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Peter Rock: “Voy a morir el día que me olviden”

Desde hace meses el músico lucha junto a su esposa para frenar la enfermedad degenerativa, no solo con medicamentos, sino que también con el máximo buen humor posible. “Sé que nunca más voy a tocar guitarra, que nunca más voy a cantar (…) Pero aunque me recupere un poco y pueda caminar con bastón o me mueva en silla de ruedas, voy a estar contento”, asegura.

24 de Diciembre de 2014 | 08:21 | Por Ángela Tapia Fariña, Emol.
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Claudio Bueno, El Mercurio.
“Si no hay sentido del humor, no hay vida”, ésa es la filosofía de Peter Mociulski von Remenyk, el extrovertido Peter Rock. Quien brillara durante la nueva ola, cantando "Entre la arena y el mar", hoy, a sus 69 años está pasando sin duda la etapa más difícil de su vida, luego de ser diagnosticado con Esclerosis Lateral Amiotrófica, ELA. (Ver VIDEO de la entrevista)

“ELA huevada que tengo yo”, dice sentado en el sofá del living de su departamento en Reñaca. Ahí, Nileya Morales, su esposa, y la hija de ésta, no sacan los ojos de encima de Peter. De vez en cuando, él les pide ayuda, papel para sonarse –la enfermedad lo obliga a hacerlo cada cierto tiempo- y con un brazo paralizado, se le hace complicado.

También le cuesta hablar. Nileya dice que a Peter se le recogió la lengua, pero el músico prefiere hacer chistes de eso, diciendo que habla como viejito. “Lo que más me gusta hacer es entretener”, asegura el llamado “faraón del rock”. “Y después de más de 50 años haciéndolo, ¿qué más puedo pedir? Lo único que me queda por pedir es que Dios me dé la fortaleza de tener sentido del humor y tomar la vida cotidiana positivamente. Como dicen, el pasado es historia, el futuro es un misterio y el presente, un regalo. Y los regalos se disfrutan en el momento. Por eso, todos los días despierto y digo ‘bueno, estoy vivo, estoy bien”.

Fue una larga travesía médica la que Nileya y Peter pasaron para poder saber al fin qué estaba provocando que el músico perdiera en un abrir y cerrar de ojos 10 kilos de masa muscular. “Se achican todos los músculos, menos uno. Ése está bien”, explica riendo, antes de recordar la cantidad de exámenes que se hizo, y que en un primer minuto apuntaban a que sufría de polineuropatía. Pasaron meses antes que le confirmaran ELA, la misma enfermedad que padece Stephen Hawking. “Fue un pencazo más o menos”, recuerda.

Pero no fue hasta enero de este año, cuando falleció la hermana de Peter –tiene un hermano que vive en Suiza-, que al cantante le vino el bajón más grande, o al menos eso es lo que confidenció el conserje del edificio del músico, que extraña sus risotadas y paseos a la piscina o al sauna, en el primer piso.

“Es que es complicado echarle la culpa a eso. A mi hermana le diagnosticaron cáncer al pulmón hace 8 años y le habían dado 6 meses de vida. Así que fue un ejemplo de lucha increíble. Claro, mi hermana es mi ángel, los tres hermanos somos los más unidos en el mundo. Por eso, fue difícil aceptarlo, pero llegó un minuto en que me sentí un egoísta. Ella estaba pesando 40 kilos, tenía 72 años, ¿para qué la íbamos a tener viva sufriendo? Eso no es vida. A mí, que me haya empeorado la enfermedad con su muerte, no. Ahora sí, es un dolor que nunca se va”, comenta Peter en casi el único momento de la entrevista en el que se pone serio, aunque no se demora mucho en cambiar el switch y hablar de su amor por entretener.

“Es muy importante estar consciente de para qué viniste a esta tierra, para que vayas en esa dirección. Yo podría haber sido médico, sacerdote…cualquier cosa. Hasta mujer (ríe)”.

-¿Sacerdote?
“En serio, a los 10 años quería ser cura. Tenía todo un cuento con Dios. Después quise ser detective y mecánico. Finalmente, fui músico”.

-¿Te das cuenta de la atención que has generado con tu estado de salud?
“Es que tengo una presión sobre mis hombros. Fui el primero del movimiento musical más importante de Chile, la Nueva Ola, donde todos somos una familia muy unida, no hay envidias; Buddy Richard, los hermanos Zabaleta, Luis Dimas, Cecilia… Amo a mi país, a mi gente. Me devuelven todo el cariño que yo he entregado, y lo veo como una recompensa. Destinas más de 50 años de tu vida, y tu nombre va a ser recordado. Eso es más que un millón de dólares”.

-Lo mismo que la compañía y apoyo de Nileya…
“Olvídate, tenerla a ella en este momento, dedicada 24 horas a mí… Es un ángel. Por eso me siento tan fortalecido, porque tengo el apoyo más grande que puedo tener, porque es con cariño, con amor y sin lástima. Al contrario, me pega una patada para que me levante. Me hace pebre. ‘¡Nada de quejarte!’, me dice. Es un amor”.

Hace 13 años que Nileya Morales acompaña a Peter. Si bien se conocieron décadas atrás –ella lo peinaba en su salón-, y pololearon por 9 meses, hace 29 años, ambos se casaron por su cuenta y el músico enviudó, antes de volver a estar juntos. “A mí siempre me gustó él, pero me hice la difícil. Me decía ‘casémonos’, y le dije que no como tres veces. Y al final me dijo ‘ya, ahora sí’, y ya llevamos 9 años casados”, dice esta peluquera y amante de la pintura.

Fue ella la que le hizo notar a Peter que hablaba un poco raro el año pasado, y la que lo mandó al doctor después de notar que le costaba tomar el micrófono en sus actuaciones y hasta se caía sin motivos en el departamento. Y también fue ella la que recibió el diagnóstico definitivo de esclerosis lateral amiotrófica, y la encargada de comunicárselo a Peter.

“Hay que tener una paciencia de santo con esta enfermedad”, cuenta, apoyada en el marco de la cocina americana de su hogar. “Él es un pirinola. Yo creo que se hace fuerte delante de mí, y dentro de todo, lo entiendo, porque se debe sentir muy frustrado, imagínate. Con un puro brazo él no puede hacer nada. Se le cae todo, no puede tomar ni una caja de fósforos. Entonces soy yo la que tengo que estar en todo”, dice sonriendo.

-Parece que tú tienes una buena actitud frente a esto también.
“Sí, es que él me da ánimos. Anda tirando la talla a cada rato, así que no tengo tiempo ni para enojarme con él. Andar con la talla a flor de piel le hace bien y creo lo va a recuperar rapidito. Trato de que él haga sus cosas, que no se quede sentado todo el día; lo trato como a una persona normal, no como enfermo”.

-¿Estás asustada?
“¿Qué voy a hacer? Darle lo mejor que pueda. Que sea feliz con nosotros lo que más pueda. Solo Dios sabe cuándo se tiene que ir. Peter dice que lo bueno es que se va a poder despedir de todos los amigos. Eso no lo puede hacer mucha gente”.

-Peter, ¿te da rabia pensar que estarías mejor de haber tenido un diagnóstico acertado antes?
“Pero es que qué saco, si ya pasó. Cuando te toca enfrentar esto tienes la opción de quedarte pegado en el pasado y nunca tener una respuesta de por qué me tocó, por qué me pasó a mí, señor. Pero yo, en mi vida, he hecho tantas locuras; he saltado de un paracaídas desde 3 mil 500 metros, siempre hice mucho buceo en España, y bajaba sin tanque, a pulmón, unos 30 metros. Y ahí me quedaba unos 2 minutos bajo el agua, con pura técnica. He saltado de 15 metros al mar, en Jamaica, he andado a 230 km por hora en el auto, 220 en la moto, y nunca me pasó nada. Hace 4 años venía manejando tranquilamente del casino a Reñaca y en Las Salinas se me cruzó una palmera. Le toqué la bocina y no me hizo caso, así que la choqué poh. ¿De qué me voy a quejar ahora? Podría estar hace rato muerto. ¿De qué voy a tener miedo ahora?”.

-¿De perder tu fortaleza, tu buen humor?
“No, yo no cambio más, lo tengo asumido. Tengo entendido que vine a cumplir una misión y la cumplí, y para eso, tenía que tener esta actitud. Nadie tiene 55 años de profesión si está bajoneado. Ahora quiero vivir la vida digna y enfrentar la muerte dignamente. Además, solo mi cuerpo deja de existir. Como pasó con Jorge Pedreros, voy a morir el día que me olviden.
“Las cosas buenas vienen cuando eres positivo, aunque es más fácil decirlo que hacerlo.  El mundo está patas pa’ arriba. Hay un bajo porcentaje que tiene millares de millones; no disfrutan nada, porque están todo el día haciendo más plata. Y al final, no se llevan nada para el otro lado”.

-¿Cuál es tu vicio privado?
“Tengo una sola manía. Algunos dicen que es porque soy Virgo, pero soy muy meticuloso. No puedo ver un cuadro chueco sin desesperarme. En mi desorden tengo orden. Y creo que no tengo más vicios”.

-¿No? ¿No echas de menos el pisco sour?
“No, si esta mañana me tomé uno (ríe).
“Claro que echo de menos cosas, pero ahí está el gran mérito donde yo mismo me felicito. El que nace chicharra muere cantando. Yo pensé que me iba a dar un infarto a los 100 años, pero no fue así. Y tengo que apreciar el hecho de que yo bailé hasta los 75 años, sin parar, gira para allá, para acá, y miles de shows. Entonces, lo comido y lo bailado no me lo quita nadie”.

-¿Y qué pasa con la música?
“Cuesta, pero ya asumí el estado en el que estoy. Sé que nunca más voy a tocar guitarra, que nunca más voy a cantar, ni voy a correr. Pero aunque me recupere un poco y pueda caminar con bastón o me mueva en silla de ruedas, voy a estar contento.
“Hay momentos en el día que veo mi guitarra, mis instrumentos, veo mis videos y los disfruto, pero hay que combatir ese sentimiento y no sentir auto lástima. La gente podría decir, ¡pobre Peter!, pero ¡nada de pobre! Es lo que me tocó. Entonces, ¿qué me toca hacer ahora? Hacer lo mejor de cada día. Mañana quién sabe, es un misterio, el pasado es historia. Ahora mi función es lograr que me queden, por lo menos, 100 años más. Si de mí no se van a deshacer tan fácilmente (ríe)”.
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