EMOLTV

Julia Navarro: Una periodista que renunció solo una vez y hoy triunfa de escritora

Reconoce que tiene la enorme libertad de poder escribir sin importar si el texto será un fracaso, porque siempre puede volver a su profesión. Aún así, se declara una persona con suerte, acogida por los lectores.

07 de Mayo de 2014 | 10:21 | Por María José Errázuriz L.
imagen
Archivo
Hay dos conceptos contra los que ella lucha constantemente: best seller y novela histórica. El primero, porque considera que es un prejuicio, bastante peyorativo, contra los autores que escriben novelas que a la larga son exitosas, pero no por ello, livianas; y el segundo, porque cree firmemente que sus libros son de personajes situados en un contexto histórico.

Julia Navarro, la destacada escritora española, sabe de estas cuitas porque su profesión, periodista, la entrenó para batallar en mundos de poder e influencia. Por eso, es categórica al apuntar contra aquellos críticos literarios que descalifican una novela best seller sin haberse dado siquiera el tiempo de leerla.

En su segunda visita a Chile para lanzar “Dispara, yo ya estoy muerto”, confiesa que cuando vino por primera vez, hace dos años, le llamó la atención el hecho de que Isabel Allende tuviera que validarse ante quienes la consideraban sólo eso, un best seller.

“Es una ecuación absolutamente estúpida, una idiotez”, dice, al descuartizar la idea errónea de por qué un libro se vende, es malo, y uno que no, es bueno.

“No se puede juzgar un libro por la cantidad de ejemplares vendidos. Qué tendríamos que decir de ‘El Quijote’ o de ‘Cien años de soledad’”, insiste.

Redactora y columnista política en diversos medios de su país, partió en la senda de los textos larga duración –y vaya que lo son los últimos- en el ensayo periodístico. Ahí están “Entre Felipe y Aznar” y “Nosotros, la transición”. Al tiempo giró a la literatura con “La hermandad de la sábana santa”, “La biblia de barro”, “La sangre de los inocentes” y “Dime quién soy”, la novela que la hizo conocida en Chile.

Hija de un conocido periodista en su país, asegura que ello no fue determinante a la hora de encontrar su vocación. Sí lo fue haber abandonado el sueño de convertirse en bailarina. “Mi verdadera vocación era ballet, lo estudié hasta los 17 años, época en que entendí que para ser la clase de bailarina que quería tendría que salir de España y mi familia no lo permitió. Hoy es distinto, cuando era pequeña eso no era tan habitual, así que colgué las zapatillas”, cuenta.

-¿Colgaste la zapatillas? ¿Una total renuncia?
“Sí, las colgué de rabia y fue una renuncia de la que me arrepiento. Yo, que soy tan batalladora, no me rindo nunca y soy pesadísima cuando quiero algo, pero esa vez renuncié y por eso, creo que decidí que nunca más en la vida renunciaba a nada”.

-Y el periodismo apareció como segunda opción.
“No, mi segunda opción era la química, me encantada pero debo confesar que era un desastre en eso, en matemáticas, en física, entonces si bien me apasionaba tuve un ataque de sentido común y reconocí que no podía estudiar eso si se me daba fatal”.

Aunque cree que estaba en los genes el periodismo, la verdad es que fue un momento de confusión adolescente. “Yo quiero creer que mi padre no influyó; no tengo la sensación de que llegué a él por mi padre. Creo que tuvo más influencia una profesora de literatura del colegio que siempre me animaba a escribir, que me ponía unas notas extraordinarias”, narra.

-¿Estudiaste periodismo pensando ser escritora? Algo que ocurre mucho.
“No, hice periodismo para hacerlo; nunca me planteé ser escritora. Empecé a ejercerlo y para mí se convirtió en una gran pasión, me di cuenta que lo que había elegido por descarte me venía como anillo al dedo.
“Hice muchos años periodismo político, escribí libros de periodismo y nunca me había planteado escribir novelas a las que llegué de rebote. Todo lo que me sale bien, llego de rebote”.

Desde hace unos cinco años abandonó esa faceta –aunque aún escribe algunas columnas de opinión- porque desde que comenzó con las novelas, su mente y cuerpo no daban para las dos cosas. Ante la pregunta de si lo echa de menos, el no es rotundo porque se describe como una persona nada de nostálgica, que sabe cerrar puertas en la vida y que no se recrea en el pasado por maravilloso que haya sido. “Me interesa la puerta que voy a abrir”, asegura.

-¿La vorágine del periodismo se vive igual haciendo literatura?
“Son distintos, parece que hay vasos comunicantes, pero son mundos distintos que no tienen nada que ver. Lo mío es una etapa nueva, me ha ido muy bien desde el primer libro, he tenido mucha suerte y por eso estoy muy agradecida”.

-¿El haber hecho política da pie para que en tus libros siempre abordes un hecho de la contingencia?
En “La sangre” es fanatismo religioso y terrorismo, en “La biblia” es la guerra de Irak, en “Dime quién soy” es la guerra civil española. Ahora en “Dispara”, el conflicto palestino-israelí.
“En todas las novelas siempre hay un elemento de la política porque ella lo impregna todo. Somos seres políticos, entonces, ella siempre es el telón de fondo. Tú no puedes explicar lo que hacen los personajes sin contextualizar y si contextualizas, la política es parte. En todos mis escenarios siempre hay una parte de política”.

-¿Y esa parte de política se expresa en una toma de posición frente al tema que estás abordando?
“No escribo novelas políticas, o sea, una novela para defender determinadas ideas. A mis personajes, en el caso de “Dispara”, les toca una cosa y a otros, la contraria, unos son judíos, los otros palestinos y viven los conflictos de forma diferente. Me alejo de los hechos”.

-Aún así, te has manifestado contra la política de los asentamientos.
“Sí, pero yo termino la novela en 1948 con la creación del Estado de Israel. Ahora, si me preguntas qué opino de los asentamientos, te puedo decir que estoy en contra y que son una absoluta barbaridad, dificultando el proceso de paz en el Oriente medio”.

-Comparto que no escribes novela histórica, pero tu investigación te acerca bastante a eso.
“’Ana Karenina’ no es una novela histórica, pero en ella Tolstói te explica la sociedad en que se mueven esos personajes, porque de lo contrario, si no lo muestras, no tiene sentido nada de lo que hacen. Mi única ambición es escribir bien los escenarios a donde subo a mis personajes.
“Y los lectores no se equivocan en esto”.

-¿Cada vez que te enfrentas a una nueva novela por hacer, te sientes impelida a hacer algo distinto?
“No, yo escribo con una enorme libertad, quizás porque tengo una profesión que me ha permitido tener esa sensación de que estaba saltando con una red debajo. Si me iba bien, me iba bien y si me iba mal, seguiría ejerciendo el periodismo. Siempre he escrito con la libertad de escribir lo que quiero. Nunca me planteo el volumen de las obras, o sea, no pagino de manera que no sé si estoy en la página 300 o la 2 mil, y siempre elijo los temas que me interesan en el momento”.

-La primera, “La sábana”, es un thriller, algo bien distinto a las otras.
“Absolutamente, era un thriller muy ameno que gustó y se vendió en más de 30 países y en lenguas como chino, coreano. Fue mi debut y por la puerta grande”.

-Has escrito ensayo y novelas, ¿en qué género te sientes más cómoda?
“Pues me gusta mucho escribir novelas. Escribir libros de política era como una continuación de mi trabajo, entonces no tenía la sensación de estar haciendo algo muy diferente. Si bien es complicado y lleva trabajo, un libro político no tiene el encanto de la creación, donde dejas volar la imaginación”.

-Acaba de morir García Márquez que también fue periodista. ¿Crees que el periodista hace diferente literatura?
“Creo que el periodista tiene un contacto con la realidad que es un elemento muy enriquecedor a la hora de escribir. Creo que ese elemento, al final, sí aflora en los libros y creo que el periodista, aunque no ejerza, no deja de serlo nunca. Ser periodista imprime carácter; no lo ejerzo, pero me siento periodista, me sigo visualizando así. No soy una escritora que fue periodista, sino una periodista que escribe libros”.

-¿Tienes la percepción de que a las escritoras, las mujeres, les cuesta más abrirse paso en el mundo de la literatura?
“No, tengo la impresión de que, en general, no sólo referido a las escritoras, las mujeres tenemos muchas batallas que dar y que siempre hay un último tono de condescendencia por parte de los estamentos masculinos, ya sea en el mundo de la empresa, política, periodismo, hacia las mujeres. La batalla contra el machismo casi la hemos ganado, pero no la hemos ganado del todo.
“Todavía tenemos que construir una sociedad en donde la mujer sea capaz de llevar su vocación hasta las últimas consecuencias; que no haga lo que yo hice (abandonar el ballet) porque todavía reprimimos el deseo de ‘quiero esto’ y no nos atrevemos”.

-Pero tú lo has hecho, renunciaste.
“Bueno, ya lo hice una vez, pero de ahí nunca más”.
EL COMENTARISTA OPINA
¿Cómo puedo ser parte del Comentarista Opina?