Tenía 4 años cuando se enamoró del baile español. Pedro Fernández, bailaor chileno, lleva décadas entregado a la danza gitana, desde que en su niñez alucinó en una silla del Estadio Español.
Había acompañado a su abuela a ver un espectáculo que lo encandiló con la pasión puesta en el zapateo y el ritmo, y décadas después, con una academia de flamenco (Embrujo) ya armada y un renombre en la escena local, decidió partir a España a perfeccionarse con el tío de Joaquín Cortés, Cristóbal Reyes, a quién siguió hasta México, antes de regresar a Madrid con un contrato en el Teatro Real, sin duda, uno de los más importantes de España y donde es el único chileno presente.
Hoy, temporalmente de regreso en Chile, este bailaor y Premio Altazor al Mejor intérprete en Danza 2014, espera presentar su nuevo espectáculo “Flamenco de ida y vuelta” (que se presentará hoy en el Nescafé de las Artes), que muestra su historia, la de un chileno que a este extremo del mundo se entregó por completo al baile de la Madre Patria, y que tras años viviendo en Madrid ha decidido mantener un estilo propio, bailando los distintos palos flamencos y hasta agregándole letras de Violeta Parra y Eduardo Gatti. En otras palabras, chilenizando el ritmo calé.
“Me fui y no volví más”, cuenta Fernández, quien por estos días intenta compaginar los ensayos de su show -el mismo que ya ha presentado en Los Balcanes y España- con las decenas de reuniones con amigos y familiares que lo tratan de aprovechar al máximo ahora que anda por el país.
“Partimos el 2002 con mi señora, Claudia y partimos de cero; ella trabajando como mi mánager y yo, además del elenco del Teatro Real, yendo a tablaos, mostrando que era responsable, profesional y así me siguieron llamando. Ya el 2010 nació nuestro hijo, Pedrito, así que hemos armado una vida allá”.
-¿Y qué tal la vida allá, partiendo de cero, formando familia…?“Todo es muy distinto. Tenemos un piso cerca de Atocha, vamos de paseo al Parque del retiro, Pedrito anda en bicicleta, todo muy normal. Lo diferente es cómo es la gente. Allá si te chocan el auto, te piden perdón, las cosas se conversan. Creo que hay un poco más de respeto entre las personas, algo que se ha perdido acá por la vida acelerada de Santiago. Vas al supermercado y no es raro que alguien que no conoces te salude y te meta conversación, preguntándote que de dónde eres hasta qué harás de almuerzo ese día”.
-Pero algo tienes que echar de menos de acá…“La familia, sin duda. Sobre todo con Pedrito, ahora necesitamos abuelos, una vida familiar. Allá nos hemos hecho amigos de familias españolas que nos han adoptado, que tienen sus propios hijos y así Pedrito tiene amiguitos con los que crecer. Ahora, con Whatsapp y Skype se hace mucho más fácil la lejanía con Chile, y muchas veces nos visita la familia está con nosotros dos meses. Con mi suegro, nunca hubiese compartido tanto como compartí allá, ni aunque viviera aquí y tuviera los típicos almuerzos familiares”.
-¿Y de los chilenos?“El humor. Pero allá tenemos un grupo de amigos chilenos con los que podemos tener nuestra cuota de Chile. Con ellos me puedo relajar y hablar rápido y me entienden (ríe)”.
-¿Tienes alguna intención de volver a vivir en Chile?“No. Es que allá tengo otra vida, una de tablaos, por ejemplo, donde hay un respeto especial por el artista y no eres solo parte del menú. Allá eres el plato fuerte; la gente va y paga por verte, se queda callada cuando debe hacerlo, ve el espectáculo”.
-¿Y por qué no podría pasar eso aquí?“Porque somos algo superficiales. Estamos endeudados al máximo con la tarjeta, con tal de ser cada vez mejor económicamente o pertenecer al grupo de los que tienen el último plasma, el último celular. Nos maravilló ese sistema. Por eso acá, cuando vas a un tablao a ver un show, ves a la gente comiendo, sin prestar atención al artista, que pasa a ser el bufón que hace sus piruetas mientras los reyes comen”.
-¿Cuál es tu vicio privado?“Tengo algunas supersticiones, como que cada vez que piso un escenario, trato de partir con el pie derecho. Tampoco voy de amarillo ni digo la palabra prohibida. Soy riguroso y ordenado, y no me gusta coleccionar nada. Creo que coleccionar algo es tener la falta de algo, un detalle no superado que no puedes saciar”.