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Claudio Arredondo: “Ha sido difícil superar la muerte de mi padre”

El actor de “Valió la pena” conversó con nosotros sobre el duelo que su familia aún vive tras perder a su papá, César Arredondo, hace más de un año. “Es como si te cortaran una mano, puedes seguir viviendo, pero te falta la mano. Ése es el dolor que sentimos”, explica.

18 de Noviembre de 2014 | 15:29 | Por Ángela Tapia Fariña, Emol.
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Carla Dannemann, El Mercurio.
Apurado, con poco tiempo, pero con toda la disposición que una buena sonrisa denota, nos recibió el actor Claudio Arredondo, en medio de las escenas que grababa para un proyecto de título de la Escuela de Cine Universidad de Chile.

Vestido de traje, como muchos de sus personajes televisivos, apareció en una sala llena de bolsos, computadores y miembros de la producción del proyecto, que esperaban cansados avanzar con la filmación. Allí, el hijo de los actores Gabriela Medina y César Arredondo –que falleció en febrero de 2013-, y padre de la actriz Carolina Arredondo (28), nos explicó en qué está su vida hoy por hoy.

Ya terminó las grabaciones de “Valió la pena”, la teleserie de la tarde de Canal 13, donde personifica al estrafalario Johnny Rock, un cantante algo chanta que vive a costa de su mujer, esperanzado que algún día logre repetir un éxito musical que lanzó en los años 80, su “one hit wonder”.

Paralelamente, sigue con “Entre amigos”, la obra que lo ha mantenido desde hace un año y medio en cartelera, y con su labor como concejal de La Florida. “Es algo que me gusta porque siempre me ha interesado el servicio público. Pero sin duda es debut y despedida en la política para mí. Requiere mucho tiempo y tengo que cumplir también con mi trabajo y mi familia”, dice el padre de tres hijos; además de Carolina están María José de 19 y Teo, de 5.

-Tengo que preguntarte, ¿qué tienes de Johnny Rock? ¿Qué tienes de chanta?
“(Ríe) Lo que le entregué al personaje fue la parte lúdica. Soy muy dado a eso. Además, no tengo mucho pasado exitoso por el cual seguir aferrado”.

-Treinta y dos años de carrera ya. ¿Fue difícil partir con la presión de ser hijo de actores?
“Sí, de hecho, en la escuela, mi papá le dijo al Fernando González que me no me la hiciera fácil. La idea era que yo desistiera de estudiar teatro, por ese tema de que en esos años la pega era poca e inestable. Ellos eran padres de seis hijos, así que sabían lo difícil que era. Me acuerdo de haber acompañado a mi viejo a vender berlines y un líquido norteamericano que servía para limpiar los pisos y vidrios, pero con dos gotas más, podías hacer jugo de frutilla (ríe)”.

-¿Fuiste el único de tus hermanos que siguió este camino?
“Sí. Y por eso después comprobé que esta profesión siempre tiene el fantasma de la cesantía. Bueno, mi hija mayor, Carolina, también es actriz. Le di a entender que no era muy bueno. Pero la decisión al final fue de ella”.

¿Qué pasa con tus otros hijos?
“Mi hija del medio, María José, está estudiando Ciencias Políticas. Pero, ¿en qué trabaja un cientista político? (ríe). Podría haber sido abogada, ingeniera, médico, pero no. Y el Teo, no sé. Hasta el momento, no le gusta subirse al escenario eso. Cuando ha bailado y hacer cosas en el colegio, no hay caso, no le gusta”.

-¿Feliz de tener al fin un hijo hombre?
“Estaba más contenta mi señora con que fuera niñito, porque para mí son hijos no más. Me da lo mismo si son hombres o mujer”.

-¿No hay una conexión más especial?
“No, es que yo al menos no soy mucho de hacer proyecciones, pensando que vamos a salir a pescar o que le voy a enseñar fútbol, porque se te caen después. Mi hijo no le pega ni al quinto bote a la pelota”.

Pero César sí logró mantener una conexión especial con sus padres, al ser el único hijo que se convirtió en actor, siguiendo el paso de Gabriela y César, a quien, por no ser su padre biológico, siempre llamó su “padre de amor”.

“Mis hermanos siempre alegaban que por ser yo actor, era un poco el preferido. Se establecía cierto grado de complicidad porque hablábamos de repente lo mismo. Íbamos a vernos a las obras y nos criticábamos. Al final les terminó gustando que yo fuera actor”, dice orgulloso.

-Ha pasado más de un año de que falleció tu papá…
“Sí. Para el 1 de noviembre, fui a la casa de mi madre a almorzar y hablamos del tema. Ella venía llegando del cementerio, y me comentó que hoy parece tener más pena que antes. Me decía que lo echa mucho de menos; salir con él a las reuniones de amigos, ir con su compañero, su amigo. Ahora sale sola. Casi ni sale, en realidad”.

-¿Y en tu caso?
“Es triste. Veo la conexión que tenía mi papá con mi hijo menor. Él se acuerda mucho de mi papá, aunque tenía tres años cuando falleció. De hecho, antes de morir, él le regaló a Teo una cruz que una señora le dejó en la cama del hospital. Mi hijo hasta hoy la tiene en su cabecera, y a veces la pide para dormir con ella. Anoche se la pidió a mi mujer y ella le preguntó, ‘¿te acordaste del tata?’. Y Teo le contestó: ‘Mucho mamá. No sabes lo doloroso que es’. Y tiene 5 años, recién”.

-¡Qué pena!…
“Sí, me puse a llorar cuando lo supe. Por suerte no me lo dijo a mí.
“Ha sido difícil superar la muerte de mi padre. A mí me pasa bastante seguido el querer llamarlo para contarle algo. Es como un reflejo condicionado de algo que siempre fue natural, pescar el teléfono y hablar. Mira, te lo explico así: cuando mi hermana mayor murió, mi mamá me dijo, ‘nunca más me preguntes cómo estoy, porque siempre voy a estar triste’. Es como si te cortaran una mano, puedes seguir viviendo, pero te falta la mano. Ése es el dolor que sentimos”.

-Debe haber recuerdos lindos también, ¿no?
“Claro, nos acordamos con mucha alegría también. Viene pronto su cumpleaños, el 4 de diciembre. Era un viejo grande muy imponente. Mi papá debe haber pesado 120 kilos, medía 1, 95 pero era muy fácil de quebrar. Era todo lo contrario a lo que veías físicamente. Le gustaba refugiarse en su familia, era una persona aprensiva con su gente. Antes de dormirse, siempre pasaba la lista mental de todos sus hijos, acordándose dónde estaban y cómo estaban. Eso lo hacía con mi madre.
“Él era una persona absolutamente dependiente de mi madre. Durmieron siempre tomados de las manos”.

-¿Cuál es tu vicio privado?
“Me encanta cocinar. De hecho, en la casa, el que cocina soy yo, y para el Teo eso es fantástico. La profesora le pregunta, ‘¿qué te trajeron hoy día de colación? ¿Te la hizo tu mamá?’. Y él orgulloso responde, ‘¡no, mi papá!’”.
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