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Carlo Von Mühlenbrock: “Aprendí a ser feliz con poco”

Ha sido un largo camino el que le ha enseñado a este chef a aprender a delegar responsabilidades y dejar de ser tan perfeccionista con cosas que no son graves. Hoy, su prioridad, además de su pasión por la cocina, es compartir con sus cinco hijos.

17 de Diciembre de 2014 | 08:19 | Por Ángela Tapia Fariña, Emol.
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Carla Dannemann, El Mercurio.
“Estoy muy orgulloso de los cinco hijos que tengo”, confiesa Carlo Von Mühlenbrock (@carlo_cocina) en una mesa de la terraza de Carlo Cocina, su mercado gourmet en el Parque Arauco. Adentro, un estante con el libro que lanzó a fines de octubre, refleja la satisfacción que siente por su descendencia; con el título de “Cocina en familia”, la portada del texto muestra una selfie tomada por el propio chef en una de las tantas vacaciones de él y sus hijos contentos, unidos.

Su interés por hacer que la gente coma mejor lo siente como una responsabilidad social, y es por esto que desde hace ocho años trabaja como manager gastronómico de la Clínica UC, y, tal como lo hace en su libro, propone a la gente que planifique su semana, no solo en actividades y compromisos, sino que también en la alimentación.

“Me han ofrecido ser rostro de marcas de productos hipercalóricos y he dicho que no porque tengo que ser congruente con lo que estoy haciendo. Y una de las cosas que me mueven para seguir esta línea de incentivar una alimentación saludable, es devolver la mano, porque siento que me ha ido bien”, cuenta este hombre de 43 años, que tuvo que partir de inmediato a trabajar cuando se convirtió en padre a los 20 años. Y hoy ya tiene su restaurante Osadía en Nueva Costanera, pero no tiene reparos en hablar de su chochera con Carlo Cocina, un proyecto en el que logró reunir productos chilenos que fue conociendo en ferias alejadas de la capital, para ofrecerlos todo el año en un solo lugar, beneficiando a quienes los consumen y a quienes los producen: pequeños productores que hacen patria con alimentos nacionales.

Es bueno para reírse, tal como se le ha visto desde que hacía la cocina en el “Buenos Días a todos”, o dando forma al “Mucho gusto”- cuando recién partió el programa matutino de Mega-. Hoy, ya en su cuarta temporada de “Carlo Cocina”, en CNN, la faceta lúdica del chef se mantiene intacta… Pero algo pasó en “Top Chef”, el concurso de profesionales culinarios de TVN, que Carlo se puso más serio y hasta de temer.

-Se dice que como juez, en el programa, fuiste medio…
“Sargento”.

-¿Te da lo mismo que dijeran eso?
“Mira, cuando TVN me convocó a este proyecto, me pareció que era súper concreto lo que tenía que hacer: jugar frente a pares míos y buscar al mejor. Lo que yo pido es calidad y técnica. Lo que pasa es que tal vez, la gente no sabe lo que pasa adentro de una cocina; que uno dice ‘¿oído?, y los cocineros te contestan, ‘¡oído, chef!’, que la cocina funciona como una orquesta donde todos deben seguir instrucciones. El problema es que a veces el ego te traiciona, y te enfrenta, en vez de dejarte escuchar la instrucción. Por otro lado, como jurado, uno tiene siempre que tener objetividad y la distancia con los participantes. Así que yo no soy amigo de ellos. Uno tiene que ser y parecer y esa es mi forma de actuar”.

-Eres de temer…
“Es que me da risa… La gente me dice: ‘Tú eres el jurado malo’, pero nadie me dijo que yo fuera el malo. Yo soy el que soy. Tal vez me habían visto en cosas más lúdicas, en matinales y otros programas, pero no me conocían en una cocina profesional. El chef que paró los dos restaurantes que tengo es estricto porque se necesita el rigor”.

-¿Cómo papá también eres sargento?
“Yo quiero ser padre de mis hijos, no amigo de mis hijos. Creo que cuando los niños no entienden los roles, se confunden. Los niños tienen que entender que hay autoridades. Pero eso no quita que sea un papá súper besucón, cosa que no eran conmigo, que fueron poco de piel, pero yo quise cambiar eso en mi familia. Soy un papá lo más presente posible, trato de pasarlo bien con ellos, me divierto, me entretengo, nos vamos de vacaciones todos juntos, eso es sagrado, pero también trato de educarlos”.

-Fuiste papá bien joven. Hoy, con tus 5 hijos, ¿qué has aprendido de la paternidad?
“Me pasó que al igual que la mayoría de los papás, me dediqué mucho a construir para adelante, deteniéndome poco en lo afectivo, en lo cotidiano. Pero por otro lado, también pienso que debe ser rico para ellos que su papá luche por sus ideales, y que trabaja por él y por otros. Claro, puede que se den cuenta y me llegue el reconocimiento cuando ya estén todos grandes, pero solo me queda esperar eso con humildad.
“Yo soy separado, y estoy tratando de no perderme los tiempos importantes de ellos; estar en los campeonatos, para el primer piquero, cuando tocan guitarra”.

-¿Los errores cometidos tienen que ver con tu tiempo?
“Sí, y mucho, con priorizar, entender qué es primero: ¿voy a acostar a los niños o atiendo a la persona que me llama por teléfono? Soy una persona que trata de estar en todos los frentes al mismo tiempo, aunque cruce Santiago mil veces, y que le cuesta delegar y disfrutar más. Eso me ha faltado hacer, ver que logré llegar hasta cierto punto y que ahora puedo disfrutar con mi familia; entender que las cosas, al final, siempre fluyen, y que no tengo que estar preocupado de si hay una miga en la mesa, que no es tan grave. Alguien me dijo una vez que en la vida, hay que aprender a flotar a veces y no estar nadando constantemente. Porque si aprendo a flotar llego a la orilla, y si nado y nado, me canso y me ahogo”.

-Pero no siempre lo tuviste claro…
“No, pero siempre llega un minuto en que te preguntas qué es lo realmente importante, y en eso estoy, descubriéndolo. Y hoy, puedo decir que lo que realmente importa es tener la capacidad de detenerte y ser feliz con poco. Es lo vi viajando por Chile, y ver a mucha gente feliz con poco, pero también lo vi con mi separación. Muchas veces te separas y te divides las cosas cincuenta y cincuenta, pero yo decidí irme sin nada. Quería que la vida de mis seres queridos siguiera igual, y, la verdad, yo no necesitaba mucho. La pérdida real, la más grande, fue dejar de vivir con mis hijos. Ellos es lo importante”.

-¿Con ganas de casarte de nuevo?
“Mira, yo encuentro súper lindo vivir en pareja, pero creo que lo que uno aprende con el tiempo es que eso de que los polos opuestos se atraen, no es una buena idea para formar una pareja. No sé quién inventó eso, pero al que lo hizo, hay que buscarlo y quemarlo en la plaza pública”.

-¿A quién hay que buscar entonces?
“A alguien que si te gustan los perros, a esa persona también le gusten los perros. Si le gustan los gatos y a ti no, chao, no es la persona para ti no más. Si uno pone en una balanza, uno tiene que estar con alguien que, ojalá, en el 80% coincidan. Si no, en el día a día se hace inviable, entre una lucha de gustos y preferencias. A mí me encanta la playa, ella odia la arena; me encanta el campo, le da alergia el pasto… Al final se hace imposible, porque lo que viene en tu ADN es lo que te hace feliz”.

-¿Cuál es tu vicio privado?
“Tengo una obsesión heavy con los dientes. Yo me hice un tratamiento de ortodoncia ya de adulto, porque nunca usé la placa removible del que mi mamá me hizo cuando chico, y se me enchuecaron de nuevo. Estaban tan chuecos que me reía tapándome la boca, y por eso me los volví a arreglar y logré tenerlos derechos. Pero me obsesioné. Con mis hijos uso el último tratamiento de ortodoncia y a mí me encanta sentir que cada diente está increíble. De verdad, para mí es un panorama ir al dentista”.

-Tienes bonita sonrisa.
“Gracias” (sonríe).
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