa y se ganó el afecto de miles de seguidores.

15 de Noviembre de 2013 | 15:41 | Emol
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www.dailymail.co.uk
Phil Robinson es el padre del año. Y lo es, no en tono sarcástico sino que se ganó el título después de un largo recorrido por su propio infierno egoísta. Ese aprendizaje es un logro.

Pasó años, varios años ignorando a sus hijos y tratándolos como si fueran gatos. Prefería pasar su tiempo jugando en el computador, que cuidando y preocupándose por sus crías. Una joya.

El 2002, nació su primer hijo Oscar. El parto no fue tranquilo, venía con el cordón enrollado alrededor de su cuello y tuvieron que correr al hospital.

“En esos pocos minutos interminables de terror desgarrador, comprendí que podría perderlo todo. También me di cuenta que no tenía ni idea de lo que significa ser un padre, pero afortunadamente, una hora más tarde, acunaba a mi hijo Oscar en mis brazos”, confesó al Daily Mail.

Al llegar a casa sus padres, más sus suegros y su propia hermana Kate se encargaron de todo.

“Anna cuidaba del bebé y sentía que sus conocimientos sobre maternidad eran tranquilizadores pero también muy intimidantes. Además, mi madre lo veía cuando nosotros descansábamos. Mi hermana ordenaba la casa y mi padre siempre estaba arreglando algo en la casa. Yo no tenía mucho que hacer”, contó.

Con tanto movimiento externo en la casa, “el padre del año”, pensó que un bebé sano realmente no ocupaba más tiempo que un gato.

Paternidad ausente

Según escribió en el Daily Mail, cuando nacieron sus primeros hijos, él se iba a ver películas hasta las 5 de la mañana, y lo sorprendente es que despertaba al otro día a las 4 de la tarde.

Eso no es todo. Dice que no se volvió empático ni más amable ni tranquilo como se supone que debiera haber ocurrido, al contrario, siguió siendo el mismo tipo que era antes de que su esposa, Anna tras 4 años de matrimonio, quisiera tener familia.

El problema de su apatía y desapegada paternidad se basaba en la idea, de que es la mujer la responsable exclusiva del cuidado de los chicos. Por eso, argumentó, que no se interesaba mayormente en sus propios engendros. En esa fecha tenía 28 años.

“La década de los 20 fueron como el ‘Día de la Marmota’. Una y otra vez me preguntaba, entre semanas cerveceras ¿qué es lo que quiero de la vida? Pensé que el mundo giraba a mi alrededor”, reconoció.

Su vida era un verdadero caos aunque él ni se enteraba. Fumaba 40 cigarros al día, comía comida chatarra y pasaba toda la noche viendo películas de acción encerrado en una pieza independiente para que nadie lo interrumpiera.

¿Egoísta? Demasiado. Sus intereses estaban por comprar equipos de música, póker y extraños aparatos de juego. Además de gastar más de 300 dólares, uno $100.000 pesos chilenos en una sola camisa y pagar cantidades exorbitantes por un corte de pelo.

El segundo bebé

Dos años después llegó su segundo hijo Conrad, pero él siguió jugando en el computador hasta la madrugada y pensando que tener dos hijos sería como mantener a dos gatos en una misma casa.

“Amaba a mi hijo. Mirarlo me dolía el corazón rozando la sensación física del amor. Pero, sin saber cómo me aferré a mi antigua vida”, declaró. Y, así fue, Phil Robinson no cambiaba, a pesar que su esposa Anna, lo presionaba para que participara más en el cuidado de los niños.

“Me quedaban pocas excusas para mi pereza, trabajaba en casa, pero yo seguía medio inconsciente y me resistía al cambio. Decidí tener una nueva rutina para vivir bajo el mismo techo que mi nueva familia pero sin tener que ver todo el tiempo”, reveló.

¿Cómo lo hizo? En la mañana durante una hora veía a su hijo y después se iba a su estudio. Ante la nula presencia paterna, Anna decidió contratar a una niñera australiana.

“Oscar me buscaba, quería pintar, dibujar, cantar, construir naves estelares con los legos, y lo hacía pero en tiempos cortos. Me sentía feliz de hacerlo pero tener que correr detrás de él nunca me entusiasmó”, expresó.

Pero todo cambió cuando Anna quiso tener un tercer bebé. El no quería pero dijo que accedió para hacerla feliz. Su madre, al ver el estilo de paternidad ausente de su hijo, le advirtió que con tres niños su tiempo estaría completo y no tendría excusas para su evasión.

Momento de cambio

Siguiendo el razonamiento de Phil Robinson, la llegada de su tercer hijo no fue tan tranquila como tener a un gato. Ese embarazo fue médicamente muy difícil para Ana.

A los 7 meses tuvo un episodio de sangramiento que por la gravedad tuvo que permanecer internada en el hospital. “Mientras estaba sentado y preocupado por la pérdida de ella y el niño, me di cuenta de cuánto tiempo había desperdiciado preocupándose por mí mismo. Sabía que este nuevo bebé sería el último y quería hacerlo bien esta vez”, elaboró, por fin, en conciencia.

Felizmente, Casper llegó sano y salvo, y dos meses después, en diciembre de 2006, definitivamente Robinson se cansó de ser, parecer y actuar como un niño.

“Me prometí que haría todo lo necesario para ser un buen ejemplo para los tres muchachos. Por fin, me estaba incorporado plenamente al mundo real”, relató al periódico británico.

El cambió también se vio favorecido cuando pudo reconocer la importancia que tuvo en su vida, su propio padre, Robert. “Logré recordar su ejemplo, él fue un padre devoto y todo lo que hizo fue para nosotros. Hasta cuando me casé con Anna el siempre fue a ayudarnos. Nunca dejó de cuidar, nunca dejó de ser mi padre”, recordó.

Su papá murió el año pasado, a los 62 años, debido a un cáncer al pulmón. Ahora, él se siente un privilegiado por ver a crecer a sus hijos y le preocupa qué tipo de maridos y padres serán sus hijos en el futuro.

“Quiero que piensen y sientan lo mismo que yo cuando pienso en mi padre”, confesó. Es que finalmente, se dio cuenta de que ser un buen padre significa ser humilde, valiente y estar presente.

“Para la mayoría de nosotros implica renunciar a gran parte de lo que podríamos haber soñado que nos gustaría hacer, como viajar al Extremo Oriente durante seis meses, o comprar una casa de vacaciones en la Toscana. Pero descubrí que soy muy feliz llevando a mis hijos a sus fiestas y cocinando panqueques de arándanos”, afirmó.

¡Más vale tarde que nunca!
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